Antonio Martino

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Nueva Revista

De economista a político

Debido a mi trayectoria académica, siempre desconfié de los políticos, coincidiendo en esto y en tantas otras cosas con Adam Smith, quien se refería a "esos insidiosos y taimados animales, vulgarmente llamados hombres de Estado o políticos". Tal desprecio por los políticos era compartido por J. M. Keynes, quien decía que "su estupidez es inhumana". En realidad, los economistas solemos sentir por los políticos el mismo tipo de admiración que las palomas tienen por las estatuas. Y, pensando así, ¿por qué me metí en política? En una reunión en Liechtenstein, hace varios años, George Urban me pidió que hablara sobre el crimen organizado en Italia. Respondí diciendo que la política organizada le hacía mucho más daño a mi país que el crimen organizado. A lo que Urban replicó: "¿cómo puedes diferenciarlos?" A partir de 1992, en Italia ha habido un sinfín de acusaciones de sobornos, desfalcos y corrupción política. Casi a diario se lanzaban acusaciones contra conocidos políticos y empresarios; decenas de ellos fueron detenidos. Casi todos los partidos resultaron afectados; a finales de 1993, no menos de 338 diputados (54% del total) y 100 senadores (32%) habían sido acusados de irregularidades. Para quien siempre ha visto a la política como una nueva versión de la peste bubónica, todo esto debiera haber sido reconfortante. No fue así porque el Poder Judicial estaba abusando abiertamente de sus facultades para llevar a cabo lo que consideraba una cruzada contra el "sistema político". Lo pudo llevar a cabo por el inmenso desprestigio de los políticos, pero los métodos utilizados no tenían excusa. Se mantuvo a gente presa durante meses sin ninguna evidencia válida, para así obtener confesiones, con total violación de la ley. Linchamiento generalizado y un Poder Judicial que se coloca por encima de la ley son precios demasiado altos para lograr limpiar el entorno político. Además, la destrucción de los partidos hizo aún más difícil la tarea de gobernar. Esto me lleva a un segundo punto. La mayoría de los italianos estaba convencida de que la "partitocracia" era culpable de todos los problemas y que la solución sería modificar el sistema electoral. Pero el abuso político no es un fenómeno italiano: se repite en todas las latitudes, y ningún sistema electoral es inmune a las críticas. ¿Sistema electoral o abuso político? La corrupción es el resultado obvio del gran tamaño del sector público. El sistema electoral no tiene nada que ver con esto. El soborno existe cuando el gobierno está por medio. Tal cosa sucede muy raramente entre contratantes privados. Por tanto, era inútil pensar que en un país cuyos gastos gubernamentales exceden el 58% del Pm y donde más de la mitad de la actividad económica está bajo el control del gobierno, un cambio en el sistema electoral eliminaría automáticamente la corrupción. Tendríamos que recordar el viejo dicho de Europa Central: "en las sociedades comunistas, la corrupción no es el problema, sino la solución". En cualquier caso, la ley electoral fue cambiada en el referéndum de abril de 1993, cuando el 83% de los...