Crisis de pareja: patrones no tan evidentes y cómo identificarlos

¿De qué manera influyen ciertos modos de actuar en las crisis de pareja? Este texto explica qué comportamientos pueden predecir una ruptura y ofrece pautas para identificarlos y revertirlos

Foto: Pixabay / Tumisu
Janire Ruiz Casedas

Janire Ruiz Casedas. Doctoranda en Educación y Psicología en el grupo «Infinity: familia, amor y sexualidad» del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra. Graduada en Psicología y Máster en Psicología General Sanitaria por la Universidad de Navarra.

Avance

Entender la naturaleza de las relaciones amorosas es un reto que ha afrontado la sociedad durante décadas. La complejidad de estas ha llevado a los investigadores a preguntarse qué lleva a las parejas a permanecer unidas. ¿Es el compromiso por parte de ambos miembros? ¿Es el hecho de mantener la pasión a lo largo de los años? ¿O es la intimidad y amistad en la pareja? Según el psicólogo Robert Sternberg, sería la suma de estos tres componentes lo que permite alcanzar un amor «completo». Sin embargo, este autor también señala la relevancia de reflejar estos componentes a través de nuestra comunicación, actitudes, gestos o detalles. Tal como él mismo decía: «Sin expresión, hasta el amor más grande puede morir». Pero, ¿cómo se producen estos comportamientos dentro de nuestras relaciones? ¿Y de qué manera ciertos modos de actuar podrían influir en las posibles crisis a las que nos podemos enfrentar como pareja? En este texto tratamos de responder y explicar todas esas cuestiones.

ArtÍculo

A pesar de que somos libres y nos consideramos independientes, la realidad es que en nuestras relaciones adoptamos diversas maneras de comportarnos con los demás dependiendo de las personas a la que nos dirigimos. Todos somos conscientes de las diferencias que se originan cuando actuamos hacia unas personas u otras. Cuando una determinada forma de relacionarnos con alguien se repite en el tiempo se convierte en un patrón de interacción. Estos patrones nos permiten conocer y predecir, en cierta medida, el comportamiento que cabe esperar en los demás. En este sentido, se hace evidente que, en las relaciones de pareja, los patrones de interacción son especialmente relevantes: tanto que no podemos entender los comportamientos de cada miembro de la pareja sin tener en cuenta los del otro. Se trata de dinámicas circulares, en las que los actos de un miembro de la pareja influyen sobre los del otro y, a su vez, los de este impactan en el primero y en su modo de actuar. Ejemplo de ello es cuando en una pareja, uno de los miembros sabe que el otro detesta madrugar y le prepara un café por la mañana, a lo que la otra parte responde con una nota cariñosa pegada en la nevera. Dicha nota, a su vez, anima a una de las partes a seguir preparándole a la otra el desayuno cada mañana, convirtiendo esa secuencia en un ciclo sin fin. Como vemos, no podríamos determinar cuál es la causa o el origen de este patrón, ya que no depende de uno o del otro, sino de la interacción bidireccional entre ambos miembros de la pareja.

Aunque el patrón de interacción anterior puede resultar de lo más «enternecedor», no todos los patrones que se establecen dentro de las parejas son beneficiosos. En este sentido, John Gottman, investigador destacado en el estudio de las relaciones interpersonales, estableció cuatro tipos de comportamiento que pueden darse dentro de estos vínculos afectivos, y que corresponderían con potentes predictores de las rupturas de pareja: la crítica, el desprecio, la actitud defensiva y la actitud evitativa.

La crítica: una queja hacia la persona

En una relación es frecuente que aparezca la queja. En ocasiones, podemos no estar de acuerdo con nuestra pareja debido a diversas actitudes, visiones, acciones… y lo más sano será verbalizarlo. Sin embargo, una queja se dirige hacia un comportamiento concreto y específico («me ha molestado que dejaras la camisa por el suelo»). ¿Qué sucede cuando, después de la queja, empiezo a introducir los «siempre» o los «nunca»? Por ejemplo: «Es que siempre dejas la camisa por el suelo». Lo que ocurre es que comienzan a señalarse aspectos que van más allá de la acción en sí misma, y empiezo a remarcar cierta estabilidad, cierto modo de actuar mantenido en el tiempo. Esto es; ya no nos referimos a la acción en sí, sino a una manera de comportarse de la persona de forma sostenida. Ya no estamos hablando de la «responsabilidad» de una acción, sino que estamos culpabilizando al otro, porque le decimos que «es» de este modo que tanto nos molesta. Hemos pasado de la queja (por un comportamiento concreto) a la crítica (hacia la persona). Y ese paso suele darse sin ser apenas percibido, sin que seamos muy conscientes de ello. Cuando esta dinámica se repite de manera constante, podemos llegar a generar un patrón disruptivo, mediante el cual es más probable pasar a otros comportamientos más negativos.

El desprecio: negatividad acumulada

En el siguiente escalón encontramos el desprecio. Este se observa cuando comenzamos a introducir cierta dosis de sarcasmo, burla, humor hostil o incluso insultos. Empieza a ser una negatividad más visible. El desprecio se entromete en nuestros patrones de comportamiento cuando las discrepancias entre los miembros de la pareja no han sido resueltas y estas quedan acumuladas en forma de pensamientos negativos sobre la pareja. Pero el ciclo puede no terminar aquí…

La actitud defensiva: protegerse… atacando

Cuando hemos alcanzado este nivel de negatividad, con el desprecio presente en nuestra interacción, lo más esperable es que el miembro de la pareja que es señalado tienda a defenderse de alguna manera. Aunque podemos pensar que es algo comprensible, detrás de esta actitud defensiva, en muchas ocasiones, aparece de forma conjunta cierto intento de culpar también al otro miembro, respondiendo a lo que se percibe como un ataque. El conflicto, lejos de resolverse, puede agravarse hasta dar paso a la actitud evasiva.

La actitud evasiva: adiós al otro

Una vez han aparecido en nuestra interacción la crítica, el desprecio y la actitud defensiva, resulta bastante factible que uno de los miembros de la pareja tome cierta distancia y dé un paso hacia la evasión. La actitud evasiva refleja una impasividad total hacia lo que dice o hace el otro. Tomar lejanía física, ignorar o quedarse en silencio pueden ser algunas muestras de esta actitud evasiva.

Cabe destacar que esta actitud suele aparecer en respuesta a los comportamientos anteriores, cuando estos han ido instaurando dentro de la dinámica relacional habitual.

Llegados a este punto podemos determinar que nuestra relación no marcha bien. Sin embargo, estos patrones se han ido constituyendo a lo largo del tiempo y se han originado mucho antes de lo que creemos. En las relaciones de pareja es importante tener presente que nuestro comportamiento individual es influido por las acciones del otro miembro de la pareja, pero lo más relevante es que esto ocurre en ambas direcciones. Por ello, cuando intentamos buscar al culpable, nuestros esfuerzos suelen ser en vano, ya que se trata de dinámicas que se han ido construyendo de manera conjunta. Son patrones que se establecen a lo largo del tiempo, y que ponen en marcha ciclos difíciles de romper. En esta línea, detenernos a contemplar nuestras interacciones, prestar atención a la posible escalada hacia patrones de mayor negatividad y ser capaces de percibir la facilidad con la que nos podemos deslizar de unos a otros pueden ser actitudes excelentes a la hora de cuidar nuestro vínculo de pareja.

Construir juntos

Pese a todo, centrarnos en minimizar estos daños reduciendo la presencia de patrones negativos no es nuestra única alternativa ante el conflicto. Como veíamos, al igual que existen estos patrones de interacción nocivos, podemos establecer otros más positivos que nos pueden ayudar a gestionar las discrepancias dentro de la pareja. Incluso en nuestras manos está el poder trabajar en la creación de otros patrones, igualmente «poderosos», pero esta vez en sentido contrario, capaces de transformar el conflicto en un elemento potenciador del vínculo. La investigación señala que, cuando el desacuerdo es manejado de manera constructiva entre ambos miembros de la pareja, estos sienten más emociones positivas. Por ello, podríamos orientar nuestro esfuerzo, de forma más productiva, hacia el establecimiento de patrones de interacción que nos acerquen más a la resolución conjunta del conflicto.

Algunos de estos comportamientos que pueden llevarnos a una satisfacción todavía mayor son la expresión de sentimientos de manera bilateral, el entendimiento mutuo de posturas o el hecho de compartir posibles soluciones.

Decíamos antes que, según Sternberg, «sin expresión, hasta el amor más grande puede morir». Esta expresión del amor puede darse incluso si el desacuerdo está presente en nuestras vidas: la clave está en la construcción de patrones sólidos que nos acerquen y nos potencien como pareja. De este modo, saldremos fortalecidos hasta en aquellas ocasiones en las cuales parece que las circunstancias (inevitablemente en forma de conflicto) tienden a querer alejarnos.


La imagen que ilustra este texto es del repositorio de Pixabay. Su autor es Tumusu y se puede consultar aquí.