El exceso de leyes en EE.UU. aboca al ciudadano a la indefensión

Neil Gorsuch, juez del Tribunal Supremo estadounidense, afirma en un ensayo que el legalismo amenaza el Estado de derecho e invalida la justicia

Imagen generada con ChatGPT / DALL-E
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Nueva Revista

Larry P. Arnn. Educador y académico estadounidense. Licenciado en Ciencias Políticas. Presidente del Hillsdale College (Michigan). Autor de Liberty and Learning: The Evolution of American Education. El artículo original completo del que nos ocupamos se puede leer aquí.

Avance

Tan malo para el Estado de derecho es que haya pocas normas como que haya demasiadas. El exceso de leyes constriñe la libertad y, a la postre, invalida la justicia. Esta es la tesis central de Over Ruled: The Human Toll of Too Much Law. (Hiper legislado [o Sobre regulado]: El coste humano de tener demasiadas leyes), ensayo escrito por Neil Gorscuh, juez asociado del Tribunal Supremo de Estados Unidos, con la colaboración de Janie Nitze. Se trata de un jurista experimentado que conoce bien la tramoya procesal norteamericana. Doctor en Filosofía del Derecho por la Universidad de Oxford y en Jurisprudencia por Harvard, ejerció la abogacía privada, fue fiscal general adjunto, juez de la Corte de Apelaciones y desde 2017 juez del Supremo, nominado por Donald Trump para suceder al magistrado conservador Antonin Scalia. De su experiencia concluye que normas y regulaciones han crecido de forma tan monstruosa en EE.UU. que, en la práctica, suelen dejar indefenso al ciudadano. Lo demuestra relatando en el libro numerosas historias de personas concretas que han terminado siendo víctimas de «un estado regulador gigantesco». Tuvo que resolver muchos casos en los que vio a «estadounidenses comunes, gente corriente que intentaba seguir con su vida, sin intentar lastimar a nadie ni hacer nada malo, y que simplemente eran golpeados, inesperadamente, por alguna norma legal que desconocían». Lo cual puede suceder fácilmente a cualquier ciudadano de EE.UU. porque solo en disposiciones administrativas, el Código de Reglamentos Federales tiene unos 200 volúmenes y más de 188.000 páginas. Por no hablar de las leyes penales federales, que abarcan tantos y tan variados aspectos que «no hay nadie en Estados Unidos mayor de 18 años que no pueda ser acusado de algún delito federal».

Con el agravante de que el exceso regulatorio afecta de forma desigual a los ciudadanos, dependiendo de la posición social y económica que ocupen. Constata Gorsuch que, por lo general, «las grandes corporaciones, los individuos bien conectados y con recursos pueden sortear todos los trámites burocráticos. La gente corriente tiene muchas más dificultades, incluso para poder interpretar la ley penal». Pero no puede hablarse de justicia si «las leyes son tan voluminosas que no se pueden leer, o tan incoherentes que no se pueden entender… o sufren cambios tan incesantes que nadie que conozca la ley hoy puede adivinar cómo será mañana», como advertía en los albores de la Independencia americana Publius —seudónimo de Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores de Estados Unidos —.

Y el problema, para los jueces, es que no siempre disponen del suficiente margen de maniobra a la hora de aplicar las leyes y conciliar sus veredictos con el concepto de justicia, cuando esas normas son incoherentes, farragosas o difíciles de interpretar. A raíz de un asunto concreto, el caso Estados Unidos contra Rentz, Neil Gorsuch estableció tres atributos sine qua non de las leyes. Primero, deben ser identificables por el pueblo; segundo, deben ser fácilmente descubribles; tercero, deben ser fácilmente comprendidas. Las leyes aplicadas y expuestas en Over Ruled carecen de esas condiciones y los ciudadanos procesados ​​bajo ellas han sufrido injustamente.

¿Se puede desatascar «el pantano legal que ahoga a tantos ciudadanos estadounidenses? Y, de ser así, ¿quién lo hará?». Los tribunales, desde luego, no pueden hacerlo. En última instancia, la responsabilidad de derogar leyes malas e impedir que otras peores las reemplacen recae en el pueblo y en los Estados, a través del derecho al voto en las urnas. Son los parlamentos y los gobernantes quienes las diseñan y las promulgan. Pero no se trata solo de que las normas sean buenas, sino de que no sean excesivas. Ya en 1835, Alexis de Tocqueville observó en La democracia en América que «las leyes de la democracia estadounidense suelen ser defectuosas o incompletas; pueden llegar a violar derechos adquiridos o a sancionar otros peligrosos: si fueran buenas, su frecuencia seguiría siendo un gran mal». En resumen, demasiadas leyes, incluso buenas, resultan malas leyes.

Quizá un libro como Over Ruled pueda ser un primer paso para denunciar una importante falla del sistema de garantías, al exponer la sorprendente paradoja de que vivan bajo una tupida, y con frecuencia injusta, red de regulaciones los ciudadanos de una nación que, desde los tiempos de Washington y Hamilton, propugna las libertades por encima de todo.

Avance elaborado por Nueva Revista a partir de la reseña de Over Ruled: The Human Toll of Too Much Law. Publicada por Larry P. Arnn, el 11 de marzo de 2025 en Law & Liberty, que puede consultarse aquí.