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Las numerosas exposiciones dedicadas a Pablo Picasso en todo el mundo desde su muerte en el año 1973 han ofrecido a un público Lcada vez más amplio la posibilidad de conocer mejor su obra. También han ayudado a percibir la fuerza oculta en ella, y a descubrir las distintas formas y modos de expresión que Picasso empleó en su arte para reformular una y otra vez sus motivos y sujetos preferidos en una forma artística siempre distinta.

Durante su vida, a Picasso le importó distinguir entre géneros y técnicas. De este modo, trabajó en sus temas importantes, tales como retratos, desnudos, naturalezas muertas o paisajes, de forma paralela en las distintas técnicas: dibujo, pintura, escultura, grafismo, cerámica. Todos sus temas y motivos están vinculados a una determinada técnica por el medio utilizado en cada uno de ellos, y parece que ese método, que puede parecer convencional a primera vista, era el que le hacía posible estructurar su trabajo. De este modo, es posible analizar la creación artística de Picasso atendiendo a temas, formas y medios, o cronológicamente. Esta estructura básica sienta a la vez las bases para establecer múltiples conexiones y aproximaciones entre los distintos temas, motivos y técnicas, sin tener que atenerse a un orden determinado. Este proceder da acceso a su obra desde distintos puntos de vista y ofrece toda clase de posibilidades interpretativas. Desde el momento en que Pablo Picasso anticipa el futuro en su obra, posee actualidad. Es decir, que para él la eficacia y la rapidez que caracterizan nuestras actuales relaciones y formas de comunicación eran ya una parte esencial de su obra. Supo proporcionarnos su visión y su apertura ante la Modernidad, aunque, en medio de las grandes perturbaciones históricas del siglo XX, siguió comprometido con su propia época.

En lo que a mí se refiere, las circunstancias históricas quisieron que heredase un número no carente de importancia de obras de mi abuelo. Fui consciente de que tendría que buscar durante largo tiempo para poder descifrar los signos del lenguaje de Picasso, cuya comprensión es el fundamento para poderse formar un juicio sobre su creación artística. Dado que poseer, conocer y entender son cosas muy distintas, necesité años para empezar a entender su obra, a interpretarla y a comprender el valor de los trabajos que él guardaba conscientemente en su propia colección; una colección que para mí representa un tesoro de su memoria y su sabiduría.

Más allá de mi participación en exposiciones colaborando con instituciones, he decidido, partiendo de las obras de mi colección, concebir mis propias exposiciones temáticas para enseñarlas y acercarlas al público. Además, esto me permite no limitarme a asumir sin más la imagen de mi abuelo proporcionada por los medios de comunicación, sino honrar por mi parte a ese hombre que en el mundo entero sigue siendo el símbolo de la libertad de la creación artística. Hoy, las representaciones de su vida y su trabajo han alcanzado un punto que hace forzoso distinguir entre vida y obra. Nuestro punto de vista, nuestra mirada al arte de Picasso y nuestro deseo de entenderlo se basan en un gran número de informaciones biográficas. Pero estas no son necesariamente útiles para la indagación en una obra cuya fuerza e inventiva se distinguen claramente de la reducida imagen cada vez más extendida entre la opinión pública, que enturbia nuestra percepción de su obra misma.

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De este modo surgió mi deseo de llevar a cabo exposiciones. He descubierto un tema especialmente interesante, que corresponde con exactitud a aquello que hoy pienso sobre la obra de mi abuelo. A pesar de sus distintos periodos, antes veía en Picasso principalmente temas clásicos. Pero poco a poco fui encontrando el sentido de su obra en el aquí y ahora de nuestra sociedad, me hice consciente de lo amplio y premonitorio de su visión.

De ello responde toda la obra de Picasso, la expresión de una imaginación y una visión chispeantes, permanentemente renovadas, que recoge y continúa los acontecimientos y formas artísticas precedentes. La creación de Picasso parece siempre nueva, y se impone al presente como anticipación del futuro. Más aún, nos fuerza a enfrentarnos con nosotros mismos mediante su capacidad de interpretar los mitos de nuestra civilización y trasladarlos al presente, esboza nuestra historia, la fuerza, la sabiduría, la belleza y lo desconocido de nuestro ser. Aquellos de entre nosotros que contemplan la obra de Picasso se ven obligados a confrontarse tanto con su propia actitud ante la vida como con la corriente de nuestro tiempo.

Me parece importante retornar a los orígenes de Picasso. Nació hacia finales del siglo pasado en la ciudad de Málaga, al sur de la católica España. En esa ciudad portuaria enfrentada a la costa de Marruecos se mezclan diferentes regiones y culturas del espacio mediterráneo. Y también las huellas de su educación judeo-cristiana se extienden a lo largo de toda su creación artística. Su familia abandonó Málaga, y las circunstancias en las que llegaron a Barcelona dieron a Pablo Picasso la oportunidad de conocer otros lugares. En Barcelona profundizó sus conocimientos de pintura; finalmente, decidió ir a París, donde su genio tuvo ocasión de desplegarse plenamente y su obra se abrió al mundo, a un mundo del que extraía sus ideas para integrarlas en su obra, con los pies en la cultura española, y para transformarlas en sus creaciones. Dado que, obviamente, el arte de Picasso no se limita a lo que vemos, nuestra percepción y los impulsos de que se alimenta son declaradamente múltiples, de forma que nuestra actitud hacia él no puede mantenerse invariable.

El objetivo de esta exposición es dirigir nuestra mirada hacia los retratos y los cuadros de personaje, uno de los temas favoritos de Picasso, He elegido estas obras para llamar la atención sobre los distintos estadios de evolución en su elaboración. Llevados por los trazos del pincel y del lápiz, podemos aprehender en estos intentos la búsqueda gráfica de Pablo Picasso, que pone de manifiesto sin reservas la casi insolente variedad de su lenguaje artístico y su fuerza creadora.

París, junio de 2000