«El silencio de Dios en el cine», de Pablo Alzola

El cine reciente está abierto al misterio y el lenguaje de muchas de sus películas permite al espectador adentrarse en él

Foto: Pexels / Tima Miroshnichenko
Cristina Erquiaga Martínez

Pablo Alzola. Profesor de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Entre sus obras destaca El cine de Terrence Malick. La esperanza de llegar a casa (2020). Sus investigaciones se centran en las relaciones del cine con la filosofía y la religión. Es miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos.

Avance

El cine de las últimas décadas ha alumbrado numerosas películas que, desde enfoques variados, se adentran en el terreno del misterio, invitando al espectador a preguntarse por aquello que está más allá de él. De ello trata El silencio de Dios en el cine, obra en la que Pablo Alzola recorre el cine reciente mostrando cómo se acerca a la trascendencia. Sin tratarse de un cine religioso, las películas que analiza tienen en común su deseo de abordar lo intangible, lo que las acerca al ámbito de lo sobrenatural, demostrando así que el misterio también se puede sondear a través del lenguaje cinematográfico.

Desde Nomadland hasta El hijo de Saúl, pasando por Calvary y Lady Bird, abundan en estos filmes recursos como el silencio, los paisajes o los rostros, junto con narrativas centradas en la duda, la muerte, la creación o la gracia. Como demuestra el autor a lo largo del libro, estos son los medios con los que el cine reciente se lanza a explorar el misterio de una divinidad que no se impone, que no aparece como evidente que, en su silencio, deja espacio a la respuesta humana.

Lejos de tratar el contenido de estas películas de forma simple, Alzola logra que el lector desee sumergirse en ellas, no solo por sus tramas, sino por su propia manera de indagar el misterio. El libro descubre la especial capacidad que tiene el cine para expresar lo inefable, ámbito en el que da «un salto por encima de sus límites, logrando soluciones prodigiosas, visuales y sonoras, que evocan de mil modos lo que está fuera de su alcance.» Así, demostrando las grandes alturas en las que es capaz de desenvolverse, se apunta al lenguaje cinematográfico como otra vía desde la que abordar la búsqueda de Dios.

ArtÍculo

«Creo que la mayor parte del mundo occidental tiene un problema para llenar el vacío que ha dejado el abandono de estas nociones espirituales o religiosas. ¿Por qué los temas bíblicos y las nociones del bien y del mal (…) son tan comunes en el cine en este momento? Creo que se está produciendo un giro». Estas no son las palabras de un obispo, o de un apologeta de la cultura cristiana, sino de Brendan Gleeson, actor irlandés, ganador de un Emmy, nominado a los BAFTA, los Oscar y los Globos de Oro. Las pronunció en una entrevista concedida a raíz de su película Calvary (2014)1, en la que encarna a un sacerdote que, aunque inocente, es amenazado de muerte por un feligrés, en represalia a los abusos que sufrió de niño de manos de otro sacerdote.

Pablo Alzola: «El silencio de Dios en el cine». Ediciones Cristiandad, 2022.
Pablo Alzola: «El silencio de Dios en el cine». Ediciones Cristiandad, 2022.

Este filme, junto con los anteriormente citados, forma parte del elenco de películas que recoge el libro El silencio de Dios en el cine en el que Pablo Alzola analiza la apertura al misterio de la divinidad en el cine reciente. El autor ha escogido el silencio —tan poco exitoso en una sociedad que premia la utilidad y la solución de problemas— porque considera que es el territorio desde el que indagar lo que no podemos medir: el misterio del hombre y de Dios. Así, las películas que analiza no abordan la evidencia ni presentan certezas, pero tienen la franqueza de no sortear los grandes interrogantes humanos y de adentrar al espectador en el terreno de lo intangible a través del lenguaje cinematográfico. No se trata, pues, en su mayoría, de películas que remitan directamente a Dios, sino, más bien, de un cine abierto al misterio, que se adentra en el ámbito de la trascendencia. Las películas que presenta el libro no dan respuestas al espectador, pero le abren la puerta para recorrer el camino hacia algo más allá de sí mismo.

El libro se centra en desentrañar distintas realidades especialmente presentes en las películas elegidas, en las cuales el autor percibe el palpitar de la pregunta acerca de Dios: silencio, rostros, creación, muerte… Estos temas son los protagonistas del libro y la filosofía, la teología y el cine los lenguajes desde los que se abordan. Así, se alternan los pasajes de la Escritura, las citas de obras de filósofos y los textos de análisis cinematográfico. El interesante resultado, como expresa en el prólogo Eduardo Torres-Dulce, es que el lector no sabe si está ante «un extraordinario, y hondo, tratado de cine» o ante una obra que, a través de las películas, «nos sumerge en el terreno de la filosofía de las ideas y aún más allá, en el de la teología».

Al poner el foco en películas que abordan cuestiones que van más allá de lo evidente, el autor nos demuestra la capacidad que tiene el cine para expresar lo inefable, de tal forma que el lector percibe que en este ámbito el lenguaje cinematográfico puede lucirse de manera especial.  «Es como si, en su intento por traducir al lenguaje cinematográfico aquello que de suyo es inexpresable, el cine diera un salto por encima de sus límites, logrando soluciones prodigiosas, visuales y sonoras, que evocan de mil modos lo que está fuera de su alcance.» Alzola nos presenta así no solo estas películas abiertas a la pregunta de Dios, sino también las técnicas que emplean para adentrarse en el terreno del misterio. El fondo y la forma aparecen en una estrecha conexión, de manera que se nos ofrece también un estudio de cómo se emplea el lenguaje cinematográfico para manifestar la apertura a lo sobrenatural.

El cine reciente abierto a la trascendencia

El libro contiene numerosas referencias a distintos géneros y culturas cinematográficas. Aunque siempre con el trasfondo del gran cine y de los directores más reputados, el análisis se centra en la producción reciente, con películas que van desde el año 2005 hasta el 2020. La mayoría no centran su argumento en Dios o en la experiencia religiosa, pero en todas ellas se pueden ver enfoques y preguntas que corren paralelos a estas realidades, adentrándose así en un ámbito en el que resuena la pregunta sobre el Otro. Esta no siempre supone acogida, puede conllevar también duda, confusión, rechazo o burla. Pero no dejan de ser, todas ellas, actitudes ante una divinidad que no se impone, que no aparece como evidente que, en su silencio, deja espacio a la respuesta humana, una respuesta que se explora en estas películas.

De la mano de su título, el libro abre este análisis centrándose en el silencio, recurso por antonomasia de apertura a la divinidad, tal y como lo emplean películas como El gran silencio (2005). De ahí recala en el mar, el desierto, el bosque y la montaña, mostrando cómo a través del paisaje, películas como Nomadland (2020) sitúan a los protagonistas en la inmensidad del cosmos, escenario propicio para tomar conciencia de la existencia de algo que trasciende la propia pequeñez. Por su parte, los interiores, como en Ida (2013), dirigen la atención al mundo interior de los personajes, actuando como reflejo de sus almas. En esto ahonda el enfoque de los rostros —territorio propicio para la incursión espiritual— en el que ponen su acento algunos filmes como El hijo de Saúl (2015), buscando trazar un «geografía humana» en la que descubrir aquello que «escapa a los sentidos».

En los capítulos siguientes el libro se centra en aspectos de corte más narrativo. Se fija así en películas como Calvary (2014), que retratan cómo la duda carcome a sus personajes, sumiéndoles en una noche oscura —escenario común en la espiritualidad cristiana— en la que no pueden evitar preguntarse dónde está Dios. Por su parte, la conciencia es protagonista de filmes como Vida oculta (2019), que la retratan como reducto de la identidad personal y lugar por antonomasia del encuentro con un Dios que parece callar para el mundo, pero que resuena en el interior de las personas. La creación, retratada en películas como Van Gogh, a las puertas de la eternidad (2018), es un particular punto de comunión con la divinidad, y no solo en lo referente al mundo creado, sino también de las propias obras que salen de las manos humanas. En esta creatividad compartida, tanto el creador como la criatura actúan no por necesidad, sino de una manera totalmente libre, apuntando así a algo insondable. Por el contrario, la muerte aparece «como algo antagónico a la divinidad», como un espacio de ausencia de Dios, una suerte de largo sábado santo, en películas como Manchester frente al mar (2016). El recorrido culmina en la gracia, que se atisba en filmes como Lady Bird (2017), en el que el espectador asiste a la lenta y callada transformación de los personajes, reflejo de la acción silenciosa de Dios en las almas.

El libro se completa con unos interesantes anexos de filmografía, entrevistas y bibliografía, que alargan la conversación mantenida con el lector. Las sugerencias fílmicas son tantas y tan ricas que pueden resolver durante varios meses el dilema de elegir qué ver, tan frecuente en esta época de variada oferta cinematográfica.

El protagonismo del misterio

Un rasgo especialmente interesante de este libro es que, aunque al analizar las películas va desvelando sus argumentos y desenlaces, no arrebata el deseo de verlas, sino más bien al contrario. Plantea el visionado como una inmersión en el misterio, más allá del conocimiento del relato. Como consecuencia, el lector quiere atravesar él mismo esa senda pues, aunque le hayan explicado de qué está compuesta, no lo ha experimentado aún.

Al centrarse en el silencio de Dios podría parecer que el libro busca distanciarse del hecho religioso, poniendo el foco en la ausencia. Sin embargo, su intención es adentrarse en el misterio que, por su naturaleza, es inasible, no es explícito, apunta más allá, plantea preguntas, presenta claroscuros, deja espacio, exige desenvolverse en su interior… Alzola ha sabido descubrir que esos mismos son los rasgos del buen cine y con este libro demuestra las grandes alturas a las que este puede elevarse, los espacios por los que puede desenvolverse el lenguaje cinematográfico. El misterio es, así, el gran protagonista de esta obra. El misterio de Dios y la capacidad del cine de penetrarlo. Las películas que recorre aparecen como «espacios para la espiritualidad» que demuestran cómo «el ser humano busca a Dios, también mediante el cine» y que esta búsqueda, a menudo, comienza en el silencio.

  1. https://www.bfi.org.uk/interviews/soutane-impact-brendan-gleeson-john-michael-mcdonagh-calvary ↩︎

La foto que encabeza el artículo es de Tima Miroshnichenko, su uso es gratuito y se puede encontrar aquí en el repositorio Pexels.