Robert B. Reich fue ministro de Trabajo en el primer gobierno de Bill Clinton. Profesor de Harvard de política económica y social, Reich conocía al Presidente norteamericano desde 1968, cuando estudiaron juntos en la universidad de Oxford. Locked in the Cabinet es un relato, en forma de diario, en el que se encuentran reflexiones de Reich sobre su trabajo – y su vida- en la administración Clinton. El tono es directo e informal, y recoge muchas impresiones políticas, profesionales y humanas de su experiencia al frente del Ministerio de Trabajo.
Reich es inconformista e ingenuo. No soporta el pactismo de la clase política ni el economicismo «reaganiano» que invade la Administración y el Congreso. Plantea sus puntos de vista y sus ideales con la ingenuidad propia de un académico, y en su lucha choca continuamente con la burocracia. También choca con el difícil equilibrio de poder que rodea al presidente Clinton. El autor narra algunos episodios de su enfrentamiento con una Administración centrada en el objetivo de la reducción del déficit público (así, sus encuentros con Greenspan, el Presidente de la Reserva Federal, o con el Presidente del Congreso). Su trato personal con Clinton le permite adoptar posiciones radicales, pero en la mayoría de los casos es vencido por esa «lógica republicana» introducida en la cabeza de todos los políticos americanos (incluidos los demócratas) de reducción del déficit, reducción luego del Estado, y reducción por último del Estado de bienestar.
Reich comienza el libro con un flash-back al idealismo de Clinton en su etapa de estudiante en Oxford. Describe luego los objetivos de bienestar social plasmados en el programa demócrata, y se centra en lo que él considera la parte medular de dicho programa: la inversión en capital humano. Para el autor, que no critica la ineficiencia del Estado, el gasto en educación debería considerarse inversión pública, en la medida en que dicho gasto supone una mejora en las capacidades de los trabajadores y permite que aumente la productividad y el nivel de vida.
Es interesante contrastar la sólida base de economía de mercado que subyace en las propuestas de Reich. Su planteamiento admite un análisis económico -cosa que no ocurre, por ejemplo, en la propuesta de las 35 horas- y su empeño choca con la «lógica republicana», no con el análisis económico. Reich, con sólidas bases académicas, nos hace reflexionar sobre los fines del Estado, y luego utiliza los medios económicos para potenciarlos.
También refleja el autor las dificultades por las que atraviesan los sindicatos americanos y el interés del partido demócrata por conseguir su relanzamiento. Narra algunos episodios de enfrentamientos sindicales y de apoyo del gobierno frente a las empresas, que desde su punto de vista han ganado demasiada fuerza y protagonismo en la vida política. Se queja el ministro de Trabajo de la atención y el poder desmesurados que tienen en la estructura política actual los lobbies empresariales.
Reich ve cómo poco a poco el ambicioso programa de inversión en capital humano va siendo eliminado de la agenda del Presidente. Ya en el discurso de investidura, el autor tiene que emplear sus privilegiadas relaciones con Clinton para incluir alguna referencia a dicho programa, puesto que la redacción ha sido controlada por los «economistas».
Reich también incluye en el libro referencias a su sacrificio personal, al separarse de su familia y asumir un trabajo con una dedicación casi absoluta. Cuando Clinton se pone en manos de un «consultor» para elaborar su programa de la reelección (uno que incluye solamente ideas previamente contrastadas mediante encuestas), muestra su decepción.
El libro es una descripción en primera persona de la línea de pensamiento de una parte —la más radicaldel partido demócrata, y de las limitaciones que para las ideas suponen los aparatos políticos únicamente guiados por la realidad, que han perdido toda referencia al liderazgo y a la capacidad de cambio.