En las últimas décadas, el feminismo académico norteamericano vertebrado en torno a los Women's Studies ha puesto en boga la acusación de "esencialismo" para desautorizar las posiciones opuestas a la tradición dominante en su seno. En cierto modo, "esencialista" se ha convertido en un insulto descalificador del adversario, como puede serlo el epíteto "fundamentalista" en las sociedades democráticas o lo fue "fascista" en las comunistas. De modo similar, los estudios feministas en España huyen también del esencialismo como de la peste y emplean la acusación de "esencialistas" para descalificar a sus oponentes. Victoria Camps escribía en Virtudes públicas (1990) que no hablaba ella "de una esencia de lo femenino, pues me repelen los "esencialismos" y Alicia Puleo diagnosticaba la "inquietante tendencia" de algunas feministas "hacia la revalorización de las virtudes femeninas y de la distribución de papeles según el sexo que en los años setenta fueron vigorosamente combatidas. La tentación esencialista de aceptar la diferencia (...) entre los sexos se abre camino fácilmente debido, en parte, al clima de escepticismo y decepción acarreado por la caída de los paradigmas revolucionarios, por la recesión económica y el auge del pensamiento de derechas" ("De Marcuse a la Sociobiología: La deriva de una teoría feminista no ilustrada", en Isegoría, 1992).Estas palabras muestran con claridad que, bajo la acusación de esencialismo, Puleo está aludiendo al reconocimiento de la diferencia entre los sexos. Si solo fuera esto, podría parecer una trivialidad, pues la diferencia de los seres humanos por su condición sexuada es tan obvia que solo puede haber pasado por alto a los filósofos. Cuando en el debate feminista las o los contendientes se acusan mutuamente de "esencialistas", emplean ese epíteto con un carácter equívoco, esto es, en sentidos muy diversos y en cierto modo opuestos.Esencialismos y constructivismo Como ha señalado Diana Fuss, no hay, por así decirlo, una "esencia del esencialismo", sino que solo podemos hablar en plural de esencialismos. En este contexto, puede definirse típicamente la concepción esencialista como aquélla opuesta a las diferencias entre los sexos, como aquélla que sostiene que la esencia común humana anula o torna meramente accidentales las diferencias entre mujeres y varones. Pero, por otra parte, son también tachados de esencialistas quienes reconocen una diferencia biológica radical entre varones y mujeres que da razón de los géneros. En este sentido, ambas concepciones esencialistas serían opuestas entre sí y el esencialismo en cuanto tal se definiría entonces por su contraste con el constructivismo, que sostiene que las diferencias no son innatas, sino culturalmente construidas, enseñadas o impuestas por toda una educación orientada en esa dirección.En la perspectiva constructivista, los géneros masculino y femenino son construcciones culturales relativas a cada sociedad de las que la común esencia humana se reviste en cada caso, de acuerdo con la influencia del entorno o con la orientación personal. A pesar de la frontal oposición entre esencialismo y constructivismo, puede advertirse que "la barrera entre esencialismo y constructivismo no es en modo alguno tan sólida e infranqueable como suponen los defensores de...