De Cicerón a Obama. El arte de comunicar con eficacia
Netbiblo, La Coruña, 2011, 178 págs., 26 €.
No son pocos (o sea, que son muchos) los manuales de Retórica que se han publicado en las últimas décadas. Razones teóricas y prácticas han producido una verdadera floración de manuales sobre el arte de expresarse con eficacia. En España, tenemos, entre otros, el libro de Vallejo Nájera, los de Kurt Spang y el de José Antonio Hernández Guerrero y María del Carmen García Tejera, amén de numerosísimas aportaciones eruditas y no menos traducciones acerca de la retórica en la empresa, la publicidad, la política, la literatura y hasta… la medicina.
El libro que ahora comentamos, dirigido a sus alumnos, tiene por misión, tal y como indican sus autores, ofrecer pistas útiles y consejos eficaces a quienes se enfrentan a la tarea de construir mensajes y comunicarlos a un auditorio. Pero, a diferencia de las obras que reducen la expresión y la comunicación a unas cuantas recetas simplistas, en este caso, se abraza la venerable tradición de la Retórica, o sea, se propone un análisis clásico tanto del orador como del mensaje y el receptor.
Después de una breve introducción, los autores se adentran en una reflexión práctica sobre las características propias del orador. Hay una apreciación que estas páginas no pasan por alto: la diferencia entre el discurso escrito y el oral, que con frecuencia se mezclan y confunden lamentablemente en la práctica. En este sentido, es frecuente que quienes se enfrentan por vez primera a un auditorio cedan a la tentación de leer literalmente lo que han preparado o que se decidan por la complejidad, como si redactaran prolijamente un texto; frente a este peligro y defecto —ya que no solo desnaturaliza la forma comunicativa, sino que normalmente aburre a la audiencia—, el consejo de estos expertos es simplificar la oralidad: el vocabulario debe ser comprensible, se ha de buscar apoyar el argumento con ejemplos, realizar pausas marcadas y evitar el uso de muletillas.
La oratoria es un don, pero también una facultad que puede desarrollarse por el ejercicio, de modo que el orador, el comunicador o quien pretenda serlo ha de ejercitarse en este arte y prepararse de forma conveniente. Humanidad, carácter ético, liderazgo son, a juicio de los autores, los rasgos principales de quien quiere comunicar su mensaje con eficacia. También se incluyen una serie de recomendaciones a la que acudir en caso de errores.
Pero lo importante no es solo las cualidades del orador. Hay que atender también al contenido que se transmite: pensar con tiempo el mensaje que se quiere comunicar, esbozar su estructura, así como el «estilo» a que va a pertenecer —que dependerá de la audiencia y del contexto.
Por último, se añade un apartado en el que se analiza la relevancia del receptor o de la audiencia, de forma que se cierra el triángulo comunicativo. En este último caso, se recuerda que es necesario saber quiénes son los oyentes, su nivel de conocimientos y sus expectativas, sin olvidar nunca que el orador debe, ante todo, saber escuchar a su audiencia.
Se trata, pues, de un manual divulgativo, de consejos sencillos y accesibles. No está de más realizar estos avisos en medio del proceso de empobrecimiento de los discursos al que venimos asistiendo y que se advierte tanto en las conversaciones de móviles como en el ámbito político y de los medios de comunicación.
Cabe esperar que los lectores de este breve ensayo tomen buena nota de sus consejos y se constituya así en una aportación más a la tarea de elevar el nivel de la comunicación pública, objetivo en pro del cual toda aportación es bienvenida. Mi reconocimiento por esta a sus autores.