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Tres son los aspectos en los que Internet ha venido a influir en el comportamiento de las Bolsas mundiales: la contratación de valores, la información sobre ellos y la cotización de las empresas de Internet en las Bolsas de Valores. Las tres han producido ya efectos y pueden producir muchos más en el fututro.

Respecto al primer aspecto, observamos cómo desde hace ya más de tres años la contratación de acciones a través de Internet se ha multiplicado de manera extraordinaria. Aunque las cifras no son del todo fiables, figura que un porcentaje superior al 15% de las comisiones cobradas en Estados Unidos se están efectuando por operaciones a través de Internet. De todos los sectores en los que funciona la red es en el que se ha llegado a un mayor porcentaje de ingresos .

Esto constituye toda una revolución en el sistema de contratación bursátil, ya que está llevándose a cabo de manera diferente, no sólo en un aspecto, sino en varios, y está teniendo repercusiones en el funcionamiento de las Bolsas como tales.

Efectivamente, una orden dada por Internet se transmite por medios informáticos desde cualquier lugar del mundo de manera instantánea y con ella pueden suceder varias cosas:

a) Existe un sistema de casar órdenes en el mismo sistema Internet. Por tanto, puede cumplimentarse en él. La diferencia de precios con el de la Bolsa donde cotice el valor puede ser grande y producir una dispersión de precios poco deseable. En este caso, la liquidez se dispersa en consecuencias tampoco deseables.

Para que esto suceda, tiene que existir un método de liquidación que permita transferir la propiedad con garantías.

b) Existe un sistema de contratación electrónica y, por tanto, la orden dada en Internet puede entrar en el circuito informatizado de órdenes como una más de las que envían al sistema los miembros del mercado.

Como puede apreciarse, la influencia de las órdenes de Internet es muy diferente según sea la organización de la Bolsa. Si las órdenes se cumplimentan en el parqué, como en la Bolsa de Nueva York, las probabilidades de que se halle contrapartida en el propio sistema de Internet son grandes, y pueden producirse los efectos negativos descritos.

Cuando el sistema de la Bolsa es de precios, la situación puede ser más complicada. Se llama sistema de precios a aquél en que los miembros del mercado ofrecen un precio de compra y otro de venta en todo momento y, en consecuencia, tanto las compras como las ventas se hacen con el broker y no con otro inversor que quiera hacer la operación contraria, como en el caso de las Bolsas que funcionan por órdenes. En este caso, la orden de Internet debería elegir la mejor contrapartida que ofrecen los brokers en ese momento. Pero estos, para ofrecer sus contrapartidas, tienen en cuenta las órdenes contrarias que existen en el mercado, y si éstas están en Internet son conocidas de todos y es difícil mantener el margen de compra-venta que mantienen los brokers y que supone su ingreso. Por tanto, en la medida que las órdenes de Internet sean más importantes, forzarían a esas Bolsas a transformarse en Bolsas de contratación por órdenes en vez de por precios. Nada menos que un giro copernicano.

Funcionan por precios en la actualidad NASDAQ y, en parte, la Bolsa de Londres, y tienen un sistema de parqué tanto la Bolsa de Nueva York como la de Tokio. La importancia del fenómeno Internet es, por tanto, difícil de exagerar.

Pero los efectos son también importantes en las Bolsas que contratan por medios informáticos, en las cuales las órdenes de Internet se unen al flujo de órdenes que informatizan los miembros. Ese es el caso de la Bolsa española y de casi todas las Bolsas continentales europeas.

La primera consecuencia es, sin duda, favorable. En 1997, en la Bolsa española se hacían al mes cerca de 300.000 operaciones. En lo que llevamos del año 2000 la media de operaciones es de más de 1.600.000 al mes. Es verdad que el número de inversores ha crecido de modo extraordinario debido a las privatizaciones y otras ofertas públicas, pero es indudable que hay un componente importante de órdenes de personas que utilizan Internet en ese crecimiento tan extraordinario.

En el caso español, y en el caso de otros países también, la persona que utiliza Internet para dar sus órdenes tiene, por el momento, características especiales. Fundamentalmente, son inversores preocupados y conocedores de la Bolsa, que la siguen constantemente y son aficionados a ella. No son inversores que se mantienen largo tiempo en los mismos valores y, por tanto, para el nivel de sus inversiones dan un gran número de órdenes de compra y de venta. Cuando funcionaban únicamente los corros en la Bolsa de Madrid, alrededor del estrado de los agentes se agolpaba un número de inversores que actuaban al momento, según los precios que se estaban negociando en ese instante. En el argot bursátil se les llamaba «barandilleros».

Internet ha logrado que esas docenas de personas se conviertan en miles, que habría que llamar «ciberbarandilleros». Hay que advertir que los inversores a corto tradicionales podían hacerlo gracias a la información al segundo que poseían, porque estaban en la primera línea del mercado. También esa función de información inmediata se realiza ahora por Internet. Además, mucho más completa, ya que el inversor no sólo sabe los precios que se están produciendo, sino también datos de las empresas, de otros mercados financieros y de otras Bolsas. Incluso las recomendaciones de los analistas más distinguidos sobre los valores. Esta información completa, rápida y universal a poco coste es una revolución en los mercados financieros de mayor calado a largo plazo, ya que va a permitir integrar a todos los ahorradores, estén situados cerca o lejos de los centros tradicionales de los mercados.

Por último, pero no de manera poco importante, las Bolsas se han visto conmocionadas por la llegada a su cotización de empresas cuyo negocio es la explotación de la red. En Estados Unidos comenzaron a cotizar con gran éxito algunas empresas de Internet que se convirtieron, al cabo de unos pocos años, en empresas de gran capitalización y negociación. En un tiempo mucho más reciente, apenas hace un año, empresas promovidas por grupos financieros poderosos comenzaron a cotizar en las Bolsas europeas, también con gran éxito. Las empresas que llegan a los mercados, como otras de innovación tecnológica, no tienen aún beneficios, ya que estos dependen de la aceptación por los consumidores de los servicios que ofrecen, también como el resto de las empresas innovadoras.

La situación en los mercados europeos era un poco diferente. Es verdad que había mercados específicos dedicados a empresas tecnológicas, pero éstas eran relativamente pequeñas, aunque ya había algunas de tecnología de comunicaciones e incluso de Internet. El mercado español sufrió además el impacto más significativo, ya que Terra es una de las empresas de mayor dimensión de las que cotizan en las Bolsas europeas y ha llegado rápidamente al conocimiento de todo tipo de inversores. Sus proyectos de fusión hacen además que esta situación de primacía se conserve durante algún tiempo, por lo menos.

La atención que se presta a las sociedades Internet tiene que ver con la importancia que las tecnologías de la comunicación van a tener sobre la economía de los servicios y de la industria en el futuro. De hecho, ya está teniendo una importancia extraordinaria en estos momentos. El desarrollar esta afirmación no es el objeto del presente artículo y debemos aceptarla como tal.

El que el sector vaya a ser y sea ya muy importante no garantiza que las empresas de Internet terminen siendo superrentables, por lo que las dudas sobre su nivel futuro de capitalización se mantienen y los altibajos sobre sus cotizaciones también.

Específicamente, en la Bolsa española la cotización de Terra y los anuncios de otras empresas similares que están ahora en marcha en otras empresas cotizadas, hacen que todo el conjunto se mueva según las valoraciones de los analistas más expertos. La idea, ampliamente difundida, de que el análisis de estas empresas es diferente de las tradicionales, aunque falsa, no contribuye a la estabilidad.

Por tanto, Internet influye en las Bolsas de manera extraordinaria en su funcionamiento, su difusión e incluso en la movilidad de sus índices. Es un efecto natural, si se piensa que Internet tiene una gran importancia en el desarrollo de los servicios, y los servicios financieros son cada vez más importantes en sociedades desarrolladas con un gran volumen de ahorro.

Director del Servicio de Estudios de la Bolsa de Madrid. Miembro del Consejo Académico del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB)