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El centenario del nacimiento de Jean Giono ha pasado inadvertido  en nuestro país sin que sepa uno explicarse bien por qué. Ciertamente algunas novelas suyas han perdido actualidad, como las de otros escritores franceses de su generación. Encasillado en sus comienzos como novelista del «terruño», del interior campesino, su trayectoria posterior no le sirvió de casi nada frente a las implacables etiquetas de los Manuales de historia literaria. Y sin embargo, su obra más lograda, más madura, resulta bien diferente. Es el caso de El húsar sobre el tejado (1951), que le abrió las puertas del Premio Goncourt.

El húsar en el tejado (Anagrama), 424 págs.

En medio de una Francia herida por una espeluznante epidemia de cólera, un joven húsar italiano lleno de ideales viaja en dirección a  su país para cumplir una misteriosa misión. Lo de menos será lo que este nuevo caballero andante  encontrará en su destino. La novela relata con morosa complacencia  el espectáculo infernal  de una humanidad  enferma de muerte.

El tema del contagio universal no es nuevo en la literatura, aunque Giono aplica una pequeña variación al elegir el cólera y no la peste

El tema del contagio universal no es nuevo en la literatura, aunque Giono aplica una pequeña variación al elegir el cólera y no la peste como suele presentarse en la tradición: Sófocles, Tucídides, Defoe, Manzoni, Thomas Mann, Albert Camus. Suele ocurrir que el autor busca estas situaciones extremas para invertir las conductas de la vida cotidiana, para expresar un mundo al revés que, en realidad, resulta más verdadero, ya que los seres humanos expresan mejor su verdadero ser cuando más próximos están a la muerte: los libertinos se vuelven generosos, los decentes se hacen cobardes.

Así hace Carnus en su espléndida versión, además de plantear la posibilidad de una santidad laica y desdichada en el Dr. Rieux, su protagonista. La comparación con el adalid del existencialismo francés parece casi inevitable, porque Giono también construye por aquellos años de postguerra su particular danza de la muerte. Sospecho, sin embargo, que El húsar sobre el tejado le gana a La peste en su apuesta por la dignidad humana, porque su héroe principal vive desprendido de sí mismo sin tragedia. También cabe pensar, con malicia, que Giono ha jugado de forma más honrada que Camus al mostrar la lucha desesperada contra ese mal increíble que es la muerte. En La peste el lector sabe que el Dr. Rieux y sus amigos están agotados de combatir la peste, pero no se nos cuenta cómo se agotan y apenas presenciamos con detalle u n par de muertes. Más veraz y tal vez menos discreto, Giono se esfuerza en contamos una tras otra las terribles escenas de agonía.

Solo una prosa magnífica es capaz de sostener tal acumulación de sobresaltos. A veces el ritmo se acelera y se hace trepidante cuando se trata de seguir las peripecias del héroe. Luego vuelve a su discurrir cansino y reflexivo.

Uno de los aciertos más felices del libro se percibe en el finísimo cuidado con que Giono describe el paisaje cegador de sol y blancura que recorre el húsar. La muerte también se puede imaginar como luz, cal y huesos.

Son tantas las secuencias hermosamente contadas, tanto el cuidado con que se ha escrito este libro que quizá el único error del estilo de Giono esté en un exceso de virtud. Los diálogos pueden dar la sensación de una falsa naturalidad debido a la sobreabundancia de lucidez y de inteligencia con que están escritos. Seguramente lo que ocurre es que Giono nunca quiso hacer una obra realista.

El húsar sobre el tejado es una epopeya moral, un intento de recuperar la importancia de la aventura, un relato de caballerías en pleno siglo XX. Parece  evidente que, en el mundo desengañado de hoy en día, solo es posible realizarlo acudiendo a los valores de una edad anterior de nuestra vida. «Fui feliz en mi infancia.  Quisiera  continuar  siéndolo», piensa Angelo, que así se llama -no por casualidad- el protagonista.  Él es un hombre de otra época o, si se prefiere, un niño necesitado de aventuras.  Esta  necesidad  le  salva  del nihilismo. Su galantería y su generosidad chocan con la mayor parte de los personajes que va conociendo a lo largo del camino. Solo unos pocos -una monja extravagante, un médico abnegado, una bella aristócrata-, pueden compartir su mundo y nos reconcilian con  la humanidad.

Profesor titular de Literatura Hispanoamericana