La Universidad alemana exigía habilitarse para la docencia con la presentación de un escrito y su defensa pública. Krause (1781-1832), alumno de Fichte y coetáneo de Schelling y Hegel, lo hizo en tres ocasiones con distintos textos breves versados todos ellos sobre la misma cuestión: el principio de la ciencia y las directrices fundamentales del sistema del saber. Las tres habilitaciones tuvieron lugar, además, en tres momentos cruciales de su trayectoria filosófica: en la Universidad de Jena (1802), nada más terminar los estudios; en la de Berlín (1814), mediada esa trayectoria; y en la de Gotinga (1824), coincidiendo con la madurez. Esta obra presenta la traducción del latín de los tres textos, así como las posteriores correcciones y comentarios de Krause, anotados bien en sus ejemplares de uso privado, o bien mientras los vertía al alemán para una mayor difusión. Algunos de estos textos han sido inéditoshasta ahora. Su traducción al castellano viene precedida de un Estudio Preliminar que incluye dos apartados fundamentales: en uno se detalla la progresiva redacción de estos textos, su defensa, publicación, etc. y, en el otro, se repasan brevemente los temas fundamentales de la metafísica krausiana desde el marco de las habilitaciones, lo que facilita su lectura y comprensión.
El reto fundamental de esta filosofía, acorde con la aspiración compartida por los idealistas alemanes, es la consecución de un sistema del saber fundado sobre un único conocimiento, el principio. Éste ha de ser la idea rectora desde la que sea posible cualquier otro conocimiento, de tal modo que el conjunto de las ciencias parciales conformen un único corpus del saber, el sistema. Si bien en Jena Krause propuso como principio el mundo en cuanto conjunto armónico de las cosas, en Berlín y, luego, en Gotinga, defendió que es un ser absoluto y supremo, esto es, Dios, quien incluye dentro de sí dicho mundo. Esta modificación en el carácter del principio determinó una evolución paralela en la concepción de la divinidad, que pasó de una panen un segundo nivel de notas, también a pie de página, ha incluido teísta a otra que el mismo Krause dio en llamar panenteísta. Ésta última se caracteriza por conjugar la idea teísta de la trascendencia del Dios personal sobre el universo con la panteísta de su inmanencia y permanente presencia en lo finito. Asimismo, con el paso de los años acentuó el perfil religioso de su pensamiento, sin aminorar su carácter racional, y concibió la labor científica como parte de la relación del hombre con Dios.
Krause luchó también por dotar a su filosofía de una crítica equiparable a la kantiana y evitar así el dogmatismo filosófico, que consiste en suponer el principio del sistema sin demostrarlo o evidenciarlo. Frente a un intento fallido en la habilitación de Jena, la de Berlín fue la primera ocasión en la que enunció los rasgos fundamentales de la vía mediante la que habría de elucidarse el principio. Esto exigió la división de su sistema en dos partes: una analítica, que corresponde a un autoanálisis mediante el cual aflora la idea de Dios en tanto que principio, y una sintética, donde son deducidos los teoremas fundamentales de todo saber y que conforman la metafísica.
La traducción de los textos del latín ha estado a cargo de los profesores Luis y Carlos Baciero, mientras que las notas alemanas de Krause, introducidas a pie de página, han sido traducidas por Rafael V. Orden, quien, aclaraciones y acotaciones dirigidas especialmente al investigador, bien para corregir errores de las ediciones originales, bien para clarificar algunos conceptos y términos, o bien para advertir ciertas dificultades en la interpretación del texto original.
Con Las habilitaciones filosóficas de Krause se da un paso importante en el conocimiento y estudio del pensamiento krausiano. Primero, por el novedoso análisis de los textos, que aporta una datación ajustada de su redacción y la corrección de varias erratas de sus publicaciones y datos inexactos reiterados en la literatura secundaria. Esto último ocurre con la tercera habilitadión, cuya referencia era incluida en las bibliografías de Krause con un título equivocado y sobre la que había dudas sobre su efectiva publicación. Segundo, por facilitar el conocimiento y la lectura de la obra krausiana, sobre la que se cernían numerosos prejuicios que estos textos desmienten, como la dificultad de su terminología. Como señala el autor, la lectura conjunta de las tres habilitaciones «posibilita una rápida, fácil y ajustada aproximación a la filosofía fundamental de Krause, incluida su progresiva evolución». Y, tercero, por su Estudio Preliminar, que resulta la primera exposición concienzuda de la filosofía fundamental de Krause. Este texto resulta, además, de fácil acceso para el neófito.
Pero no son solo los amantes y los estudiosos de la filosofía alemana quienes están de enhorabuena, sino también el historiador del pensamiento novecentista español, dada la influencia que Krause ejerció en la segunda mitad del siglo XIX con el movimiento filosófico-social conocido como Krausismo español. Esta obra es un útil material para el conocimiento de la fuente alemana de las ideas que marcaron a pensadores como Francisco de Paula Canalejas, Gumersindo de Azcárate, Nicolás Salmerón o Francisco Giner de los Ríos. Todos ellos fueron discípulos de Julián Sanz del Rio, introductor en nuestro país de la filosofía krausiana. Aunque durante un siglo hubo dudas del débito que Sanz del Río tenía para con Krause, y se reivindicaba más bien la autonomía del Krausismo español respecto de su fuente alemana, en 1988 da a conocer el profesor Enrique M. Ureña los textos de Krause traducidos literalmente al castellano por Sanz del Río en su obra más conocida, El ideal de la humanidad para la vida (1860). El fundador de esta escuela filosófica hispana hizo creer a sus discípulos y posteriores investigadores que la autoría de tal obra era suya y que no había texto alguno del que procediese, lo que se corroboraba en cierta medida cuando se efectuaba una comparación con el libro del filósofo alemán de título semejante, Das Urbild der Menschheit (1811). Pero Ureña descubre entonces que El ideal de la humanidad es la traducción literal de una obra publicada por Krause en su revista Tagblatt des Menschheitlebens (1811). Tras este descubrimiento, la investigación sobre el Krausismo español ha dado un giro notable, pues es consciente de la conexión directa que liga este movimiento filosófico con la filosofía krausiana, y está necesitada de textos y estudios de Krause para precisar hasta dónde llegó su influencia en nuestro país. La obra aquí reseñada es una importante contribución para llevar a cabo esta tarea.