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Bendice al húngaro, Señor, que la
abundancia sea consigo; que halle
tu amparo protector cuando
se enfrente al enemigo; que deje atrás
su adverso hado, y sea su trigo al fin
maduro a este pueblo que ya ha
pagado por su pasado y su futuro.

Himno Nacional de Hungría.
Traducción de Eva Tóth y S. Hernández Rivera (1980)

Leyendo el Himno Nacional de Hungría se reviven las etapas más relevantes de su historia de más de mil años, pues el poeta Ferenc Kólcsey (1790-1839) evoca en él los grandes momentos de la conquista de la patria, las escenas gloriosas de la edad del rey Matías y luego las grandes catástrofes nacionales —la destrucción por cuenta de los mongoles, la ocupación turca y la caída tras la guerra de la independencia—. Después de tanto sufrimiento durante largos siglos, la nación ya ha expiado sus delitos y culpas y puede rogar a Dios que dé un futuro mejor y más esperanzado a este pequeño país.

Mencionar los delitos nacionales no sólo es un tema típico de la poesía religiosa-patriótica de los siglos XVI y XVIII, es algo que acompaña asimismo al resto de la literatura húngara, pues ésta se encuentra estrechamente enlazada con la vida y la historia de su pueblo.

LOS PRINCIPIOS

La Edad Media es la etapa de las obras escritas a mano en pergamino —los códices—. En aquellos tiempos la lengua escrita era el latín; sólo se encuentran algunas palabras húngaras en los monumentos lingüísticos más antiguos, que se intercalaban, como en nuestras glosas emilianenses, en el texto latino. El primer monumento lingüístico húngaro es La oración fúnebre, del siglo XIII, que formó parte de la liturgia de la Iglesia.

La corte del rey Matías fue uno de los centros más importantes de la Europa renacentista del siglo XV. Esta persona legendaria y famosa por su justicia, de la que tratan muchos cuentos populares, reunió a los mejores artistas y sabios de su época y fundó una biblioteca muy prestigiosa con más de dos mil códices, llamados Corvinas. Lamentablemente su Corte humanista no pudo florecer durante mucho tiempo porque el país fue acechado por los turcos, el gran enemigo del cristianismo en Europa. Ellos finalmente tomaron por asalto Budapest y Hungría sufrió su ocupación durante ciento cincuenta años.

La personalidad más grande de la literatura húngara de esta etapa es Miklós Zrinyi (?-1664), el poeta-general que, en su epopeya El peligro de Sziget, al describir el heroísmo de una reducida fortaleza húngara, quería despertar a la nación a la idea de que había llegado el momento de recobrar la libertad perdida.

PERIODO DE INDEPENDENCIA

Tras la expulsión turca, se produjo un desarrollo del país relativamente tranquilo, a resultas del cual la vida literaria fue mucho más activa. Por influjo de la Ilustración comenzó el programa de perfeccionamiento de la lengua nacional con Ferenc Kazinczy (1759-1836) y la expansión del género lírico con Mihály Csokonai Vitéz (1773-1805) y Dániel Berzsenyi (1776-1836).

El padre del movimiento romántico es Mihály Vörösmarthy (1800-1855), quizás nuestro poeta lírico más grande, cuyo Llamamiento, junto con el Himno de Kölcsey, llegó a ser una oración para el pueblo húngaro. A consecuencia de las reformas sociales y políticas en el siglo XIX, la vida y el destino del campesinado se convirtió en el centro de las obras literarias. Los dos autores más significativos de este periodo son Sándor Petõfi (1823-1849) y János Arany (1817-1882).

Petõfi, el poeta más grande para muchos húngaros, vivió sólo 26 años. Su nombre está estrechamente ligado a la revolución de 1848 en pro de la independencia total del imperio austríaco. En su corta vida pudo cruzar la frontera húngara sólo una vez, pero ello no ha obstando para que sus versos sean conocidos en todo el mundo. «Su concepto de la revolución permanece inalterable, así como su noción del amor ardiente, y lo que él sentía como tragedia sigue siendo tragedia hoy en día», lo definió con acierto el estudioso Géza Hegedûs. Su amigo, Arany, dio a los húngaros lo que más necesitaban, les dio a Toldi, el modelo de héroe húngaro a quien su fuerza, caballerosidad y pureza de corazón llevarían hasta la Corte del rey.

Después de la derrota de la revolución por la independencia, la literatura adquirió de nuevo un papel revitalizador en la sociedad. En las novelas de Mór Jókai (1825-1904) se encuentran los conceptos de unidad de la nación y progreso. Y en La tragedia de Imre Madách (1823-1864) se refleja no sólo la fatalidad de la nación húngara, sino también la de toda la humanidad. Sin embargo, el libro es una resistencia tenaz contra el pesimismo y la desmoralización —a decir verdad, una visión mítica del futuro—.

IMPERIO AUSTROHÚNGARO

En 1867 se alcanzaba el Compromiso y comenzaba el dualismo de la monarquía Austro-Húngara. La industria y el comercio empezaron a desarrollarse, y la necesidad de reformas sociales se convirtió en el principal objeto de denuncia por parte de los escritores. Las novelas irónicas de Kálmán Mikszáth (1847-1910) describen muy bien las costumbres de la época y la vida de la burguesía acomodada.

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LITERATURA CONTEMPORÁNEA

Gracias a la revista Nyugat («Occidente») la literatura húngara recibió un importante impulso a comienzos del siglo XX. Esta publicación dio a conocer en Hungría las corrientes espirituales y artísticas de la Europa de fin de siglo. La figura central en ella es Endre Ady (1877-1919) a quien, según su propia declaración, no le interesaba nada más que la política y el amor, lo que sin duda se refleja su poesía, en sintonía con el pensamiento de la opinión pública de entonces.

Los representantes de la Primera Generación de Occidente son Mihály Babits (1883-1941), nuestro poeta más rico en imágenes; y también Dezsõ Kosztolányi (1885-1936), Árpád Tóth (1886-1928) y Gyula Juhász (1883-1937).

En 1914, la guerra que sacudía al mundo tuvo especiales repercusiones en Hungría. El Pacto de Paz de Trianon, con que aquélla concluyó, originó la pérdida de dos tercios del territorio húngaro y de casi la mitad de su población. Fueron años muy difíciles y el Gobierno parecía preocuparse solamente por la revisión territorial —la subsanación de las injusticias de Trianon—. De nuevo un conflicto político llevaba al país a la guerra, esta vez como aliado de Italia y Alemania.

Los personajes más grandes de la literatura de entonces — Attila József (1905-1937) y Miklós Radnóti (1909-1944)— se manifestaron siempre contrarios a la política bélica, a la invasión de Hitler en 1944 y a la deportación de los judíos. El mismo Radnóti, por ser judío, fue llevado a rastras y fusilado por los fascistas. Escribió hasta el último momento, hasta su último aliento, cuando ya todos se habrían callado de miedo bajo la sombra de la muerte. El fascismo y la cultura fueron y son enemigos irreconciliables.

Ese mismo tema aparece en el cuento breve («de un minuto») de István Örkény (1912-1979), Dr. K.H.G., que resume todo lo trágico, grotesco y absurdo de aquellos años dramáticos (y que reproducimos en la página siguiente).

BAJO EL DOMINIO DE LA URSS

La dictadura comunista posterior a la Segunda Guerra Mundial no sólo reprimió la revolución de 1956, sino también la libertad de la literatura. Muchos escritores y poetas fueron encarcelados, como el mismo ex presidente de la República, Arpád Göncz. Muchos escritores se vieron obligados a exiliarse, como Lajos Zilahy (1891-1974) y Sándor Márai (1900-1989), los más conocidos hoy en España. A Zilahy lo consideraron «comunista» en EE.UU. y «reaccionario» en su patria. «No sé cuál de las dos es la tontería más grande», manifestaba él en su defensa.

En España se publicaron muchas de sus novelas, especialmente en los años 50 y 60 (Los Dukay, El crepúsculo de cobre, etc.).

Por lo que se refiere a Sándor Márai, su novela El último encuentro fue el décimo libro más vendido en España en 2001, según un diario nacional. Como Zilahy, él también tuvo que emigrar al extranjero. Durante mucho tiempo sus libros sólo pudieron entrar en el país ilegalmente —escondidos en las maletas de húngaros que viajaban al extranjero— pero acabaron por extenderse entre los lectores; finalmente, el Gobierno le invitó a regresar desde San Diego. Lo mismo ocurriría con Zilahy, aunque éste, por ironías del destino, murió cuando estaba a punto de regresar a Hungría.

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Márai dejó por segunda vez Hungría, no encontró allí nada por lo que quedarse. Se suicidó con casi noventa años, cuando tampoco en el resto del mundo pudo encontrar valores por los que valdría la pena seguir viviendo. Todo eso pasó en 1989; unos meses después cayó la cortina de hierro.

El personaje quizás más conocido de la literatura húngara actual es Péter Esterházy (1950). Sus escritos han sido calificados de posmodernos, aunque él mismo rechaza esa caracterización. El juego del lenguaje, las alusiones y los textos ajenos cobran gran protagonismo en sus obras. «Si yo veo lo mismo en los escritos de otros autores, frunzo el ceño, como los profesores, mostrando mi disgusto. Es un asunto infinitamente nebuloso, esto un señor no lo hace», afirma el propio Esterházy.

Por supuesto, en sus obras no existe el plagio, las citas usadas por él reciben un significado nuevo, el texto tomado en préstamo y las líneas originales son inseparables entre sí. El conflicto de la sociedad y del individuo está presente en todas sus obras, donde pueden seguirse las huellas de los cambios sociales y políticos hasta la actualidad: la dictadura de Stalin, el culto a la autoridad en la Pequeña pornografía húngara, el desplazamiento en Fancsinkó y Pinta, el socialismo y la vida cotidiana en el Libro de Hrabal, etc.

Naturalmente podríamos continuar la lista con otros grandes escritores, poetas y dramaturgos, pero la falta de espacio nos impide mencionarlos. Sin embargo, este breve artículo puede servir de modesta reseña de la literatura de este pequeño país cuya producción literaria ha permanecido escondida durante tanto tiempo en el misterio sigiloso de la lengua húngara, perdido en algún lugar en Europa central. –

Hölderlin ist Ihnen unbekannt
IN MEMORIAM DR. K. H. G.

—¿Conoce usted a Hölderlin? —preguntó el Dr. K. H. G. mientras cavaba el foso para el cadáver de un caballo reventado.
—¿De quién habla? —preguntó el centinela alemán.
—Él escribió el Hyperion —explicó el Dr. K. H. G. Le gustaba mucho explicar—. La figura cumbre del romanticismo alemán. Y a Heine, por ejemplo, ¿lo conoce?
—¿Quiénes son ésos? —preguntó el centinela.
—Poetas —dijo el Dr. K. H. G.— ¿Tampoco le suena el nombre de Schiller?
—Sí, me suena —dijo el centinela alemán.
—¿Y el nombre de Rilke?
—También —dijo el centinela alemán y se puso colorado como un pimiento, pegándole un tiro, sin más, al Dr. K. H. G.

OTRO S AUTORES HÚNGAROS TRADUCIDOS:

Nádas, Péter
Libro de recuerdo, Seix Barral, Barcelona, 1998
El final de una saga, Muchnik, Barcelona, 1999

Örkény, István
Juego de gatas, Ayuntamiento, 1991
El programa estelar, Argos Vergara, 1984
Un comandante en casa, Argos Vergara, 1984

Passuth, László
El músico del Duque de Mantua, Caralt, 1966
Más perenne que el bronce, Caralt, 1969
El dios de la lluvia llora sobre Méjico, Caralt, 1978, 1990
Amor y muerte en las lagunas, Caralt, 1978