José Luis Moralejo

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Catedrático de Filología Latina

Letras y poder, ambas inclusive

El volumen Letras y poder en Roma (2001) es, tras su Humanismo romano (1974), el segundo que Fontán dedica a la recopilación de algunos artículos suyos. Se editan en esta ocasión un total de veintitrés textos, hasta ahora dispersos en revistas y misceláneas varias y no siempre obvias, agrupados en cinco capítulos temáticos que facilitan su accesibilidad. Es ésta una primera virtud del nuevo libro, muy de agradecer cuando se trata de trabajos, como los que aquí comentamos, de un maestro.Los textos abordan un amplio abanico de temas, desde la más erudita investigación filológica hasta la amena divulgación. Como algunos de ellos han sido ya analizados en colaboraciones precedentes, voy a centrar la mía en el comentario de los estudios de Fontán consagrados principalmente a la Retórica — el arte que en la Antigüedad vinculaba las letras con el poder político—.RETÓRICA Y POÉTICAEn la cuarta sección del libro que aquí comentamos , se reparten a partes más o menos iguales los estudios sobre retórica y los textos sobre poética. En materia de retórica antigua tiene acreditado Fontán un sólido currículo investigador, y en él ocupa un lugar importante el primero de los estudios reeditados en este capítulo — «La retórica en la literatura latina»—, presentado como ponencia en el V Congreso Español de Estudios Clásicos (1976).No hará falta recordar al común de los lectores que la moderna rehabilitación de la antigua ars dicendi fue una empresa a contrapelo. Durante al menos siglo y medio —desde el triunfo de las estéticas románticas frente a la vieja tradición clásica—, el adjetivo «retórico» arrastró una carga de connotaciones negativas que lo hicieron sinónimo de «artificioso», «vano» o simplemente «falso». Pero entretanto, de puertas adentró de la Filología, se había producido lo que Fontán llama «el recurso a la estilística» como instrumento de análisis de la obra literaria. Y fue mérito de Ch. Bally el de haber proporcionado a esa disciplina el respaldo que podía recabarse de la concepción teórica, entonces incipiente, llamada a renovar por entero los estudios lingüísticos: el estructuralismo de Saussure.Tuvieron que llegar los años sesenta del ya pasado siglo para que, en todos los frentes de la cultura humanística, se empezara a hacer justicia a la vieja disciplina del ars rhetorica, y entendida no sólo como arte de la palabra convincente, sino también como lo que ya llegó a ser en la propia Antigüedad: «ciencia del estilo» y «técnica literaria», en palabras de E. R. Curtius.Fontán distingue cuatro corrientes dentro del moderno movimiento de rehabilitación de los estudios retóricos. Una de ellas es de estirpe lingüística, y arranca del famoso esquema de las funciones del lenguaje de K. Bühler, enriquecido luego por R. Jakobson con, entre otras, su función poética. Una segunda línea, encabezada por H. Lausberg, con su Manual de Retórica Literaria, se afanó en codificar y depurar las enseñanzas de los tratadistas antiguos. Dentro de un terreno estrictamente filológico, y en estrecha conexión con la exégesis de los textos, se ha movido la tercera corriente de investigación,...