Carlos Arrizabalaga

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Profesor de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Piura. Editor de la revista Mercurio Peruano
Junípero Serra. Fundador, pionero y santo

Junípero Serra. Fundador, pionero y santo

El reconocimiento formal de Junípero Serra en California se fue gestando lentamente en las ciudades que deben su fundación a su empeño y tenacidad, principalmente San Diego, Monterey y, por supuesto, San Francisco. Los obispos de California expresaron inmediatamente su alegría y gratitud cuando el papa Francisco anunció en enero la canonización del padre Serra. Pero inmediatamente se levantaron voces en México y California en contra de la exaltación de una persona que según ellos había sido «un conquistador, invasor y criminal». Periódicos como el Excelsior de México y Hoy de Los Ángeles daban publicidad gratuita a la polémica y se adscribían a la turbia corriente descalificadora. Pequeños grupos protestaron frente al obispado de Los Ángeles ante la mirada perpleja o indiferente de la mayoría de los católicos californianos, tanto hispanos como americanos o filipinos, que viven en una comunidad enraizada en una larga historia que es modelo de convivencia aunque no esté del todo exenta de dificultades y en la que algunos siembran como serpientes rumores de confusión. DEBATES Y PROPAGANDA La tensión en la calle es en buena parte un reflejo amplificado o distorsionado de los debates académicos que han recorrido la mayor parte del siglo XX y que han sido atizados por las cambiantes tendencias de las universidades norteamericanas. James A. Sandos (1988) resume los extremos de esta polarización y más recientemente Robert M. Senkewicz (2010) ha mostrado de manera muy ecuánime las diversas actitudes hermenéuticas que subyacen a los distintos investigadores. Entre los detractores están Rupert y Jeannette H. Costo (1987), o Robert H. Jackson y Edward D. Castillo (1995), que apoyados en un demoledor ensayo de Sherburne F. Cook (1976) no dudan en calificar el sistema de las misiones en California como un genocidio que tuvo un impacto fatal sobre las culturas originarias. Culpan a las misiones por todo, y así exculpan al despojo que supuso la secularización de las tierras y la llegada masiva de americanos con la violencia que desataron durante la fiebre del oro posterior. Es un discurso manido. Investigaciones más recientes, dotadas de mayor acopio de datos, ofrecen opiniones más matizadas. Hugo Reid o William McCawley, aunque aceptan que los franciscanos se preocuparon sinceramente por el bienestar de los indios, siguen considerando que las misiones supusieron un daño irreparable en esas culturas o que se mostraron insensibles respecto de las tradiciones culturales de los nativos californianos. Steven W. Hackel (2005 y 2013) considera ahora que las misiones fueron más porosas de lo que los expertos habían pensado y que en general, aunque los indios oscilaban entre la aceptación y el rechazo de las misiones (porque suponían un cambio de su modo de vivir), estas les aportaban claros beneficios. Las misiones les proporcionaban protección, alimentación y vestido, espacios agrícolas y ganaderos, y un intercambio justo y seguro con las poblaciones españolas. Pero, pese a su éxito, les atribuye finalmente el declive de esos pueblos. Finalmente, profesores como Rubén Mendoza, arqueólogo de las misiones, o Gregory Orfalea defienden la canonización de Junípero Serra por cuanto supone...