José Manuel Cuenca Toribio

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José Manuel Cuenca Toribio (Sevilla, 1939) fue docente en las Universidades de Barcelona y Valencia (1966-1975), y, posteriormente, en la de Córdoba. Logró el Premio Nacional de Historia, colectivo, en 1981 e, individualmente, en 1982 por su libro "Andalucía. Historia de un pueblo". Es autor de libros tan notables como "Historia de la Segunda Guerra Mundial" (1989), "Historia General de Andalucía" (2005), "Teorías de Andalucía" (2009) y "Amada Cataluña. Reflexiones de un historiador" (2015), entre otros muchos.
HMS Victory, el buque de Nelson ©Shutterstock

Trafalgar (Pérez Galdós)

En vísperas del centenario de la muerte de Pérez Galdós publicamos el comentario sobre uno de sus Episodios Nacionales más emblemáticos: Trafalgar (1872). Forma parte de la Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Guerra y paz (Leon Tolstói)

Comentario de Guerra y paz de Leon Tolstói (1869). Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Rimas (Gustavo Adolfo Bécquer)

Comentario de Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer(1868). Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Biblioteca de Occidente: Vidas paralelas (Plutarco)

Comentario de José Manuel Cuenca Toribio a las "Vidas paralelas" de Plutarco (Siglo II) para la Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.
Hemingway © Wiki Commons

El viejo y el mar (Ernest Hemingway)

El autor de "Adiós a las armas", "Fiesta" o "Las nieves del Kilimanjaro", el novelista de la generación perdida, logró el Nobel de Literatura después de publicar "El viejo y el mar" (1952), la última de sus grandes obras. Y una de las que integran los cien volúmenes de la Biblioteca de Occidente.

Romancero gitano (Federico García Lorca)

Comentario de Romancero gitano de Federico García Lorca (1928). Cien volúmenes de la Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Soledades (Luis de Góngora y Argote)

Comentario de Soledades de Luis de Góngora y Argote (1613). Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.
Machado por Sorolla © Hispanic Society of America

Campos de Castilla (Antonio Machado)

"Campos de Castilla" (1912) es una de las obras más representativas de Antonio Machado (1875-1939). La reseñamos para la Colección Biblioteca de Occidente en contexto hispánico.

Matesa y el fin el franquismo

La actual literatura memoriográfica parece confirmar uno de los caracteres atribuidos tópica y generalizadamente a los españoles: el extremismo, Del estiaje hemos pasado en poco tiempo a la torrentera. Ello, naturalmente, tiene un precio, pagado de consuno por la historiografía y la literatura. Antaño algunos de sus potenciales cultivadores no pasaban al acto por temor o respeto a las exigencias científicas o al decoro artístico. En la actualidad estos frenos han desaparecido y ancha es Castilla... Las memorias del que fuera uno de los mas honestos y citnocidos políticos del franquismo se sitúan en la pendiente que puede llevar al público apasionado de autobiografías y memorias al desinterés o a la apatía. Reducidas a una tercera parte hubieran cumplido —sobradamente— con su objetivo. Éste se centra en ofrecer un balance de su gestión al frente del Ministerio de Hacienda —1957-1965— y, muy particularmente, en presentar un alegato contra las sombras que empañaron ante la opinión púdica la actividad del hacendista aragonés, en la dirección del Banco de España, debido a su pretendida participación en el célebre affaire Matesa. Ello es hasta tal punto así, que los dos capítulos iniciales se muestran, desde el punto de vista literario, como los más logrados de la obra. En menos de cincuenta páginas se traza una vivida y espléndida estampa de la niñez y mocedad aragonesas, de un espíritu encandilado por los mejores sueños de la juventud, a una causa religioso-política cantada con acentos emotivos, no necesariamente comparables. pero, desde luego, respetables siempre. La vida en un hogar de la burguesía rural de los años 20 y su inmersión en los vertiginosos días de la II República son descritos con gran sensibilidad y riqueza de matices por una pluma que, pese a estar avezada en la redacción de varias obras enjundiosas y abultadas, no demuestra, a las veces, excesiva familiaridad con el oficio de escribir. Plan de Estabilización El Plan de Estabilización de 1959 imanta desde el primer instante la atención de su inspirador y protagonista, conforme reitera hasta la saciedad Mariano Navarro, Frente a la opinión más generalizada y ya arraigada en manuales y monografías que otorga la paternidad del Plan al tándem tecnocrático de Mariano Navarro y Alberto Ullastres, el primero se afana en su obra por probar, con toda suerte de testimonios, su autoría exclusiva. No por ello dejar de reconocer la brillante e irreprochable gestión de su colega, con el que la dinámica de sus respectivos ministerios conduciría a ciertos y empeñados enfrentamientos, que nunca romperían su solidaridad en el abandono de las viejas recetas autárquicas ni aún, menos, su estrecha sintonía amical. «Conocía a Alberto desde los primeros días de la terminación de la guerra. Ambos pertenecíamos a la Acción Católica. Alberto como presidente diocesano de Madrid y yo como vocal nacional de Apostolado Castrense. Preparamos juntos el doctorado de Derecho, y durante este tiempo todos los días iba a su casa de Claudio Coello, recibiendo las atenciones de su madre, que me trataba como si fuese uno más de sus hijos....

Los libros de los políticos

José Manuel Cuenca Toribio La moderación, cualidad fundamental del libro de José María Aznar, hace que éste pueda ser no sólo un lugar de encuentro para las legítimas aspiraciones de gobierno y de acción política, sino también un foro para la reflexión sobre los problemas e interrogantes que tiene planteados nuestra sociedad en este fin de siglo. En general, los políticos españoles realizan aquella definición del hombre que una leyenda bufonesca atribuye a Platón: son bípedos implumes, ciudadanos que no escriben. No se creen nunca obligados a exponer formalmente el organismo de sus pensamientos, los principios, que de sus acciones públicas emanan. Les aterra parecer ideólogos. Palabras éstas de Ortega un tanto inmatizadas, pero que, como siempre ocurre en la caracterización de algunos fenómenos claves de nuestra historia debida a la pluma del autor de La rebelión de las masas, dan en la diana. Comparada con la clase política británica, francesa o lusitana, la española no ha encontrado casi nunca en su amor por la cultura y, sobre todo, en su afición por el dulce tormento de la escritura una señal distintiva. Hubo, sí, una línea de conducta aflorada en los altos medios políticos de mediados del siglo XIX que, con discontinuidad e intermitencia, se ha mantenido, con desigual fortuna, repetiremos, hasta la actualidad. Tal costumbre radicó en que en los inicios de carreras públicas que se adivinaban fulgurantes y llamadas a un gran destino, el joven político o algún redactor a sueldo... daba a la luz un libro en el que se abordaban los problemas más candentes de la actualidad nacional e, incluso, a las veces, se diseñaba en sus páginas todo un programa de actuación futura. En la etapa finisecular, esta corriente creció anchamente, registrando tal literatura su época quizás de mayor esplendor. Doctorado muy notablemente en Bolonia y con ambiciones inembridables acerca de una desbordada vocación política, Alvaro de Figueroa, futuro conde de Romanones, publicó en el intervalo de un lustro dos obras de indudable relevancia El régimen parlamentario y Biología de los partidos políticos, en las que se demostraba un acabado conocimiento de las cuestiones más candentes del panorama político europeo; centradas, esencialmente, en la pasajera crisis del sistema representativo de corte liberal ante el embate de una democracia imparable. Un correligionario del conde, dotado de prendas y talento igualmente descollantes para la acción pública, su coetáneo José Canalejas y Méndez, se serviría primordialmente de las columnas de la prensa para reflexionar, coram populo, sobre la inflexión del canovismo en la crisis finisecular, y para lanzar a los cuatro vientos un mensaje más inconformista y radical que el de Romanones. Programa que veía como punto final de la acción del partido liberal el nacionalizar la monarquía alfonsina, esto es, ensanchar su base social, desprendiéndola del dogal oligárquico. Tiempo adelante, Manuel Azaña se valió, en la dirección de la célebre revista España, del predicamento del que ésta gozaba aún en su fase terminal en los círculos universitarios e intelectuales para, burla burlando, con la glosa de...

Autores y editores

No pueden vivir separados, pero se entienden con dificultad: los autores aspiran a entrar en un reino de inmortalidad literaria cuya llave guardan los editores. Pese a estar condenados a entenderse y a no concebirse separadas sus respectivas existencias, no puede decirse que, en líneas generales, la relación entre los escritores y los difusores de su obra sea muy cordial. Sin duda, son más numerosos los motivos que empujan a una buena sintonía entre autor y editor que los opuestos; pero los elementos que conspiran a introducir la discordia en su diálogo son más poderosos e influyentes. El dinero, el muchas veces legítimo afán de ganancia y lucro, anda, naturalmente, metido en ello. La actitud en que se colocan ante él uno y otro agente del proceso literario es diferente. Por esta causa y también, desde luego, por otras, como las diferencias estéticas o de planteamientos y objetivos, son raros los ejemplos que la historia muestra una perfecta identidad de propósitos y metas entre ambos. Siempre hay reservas, penumbras y disfuncionalidades entre sus respectivos papeles. Un genio como Schopenhauer vio cómo el editor de su primera y más importante obra, "El mundo como voluntad y representación", se cerró en banda a publicar veinte años más tarde su "Parerga y Paralipomena" por la escasa audiencia de aquélla, y al fin pudo topar con uno que se arriesgó con los Parerga, aunque con la sola retribución de diez ejemplares en buen papel, de una tirada de setecientos cincuenta, que, en esta ocasión, sí se agotaron casi instantáneamente... Cuántos grandes libros en la crítica, el ensayo o la narrativa anduvieron huérfanos y errantes de editor, y encontraron cerradas a cal y canto todas las puertas del arte de imprimir. Un novelista vasco con fama de gafe, y miembro de la Real Academia más que por sus méritos no escasos, ciertamente, por la siempre poderosa presión de los clanes norteños en Madrid, escribió una obra El Premio con el exclusivo fin de quemar en efigie a uno de los editores más célebres de toda la centuria, refractario a incluir en sus catálogos la producción incesante de su flagelador. Galdós llegó casi a arruinarse a fines del siglo pasado repetiría la experiencia... por un famoso pleito con su primer editor, y ello pese a poner su contencioso en manos de Maura, que lo defendió con inteligencia y calor extremos. Y durante varias décadas del pasado más reciente, se ha arrastrado la disputa jurídica entre los herederos de D. Gregorio Marañón y un afamado editor andaluz avecindado en Barcelona, siendo, por otra parte, el cuento de nunca acabar los conflictos producidos por el enfrentamiento casi ineluctable entre los descendientes de las figuras literarias y sus editores más habituales o consagrados. Esto sucede en España y también en todos los países. Sin embargo, en naciones como Alemania, Inglaterra o Francia, los puños suelen estar más enguatados y funcionar mejor la organización editorial. Un pensador de prestigio internacional y escritor de raza, Jean Guitton, nos ha hablado en un precioso...

Los Nacionalismos

Ante la sorpresa universal de sociólogos, politólogos y, ¿por qué no confesarlo?, de historiadores, el nacionalismo ha vuelto a convertirse en el gran protagonista de la evolución de los pueblos un siglo y medio más tarde de ser el motor de los acontecimientos en numerosos países europeos. ¿Venganza del ayer por no haber sabido dar solución adecuada a las exigencias razonables de algunas nacionalidades? ¿Reemplazo de energías de un cosmopolitismo agotado simple máscara de egoísmos estatales a un nacionalismo pujante, en el que encuentran sentido la vida de muchos hombres y mujeres? ¿Mero compás de espera ante la llegada de una civilización verdaderamente planetaria? La respuesta variaría si se diera a nivel de etnias y estados o al de naciones en búsqueda de formas Estatales; si bien siempre nos encontraríamos cara a un mismo fenómeno de insatisfacción y remecimiento de las estructuras políticas y sociales actuales. En la España reciente, los nacionalismos catalán y vasco fueron actores destacados de la erosión del franquismo. Tal actitud no tardó en capitalizarse con la restauración de la Monarquía. Las credenciales democráticas de ambos movimientos estaban fuera de duda y se contaba con ellas para construir el nuevo edificio constitucional e, incluso, en parte, el de una nueva sociedad. Ha de reconocerse que las demandas de las dos regiones, en especial, la catalana, no fueron desmedidas. Así lo entendieron los responsables de la primera fase de la transición, aunque no extensos sectores de la opinión pública. La espiral de los contenciosos de agravios comparativos y reproches mutuos recuperaron el vigor de otros tiempos, al paso que las corrientes dialogantes no ensanchaban su caudal por la progresiva crispación de los ánimos. A fines de los ochenta, estaba ya claro que el Estado de las Autonomías diseñado en la Constitución de 1978 no había demostrado fórmula eficaz para articular una convivencia de las diversas comunidades españolas relativamente estable. En tanto que casi todos los constitucionalistas y los altos cuadros de la Administración rompían y rompen lanzas en favor de la viabilidad de aquél aún inédito en múltiples de sus virtualidades, vascos y catalanes se afanaron y afanan en poner de relieve sus carencias y limitaciones a la hora de afrontar con alguna garantía de firmeza el inmediato porvenir. Sin preterir el juicio de catedráticos y expertos, resulta, empero, evidente que las continuas referencias e invocaciones al federalismo del lado incluso de ciertos sectores gobernantes descubre una extendida insatisfacción en medios políticos e intelectuales, a los que sería temerario descalificar globalmente por la frivolidad e ignorancia de algunos de sus exponentes. En política valen casi todas las armas y nadie duda que el oportunismo ha sido una de las principales utilizadas por los dos nacionalismos históricos. A la caída del comunismo, con la nueva primavera de los pueblos, y, un poco más tarde, con el debilitamiento del gobierno socialista, la coyuntura favorable se aprovechó por uno y por otro para hinchar las velas de reivindicaciones hasta entonces refrenadas por una atmósfera externa e interna poco propicia. Ello es, importa...

Un empresario creador

Un capítulo de relieve de nuestra historia económica ha comenzado a roturarse en los últimos tiempos. El mundo empresarial, decisivo en cualquier organización social a la altura del presente, atrae, en efecto, el interés de los estudiosos de dicha rama, imantado hasta días recientes por aspectos y cuestiones no siempre descollantes. Prepósteramente, se han tendido a analizar las consecuencias antes de las causas. La distribución de las riquezas es sin duda una faceta esencial de la actividad económica y de la estructura política; pero su creación resulta innegablemente de mayor trascendencia en todos los planos. De ahí, que trabajos como el glosado susciten espontáneamente la simpatía y el aplauso. A los héroes -soldados, gobernantes, juristas, escritores...- cuyo culto se inculcara tan plausiblemente en la formación educativa del siglo que ahora acaba y en la de su antecesor, deben de añadirse el de las figuras consagradas con éxito a generar bienes económicos en sobresaliente escala. En particular, en países como España, cuya lista de capitanes de industria y empresarios de notable talla se ofrece muy reducida. Por muchos y justos títulos, se incluye en sus primeros puestos el nombre del navarro Félix Huarte (1896-1971), quien puso en la tarea, aparte de una destacada inteligencia y un instinto económico de primer orden, todas las cualidades de la personalidad de una región entrañablemente española -honestidad, perseverancia, firmeza. Un madrileño seducido por sus gentes y tierras ha colocado su saber y esfuerzo al servicio de retratar historiográficamente al propulsor de algunas de las empresas más conocidas y fecundas del desarrollo peninsular de mediados del novecientos. La documentación allegada y puesta en envidiable orden de salida para una biografía del hombre y su ambiente se ofrece, en verdad, asombrosa. Cuentas y discursos, números y reflexiones ascéticas y, sobre todo y ante todo, un epistolario inigualable en cantidad y expresividad. Esta fuente, tan poco utilizada por los historiadores nacionales pese a su gran valor, despliega en el libro reseñado todas sus virtualidades. Cartas íntimas, profesionales, políticas, burocráticas, amicales, religiosas, permiten con su mucho trigo recomponer las piezas siempre difíciles de una vida, incluso de la más rectilínea. Posiblemente la España de Franco sea el período más beneficiado en su estudio e interpretación por los testimonios y noticias aportados en la obra glosada. Y dentro de ella la denominada con toda exactitud, al menos en el caso hispano, "década prodigiosa", esto es, los años sesenta resulta la más enriquecida por las fuentes epistolares exhumadas por el profesor alcalaíno. La aventura está ahí, al alcance de un historiador con sensibilidad y acervo de la España comprendida entre las dos dictaduras de nuestro siglo. Es probable, y, desde luego, deseable que sea el mismo que ha llevado a cabo con encomiable éxito todo su complicado y laborioso apresto el que la acometa. Viento favorable a una travesía muy necesaria para el conocimiento de las raíces más determinantes de la actualidad.

El parlamento de la democracia, sus cronistas y glosadores

Tras quince años de democracia es hora de realizar un primer balance de la evolución de las actitudes frente al Parlamento. Nunca se ha caracterizado el pueblo español al menos en la Edad Contemporánea por el amor a sus instituciones. Comunidad individualista y proclive a la invertebración, la celtíbera es difícil de atraer por cualquier empresa que implique integración y solidaridad. Más que ninguna otra, la ¡institución parlamentaria debiera sentirse envuelta por el interés y la simpatía de los ciudadanos. Pero no ha ocurrido así en ningún periodo de nuestra historia. Después del conmovedor arrebato que despertara la restauración del régimen parlamentario y su texto constitucional de 1978, su afianzamiento no ha corrido parejo a la vibración popular ante la andadura del órgano legislativo y sus componentes. Muy pronto la agresividad, cuando no el escarnio, se han cebado sobre él por parte de una opinión pública hipercrítica y en exceso quizás exigente, aunque tampoco han faltado desmaña, narcisismo y presuntuosidad del lado de las Cámaras. Tal estado de cosas no es irreversible y la esperanza es aquí un sentimiento realista. Ella animó, los primeros pasos de una andadura que tuvo en los cronistas de aquel radiante parlamentarismo sus mejores testigos. Antequam y postquam de la Constitución pudo recogerse un amplio y variado elenco de artículos y ensayos en torno a la institución parlamentaria. Este gran caudal publicístico creó la imagen del Parlamento en la España de la transición. Puede aventurarse que la literatura de signo cautelar o interrogativo acerca de las nuevas Cortes, fue más abundosa que la opuesta. Bien mirado, el fenómeno no tiene mucho de extraño. Sus defensores más encendidos estaban inmersos en la política activa, en tanto que los demócratas reconvertidos, o los nostálgicos, canalizaban sus energías políticas a través de escritos en los que se llamaba a la prudencia o se vertían anatemas contra un Parlamento que no se observaba como el atlante de todo el nuevo espacio político. Expresiones muy significativas de esta última corriente, son las reveladas por un destacado protagonista del régimen precedente y por un periodista incombustible. Denominado el ministro eficacia en el fastigio del desarrollismo, Federico Silva se convirtió en disidente de su propio partido, Alianza Popular, al ser uno de los dos diputados que no votaron la Constitución. Sin tener oportunidad de explicar su postura en el hemiciclo parlamentario, se sintió obligado a dar a conocer al público las razones que le condujeron a ello, una viva conciencia de que el mapa autonómico diseñado por la Constitución ponía en grave peligro la unidad española. No obstante, sus reservas ante el parlamentarismo eran casi invencibles y no tenía empecho en revelarlas. En su desiderátum político, la visión del órgano legislativo era un tanto funcionalista. En cuanto al poder legislativo, habría que considerar con todo detenimiento las ventajas e inconvenientes del bicameralismo. Para mí ha sido un ideal durante mucho tiempo. Sin embargo, debo reconocer que su resultado bajo la Ley de Reforma Política y la Constitución del 78 no ha tenido demasiada brillantez. Es un...

El espíritu del 68: Pacifismo radical y revolución en los hábitos

Con ocasión del cuarenta aniversario de mayo del 68, el historiador José Manuel Cuenca Toribio profundiza en la originalidad y en los principios del ideario antisistema del 68 francés.

Por una legítima independencia

De cómo España reconstruyó su propia identidad y, ofreciendo un admirable ejemplo de voluntad nacional, se hizo acreedora de la gratitud de las naciones europeas.

La mercantilización de la Historia contemporánea

De cómo la aceleración del tiempo histórico parece revalidar una vez más la infalibilidad del viejo Tácito cuando afirmaba que una generación es una buena medida para acercarse a la comprensión de la aventura humana.

La Reconquista y la formación de una comunidad histórica española

Un repaso a la historia de España centrándose en la Reconquista y en los elementos que introdujo. La evolución de las Cortes peninsulares en su fase de gestación.

Un sevillano en Madrid

Más de la mitad de la fecunda existencia de Antonio Fontán ha transcurrido fuera de su región natal; gran parte de este tiempo se deslizó en el septentrión y en el centro del país.

La Revolución revisada

Federico Suárez
Vida y obra de
Juan Donoso Cortés

Editorial Eunate
Pamplona, 1997, 1088 págs.