Eugenio Bai

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Nueva Revista

Los comediantes, Rusia, fin del siglo

Eugenio Bai En las elecciones de junio de 1990, Yeltsin y su equipo hicieron creer que éste era la única persona capaz de ser presidente, que no había otros candidatos; y Occidente cayó en la trampa al apoyarlo en exclusiva. Mientras tanto, el pueblo ruso no votaba por el reformista Yeltsin, sino contra el comunismo. n acontecimiento de importancia histórica, según sus autores, tuvo lugar en Moscú a finales de abril. Seis meses antes de Ulas elecciones parlamentarias se fundaron dos agrupaciones políticas, una de orientación de centroderecha, y otra de centroizquierda. Los directores del proyecto, los más sabios de Kremlin, decidieron aplicar en la Rusia postcomunista el viejo modelo de la democracia americana. Para desempeñar el papel de Alexander Hamilton, padre del partido republicano, se prestó el actual primer ministro ruso Victor Chernomirdin, un conservador moderado. El papel de Thomas Jefferson, líder de los demócratas, correspondió a Ivan Ribkin, portavoz de la Duma Estatal, cámara baja del parlamento ruso. Pero toda la jugada la echó a perder el propio presidente Yeltsin. Dijo, sin pensar mucho, que estos dos bloques habían sido creados a su voluntad y capricho. Los autores del proyecto se llevaron las manos a la cabeza. En efecto, todo el plan lo hicieron para Yeltsin, pero se suponía que el primer bloque tendría que ser gubernamental, mientras que el segundo debería reunir a la oposición moderada. Y ¿cómo iba a ser posible que, en vísperas de la campaña electoral, el Presidente creara una oposición contra sí mismo? Desde aquel entonces la prensa está burlándose del Presidente de la República. El invento infantil fracasó. Pero los analistas opinan que de no haber revelado Yeltsin el secreto, el plan hubiera fracasado igual. Se suponía que los dos bloques hubieran podido reunir hasta el 80% de los votos, dejando al margen del proceso a los extremistas de ambos flancos. Con los mismos objetivos se crearon dos partidos pro Yeltsin en las elecciones parlamentarias del 93. Se les brindó todo el apoyo financiero del Estado, pero entre los dos ganaron menos votos que un solo payaso, el ultranacionalista Vladimir Zhirinovski. Un elector impredecible en un país de misterios Los políticos pueden elaborar cualquier modelo, pero en definitiva la decisión corresponde al elector. Así pasa en cualquier país, pero Rusia es especial. Aquí el elector es un sujeto incontrolable. Vamos a hacer un bosquejo del elector medio ruso. Por lo general es un ciudadano de unos 40 años, con educación secundaria, casado, tiene dos hijos, trabaja de obrero o empleado en el sector estatal, gana unos 150 dólares mensuales, y tiene un apartamento de dos habitaciones de unos 30 metros cuadrados. Todos sus ahorros bancarios se los comió la inflación. En verano no puede permitirse el lujo de ir a los balnearios del Mar Negro, como antes, porque no tiene dinero. Perdió además todas las facilidades que antes le brindaba el socialismo (círculo infantil, educación y medicina gratuitas, etc.). Ese individuo medio, no obstante, hace cuatro años votó por Yeltsin, porque entonces...