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Byung-Chul Han (Seúl, Corea del Sur, 1959) pertenece al gremio de los filósofos famosos. Es capaz de inquietar con pocas frases a los ciudadanos y de llevar a sus alumnos hasta la desesperación presentándoles un panorama social muy inquietante. De ahí tal vez el número creciente de sus lectores. De pequeño le encantaba trastear con radios y otros aparatos. Disfrutaba con el bricolaje y las manualidades. Propiamente habría querido cursar Electrotécnica o Ingeniería, pero optó por la Metalurgia (Universidad de Corea). Hasta que un día, en su casa en Seúl, experimentando con sustancias químicas, provocó una explosión de la que aún le quedan cicatrices. Decidió entonces dedicarse a pensar, que es «otra forma de bricolaje: construir con el pensamiento», una actividad también «muy peligrosa, que conlleva estallidos», según relataba en 2014 en una entrevista al semanario alemán Die Zeit.

En los años ochenta se instaló en Alemania. Estudió Filosofía en la Universidad de Friburgo y Literatura alemana y Teología en la Universidad de Múnich. En 1994 se doctoró en Friburgo con una tesis sobre Martin Heidegger. En 2000 se incorporó al departamento de filosofía de la Universidad de Basel, donde se habilitó como profesor. En 2010 pasó a trabajar a la Escuela Superior de Artes y Diseño de Karlsruhe. Desde 2012 hasta 2017 ha sido profesor de Filosofía en la Universidad de las Artes de Berlín, una ciudad por la que le gusta ir en bicicleta y donde evita a los medios de comunicación, quizá por su carácter tímido.

Para pensar, contaba Byung-Chul Han a Die Zeit, necesita solo percibir semejanzas, similitudes entre acontecimientos presentes y pasados o entre otros simultáneos. Acaso ahí radique que sea un autor muy rápido y prolífico. Sus ensayos son todos cortos, de menos de doscientas páginas. Aunque ya había publicado sobre Heidegger, sobre el budismo, sobre Hegel, el poder y la amabilidad, y sobre la hiperculturalidad (cultura y globalización), Byung-Chul Han se hizo célebre de golpe en 2010 con un tratado sobre La sociedad del cansancio, donde medita en torno a la autoexigencia, la autoexplotación, el síndrome del quemado (burnout) y la depresión como características de nuestro tiempo, que con gran frecuencia llevan al derrumbamiento del individuo.

No son sus análisis los inmisericordes, sino el mundo en el que vivimos, «loco y absurdo», confesaba a Die Zeit. Estas son algunas de sus tesis: nos autoexplotamos; no arriesgamos ni en amor ni en la política puesto que no queremos ni herir ni ser heridos; no sabemos siquiera lo que queremos, porque las necesidades que percibimos como nuestras necesidades no son nuestras necesidades, sino las que generan la publicidad y el consumo. Por ejemplo, comentaba Han, compramos miles de piezas de ropa a bajos precios acaso para exhibirlas en Instagram como si fuéramos modelos, a costa de niños que han sufrido en Bangladesh para que esos precios por pieza fueran tan bajos. Así Instragram genera publicidad, y la publicidad genera nuevo consumo.


Byung-Chul Han se hizo famoso en 2010 con un tratado sobre «La sociedad del cansancio», donde medita sobre la autoexigencia, la autoexplotación, el síndrome del quemado (burnout) y la depresión como características de nuestro tiempo.


A las inquietudes del sujeto del rendimiento (es decir, del sujeto que ha de ser siempre productivo en una empresa exigente y que él mismo se exige mucho), de la sociedad del cansancio y de la incapacidad para amar, suma Han la proliferación de la pornografía, el «enjambre digital» (individuos aislados en Internet, sin alma) y la hiperconexión, que destruye el silencio y la capacidad de reflexionar.

Han denuncia la sociedad del «me gusta» y un rasgo señero de la cultura de la primera mitad del siglo XXI: la complacencia. La política también es una política de la complacencia. Se trata de «caer bien a todos» y para eso no hacen falta convicciones; es más, cuantas menos se tengan, mejor, para ir cambiando de opinión e ir fomentando adecuadamente los likes.

Es absurdo preguntarle si es feliz, porque la felicidad no es un estado al que aspira. Pero si se le insiste revela su amor a la lengua que le permite filosofar (la lengua alemana), a sus palabras y a su música. Entonces manifiesta su preferencia por Bach, interpretado por Glenn Gould. «Puedo escucharlo durante horas. No sé si me hubiera quedado hasta hoy en Alemania sin Bach, sin Winterreise (Viaje de invierno) de Schubert o sin Dichterliebe (Amor de poeta) de Schumann», contaba a Die Zeit, y añadía que había recibido clases de canto y se ejercitaba en ese arte con Lieder (canciones) de Schumann y de Schubert.

La obra de Byung-Chul Han

Resaltamos a continuación las ideas centrales de los libros más importantes de Han. El año señalado es el de la publicación del original alemán, no el de su libro en español (normalmente en la editorial Herder), para percibir mejor de ese modo la evolución del filósofo.

“Buen entretenimiento. Una deconstrucción de la historia occidental de la Pasión” (Gute Unterhaltung. Eine Dekonstruktion der abendländischen Passionsgeschichte, 2006).

El entretenimiento ha alcanzado la cima de nuevo paradigma, una nueva fórmula ontológica, afirma Byun-Chul Han en este ensayo. Decide qué es idóneo para entrar a formar parte del mundo y qué no, e incluso qué es en general, de tal manera que la propia realidad se presenta como un peculiar efecto del entretenimiento. En el colegio, en la universidad, las clases tienen que ser divertidas («ludificación»). De una entrevista en la televisión lo que menos importa es que se diga la verdad o al menos que se aspire a clarificarla: lo decisivo es que sea divertida. Muchos no escuchan música clásica porque «es aburrida». Los ejemplos se podrían multiplicar. Lo divertido es como «si diera» la posibilidad de existir.


El entretenimiento ha alcanzado la cima de nuevo paradigma, una nueva fórmula ontológica, afirma Byung-Chul Han. Decide qué es idóneo para entrar a formar parte del mundo y qué no.


El divertimento (televisión, radio, cine, Internet, videojuegos, apuestas, concursos, tertulias de televisión, publicidad, series…) se ha introducido en todas las áreas de nuestra vida. ¿Cómo se debe interpretar este fenómeno? ¿Qué es lo que engendra el formato híbrido (informar y divertir a la vez)? ¿Es un fenómeno ya conocido o se anuncia algo nuevo?, se pregunta Byung-Chul Han. Para contestar, se sirve de un recurso en principio sorprendente: la Pasión de Jesucristo, el sufrimiento con sentido que redime. El hilo conductor del contraste con la Pasión recorre todo el libro. Al espíritu de la Pasión podrá parecerle que el entretenimiento, totalitario, es una decadencia. Pero en el fondo la Pasión y el entretenimiento están hermanados (la Pasión, para algunos observadores de Jesús camino del Calvario, fue «entretenimiento», «diversión»), según Han, que intenta mostrar en este estudio su convergencia oculta.

“El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse” (Duft der Zeit. Ein philosophischer Essay zur Kunst des Verweilens, 2009).

La fugacidad de cada instante y la ausencia de un ritmo que dé sentido a la vida y a la muerte nos sitúan ante un nuevo escenario temporal, que ya ha dejado atrás la noción de tiempo como narración, según Byung-Chul Han. No estamos ante una aceleración del tiempo, sino ante la atomización y dispersión temporales. El tiempo se escapa porque nada concluye, y todo, incluido uno mismo, se experimenta como efímero y fugaz. La muerte es un instante más, lo cual invalida su vivencia como consumación de una unidad con sentido. La crisis del tiempo solo se superará en el momento en que la vida activa, ahora en plena crisis, acoja de nuevo a la vida contemplativa.

“La sociedad del cansancio” (Die Müdigkeitsgesellschaft, 2010).

El sujeto de nuestra sociedad, «el sujeto del rendimiento», se halla tan encadenado como Prometeo, aunque se crea en libertad. La relación de cada uno consigo mismo es una relación de autoexplotación, lo que desemboca en el cansancio y en la sociedad del cansancio. Los gimnasios, las torres de oficinas, los bancos, los aviones, los grandes centros comerciales y los laboratorios genéticos, para Han, son símbolos de una sociedad del rendimiento para «sujetos del rendimiento».


El amor, hoy, evita todo lo que pueda herirle. Con el amor se soslaya herir o ser herido. Pero para amar o ser amado no cabe más remedio que arriesgarse.


Hay un exceso de estímulos, de informaciones e impulsos. La percepción queda fragmentada y dispersa. El aumento de carga de trabajo requiere una particular técnica de administración del tiempo y de la atención. Entra en juego la multitarea, que para Han es una regresión: es más propia de los animales salvajes, donde se pone al servicio de la supervivencia.

“Topología de la violencia” (Topologie der Gewalt, 2011).

En este ensayo, Han profundiza en su análisis de la sociedad del cansancio y de la sociedad de la transparencia, buscando sacar a la luz las nuevas formas de violencia que se ocultan tras ellas. La violencia ha mutado de visible en invisible, de frontal en viral, de directa en mediada, de real en virtual, de física en psíquica, de negativa en positiva, y se retira a espacios subcomunicativos y neuronales, de manera que puede dar la impresión de que ha desaparecido. Pero la violencia se mantiene constante y se ha trasladado al interior. La decapitación de la sociedad de la soberanía, la deformación de la sociedad disciplinaria y la depresión de la sociedad del rendimiento son estadios de
El amor, hoy, evita todo lo que pueda herirle. Con el amor se soslaya herir o ser herido. Pero para amar o ser amado no cabe más remedio que arriesgarse la transformación topológica de la violencia.

“La sociedad de la transparencia” (Transparenzgesellschaft, 2012).

La omnipresente exigencia de transparencia remite a un cambio de costumbres que no puede reducirse a los ámbitos de la política y de la economía. Quien refiere la transparencia solo a la corrupción y a la libertad de información desconoce su envergadura, porque el otro y lo extraño perturban y retardan la comunicación de lo igual. La transparencia estabiliza y acelera el sistema por el hecho de que elimina lo otro o lo extraño. Esa coacción sistémica convierte a la sociedad de la transparencia en una sociedad uniformada, de ahí su rasgo totalitario. Cada uno, víctima y actor a la vez, se entrega voluntariamente a la mirada digital, desnudándose y exponiéndose. Sería necesario ejercitarse en la actitud de la distancia. La distancia y la vergüenza no pueden integrarse en el ciclo acelerado del capital, de la información y de la comunicación.

“La agonía del Eros” (Agonie des Eros, 2012).

El amor, hoy, evita todo lo que pueda herirle. Con el amor se soslaya herir o ser herido. Pero para amar o ser amado no cabe más remedio que arriesgarse. Nuestra sociedad desestima la apuesta por el amor porque conlleva lesiones. En nuestra sociedad se deja de lado hasta el apasionamiento, para no enamorarse. Ya enamorarse es mucha herida. Todo esto desemboca en que la caridad y hasta el «eros» son con frecuencia imposibles para el individuo contemporáneo, centrado en referirlo todo a su precio de mercado. No se permite que el otro entre en nuestra vida. El otro suele ser visto como un desastre para el equilibrio habitual propio. El individuo contemporáneo se olvida con frecuencia del goce del vaciamiento de sí mismo: la ausencia del «yo» como vía de salvación. Ante ese panorama, es habitual caer en un tipo de la profanación del amor: la pornografía.

“En el enjambre. Vista sobre lo digital” (Im Schwarm. Ansichten des Digitalen, 2013).

Internet y las redes sociales han transformado la esencia de la sociedad y la han convertido en un «enjambre digital» con individuos aislados carentes de alma. El «enjambre digital» no es capaz de una acción común, de andar en una dirección o de manifestarse con una voz. La hipercomunicación destruye el silencio, sin el cual ni se piensa, ni se reflexiona, ni se es uno mismo. Para poder pensar y concluir, hay que poder cerrar los ojos y contemplar. Hoy ya no hay lengua. Hay estupefacción y desconcierto. Hay ruido y el ruido de la comunicación por una parte, y por la otra, al cabo del hilo, sordera o mudez.


La crisis de la libertad consiste en que percibimos la coacción como libertad y por lo tanto no hay lugar ni siquiera para la resistencia. De ahí la frase de la artista Jenny Holzer: «Protégeme de lo que quiero».


Se necesita silencio y quietud. Ni siquiera hay saber. Saber no es información. Tiene otra estructura temporal que no es el presente. Necesita también del tiempo y de la experiencia. El maestro cuenta con la experiencia. Hoy vivimos con el terror del diletantismo.

“Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder” (Psychopolitik: Neoliberalismus und die neuen Machttechniken, 2014).

La psicopolítica es un sistema de dominación que utiliza la seducción para que los seres humanos se sometan por sí mismos a su entramado de dominación, en lugar de emplear el poder opresor. El sujeto sometido no es consciente de su sometimiento. La eficacia del psicopoder radica en que el individuo se cree libre, cuando en realidad es el sistema el que está explotando su libertad. La psicopolítica se sirve del big data y del big brother digital. Se apodera de los datos que los ciudadanos entregan de forma efusiva y voluntaria. Vigila y permite hacer pronósticos sobre el comportamiento de las personas y condicionarlas desde un nivel prerreflexivo. La libertad es una figura contraria a la coacción. Pero si la coacción se experimenta de forma inconsciente, anulamos la libertad. La crisis de la libertad consiste en que percibimos la coacción como libertad y por lo tanto no hay lugar ni siquiera para la resistencia. De ahí, afirma Han, la frase de la artista Jenny Holzer: «Protégeme de lo que quiero».

Los políticos de nuestro tiempo no son capaces de ofrecer alternativas ni se distinguen unos de otros. Pero la política ha de ofrecer alternativas, de lo contrario se convierte en una dictadura. Es lo que observamos: la dictadura del neoliberalismo, dice Han, que ataca al neoliberalismo no como lo atacaría la izquierda. Para él el neoliberalismo es un término con el que designar que el sistema quiere ser cada vez más productivo, y que ha pasado de la explotación por otros a la autoexplotación, más eficiente y más productiva, bajo el pretexto de la libertad. En el neoliberalismo cada uno es su propia empresa. En el capitalismo de Marx había propietarios de fábricas y trabajadores. Pero los
trabajadores no eran a la vez empresarios. En la actualidad impera la autoexplotación:
me autoexploto con la falsa ilusión de que me estoy realizando. Como en el feudalismo, cultivamos cual siervos de la gleba el campo de Facebook, que luego vende el producto (nuestros datos) y con ello se enriquece, mientras a la vez los servicios secretos nos vigilan. No hay protesta.

“La salvación de lo bello” (Die Errettung des Schönen, 2015).

En 2014, cuando los periodistas del semanario Die Zeit le preguntaron a Han en qué trabajaba, contestó: «En un nuevo libro sobre lo bello. Me decidí leyendo una entrevista a Botho Strauss. Le preguntaban a Botho Strauss qué echaba de menos. Contestó: “Lo bello”. No dijo nada más. Me falta lo bello. Y comprendí. Entonces me resolví a escribir un libro sobre lo bello».


Como en el feudalismo, cultivamos cual siervos de la gleba el campo de Facebook, que luego vende el producto (nuestros datos) y con ello se enriquece, mientras a la vez los servicios secretos nos vigilan. No hay protesta.


Lo pulido, lo liso, lo impecable, son la seña de identidad de nuestra época. Son lo que tienen en común las esculturas de Jeff Koons, los teléfonos de última generación y la depilación, según Han. ¿Por qué hoy en día gusta tanto «lo pulido»?, se pregunta. Porque no daña ni ofrece resistencia. Lo bello digital constituye un espacio pulido y liso de lo igual, un espacio que no tolera ninguna extrañeza, ninguna alteridad, ninguna negatividad. Lo bello natural se ha atrofiado en lo liso y pulido de lo bello digital. Hoy nos hallamos en una crisis de lo bello en tanto que se lo satina, convirtiéndolo en objeto del «me gusta», en algo arbitrario y placentero, que se mide por su inmediatez y su valor de uso y de consumo.

Pero la belleza más bien acontece como reencuentro y reconocimiento. No es necesariamente ni lo pulido, ni lo liso, ni lo impecable.

“La expulsión de lo distinto” (Die Austreibung des Anderen, 2016).

«El otro», sentido como misterio, seducción, eros, deseo, infierno o dolor va desapareciendo. Se enferma más por exceso de comunicación, de consumo y de permisividad, que porque los otros nos rechacen. La presión destructiva no procede tanto del otro como del interior. La violencia del otro no es lo único que resulta destructivo. La expulsión de lo distinto pone en marcha otro precipitado: la autodestrucción. Además, la depresión como presión interna desarrolla unos rasgos autoagresivos porque el sujeto se ve forzado a aportar rendimientos (recuérdese la tesis de Han sobre la autoexigencia).
La proliferación de lo igual pasa por ser crecimiento. Pero a partir de un determinado momento la producción ya no es productiva, sino destructiva; la información ya no es informativa, sino deformadora; la comunicación ya no es comunicativa, sino meramente acumulativa, simplemente está disponible. El saber, por el contrario, es un proceso lento y largo. Muestra una temporalidad totalmente distinta: madura. No se compadece con la política de los tiempos actuales, la cual, para incrementar la eficacia y la productividad, fragmenta el tiempo y elimina estructuras estables. Incluso ese acopio máximo de informaciones que son los macrodatos dispone de un saber muy escaso. Con la ayuda de macrodatos se averiguan correlaciones: si se produce A, entonces a menudo también se produce B. Pero «por qué» eso es así no se «sabe». En realidad, no se comprende nada. Pero saber es comprender. Así es como los macrodatos hacen superfluo el pensamiento. El conocimiento verdadero transforma. Genera un nuevo estado de conciencia. Su estructura se asemeja a la de una redención. La salvación es más que resolver un problema: traslada a los que la necesitan a un estado del ser completamente distinto.


El saber, frente a la información o la comunicación, es un proceso lento y largo, madura. No se compadece con la política de los tiempos actuales.


Otros libros de Han representativos de su devenir son: Shanzhai. Dekonstruktion auf Chinesisch, 2011 («Shanzhai. Deconstrucción en chino»); Vom Verschwinden der Rituale. Eine Topologie der Gegenwart, 2019 («Sobre la desaparición de los rituales. Una topología del presente») y Kapitalismus und Todestrieb. Essays und Interviews, 2019 («Capitalismo e impulso a la muerte. Ensayos y entrevistas»).

Una valoración sumaria

Para el crítico Magnus Klaue, los libros de Byung-Chul Han se asemejan a ciertos volúmenes de autoayuda con títulos como «Heidegger para empresarios». Klaue evidencia o cree poner de manifiesto lo que para él es un trabajo frívolo (el de Han) bajo la apariencia de profundidad. Klaue señala en las obras de Han supuestas perogrulladas, banalidades ofrecidas como comprensión de nuestro tiempo y retahílas de frases desconectadas y a veces enrevesadas, que servirían sobre todo para una película de risa en manos de Woody Allen o Monty Python. Esa es la opinión de Klaue.

Para otros, como el también crítico Mark Siemons, Byung-Chul Han (o al menos el Byung-Chul Han de La sociedad del cansancio) es, quizá por su condición de hombre procedente del lejano Oriente, un buen observador de la civilización occidental, al que todavía le importa el empleo de palabras como verdad, sabiduría y vida del espíritu.

Hay filósofos, Peter Kreeft es uno de ellos, que animan a la lectura de Jean-Paul Sartre, «probablemente el más famoso nihilista y pesimista en la historia de la filosofía», según Kreeft, porque es mejor confrontar nuestra propia existencia con la desesperación, que no confrontarla con nada: la desesperación puede ser un momento importante en el camino de la esperanza. Kreeft también recomienda la lectura de Sartre a quienes estén muy satisfechos consigo mismos.

Los estudiantes de Byung-Chul Han confiesan que su profesor los desespera con su implacable denuncia a las disfunciones de la civilización actual.

Cada cual puede sacar sus conclusiones a partir de los cuatro párrafos anteriores.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.