De la soledad no deseada a la identidad personal

«Todo el infierno está contenido en esta palabra: soledad». (Victor Hugo)

Melancolía (1893), de Edvard Munch, en el MUNCH Museum. Archivo en Wikimedia Commons
Carlos Chiclana y Amaya Ocaña

Carlos Chiclana Actis. Médico. Psiquiatra. Presidente de la ONG Necesito Terapia
Amaya Ocaña Platero. Psicóloga.

Avance

La soledad no deseada es una experiencia subjetiva de desconexión que supone la discrepancia entre las relaciones que una persona desea tener y las que realmente mantiene [1]. Hablar de la soledad  «no deseada» puede resultar un discurso manido, rebosante de lugares comunes, propuestas emotivas inútiles y acciones buenistas que perpetúan el problema. ¿Cómo ha llegado esa persona a esa soledad? ¿Ha sido sobrevenida e imposible de prevenir o se ha gestado progresivamente por sus acciones? ¿La causa es el sistema social de convivencia o es consecuencia de la toma de decisiones libre de cada persona?

En esta época de conexión global y permanente, la soledad se ha convertido en una experiencia cada vez más extendida en nuestra sociedad. De hecho, hay países que han creado un ministerio de la soledad. Está profundamente ligada a la identidad, a la cultura y a la forma en que las personas se relacionan. Así, requiere una mirada crítica, sentido humano y responsabilidad compartida. No se trata de buscar culpables y exigir dimisiones, sino de comprometerse personalmente y arrimar el hombro en los ámbitos personal, social y comunitario.

Sugerimos como modelo de solidaridad para abordar la soledad, la experiencia vivida en España el día del apagón. Durante unas horas surgió un movimiento natural de solidaridad de igual a igual, en el que cada uno aportaba lo que tenía: una cocina de gas para calentar los biberones, llevar en coche a quien lo necesitaba, apoyo emocional que tranquilizaba, fuerza para subir al vecino del quinto que va en silla de ruedas, etc.

En este artículo, para hablar con precisión, se tratan los tipos de soledad, las causas que favorecen su aparición y las no pocas paradojas que dan en el contexto de la sociedad actual. Al final se ofrecen soluciones para esquivarla y remediarla. Se parte de la pregunta: ¿es la soledad algo medible?

ARTÍCULO

La soledad no deseada puede aparecer incluso estando acompañado y conlleva consecuencias profundas en la salud mental, emocional, física y social. Para su evaluación se emplean escalas como la «Escala de soledad de la Universidad de California», que explora veinte ítems de aspectos relacionales y personales para detectar el grado de soledad y posibles causas [2]. Recoge si la persona tiene relaciones significativas y a quién acudir para compartir, qué posibilidades percibe para la intimidad emocional, de vinculación, con quién hablar y sentirse verdaderamente comprendido; la sintonía y sentimiento de pertenencia a grupos de amigos y tener con quién compartir; percibirse como sociable y amistoso; y si existe timidez, sensación de rechazo, aislamiento o falta de compañía [3].

La Fundación ONCE indicó que, en el año 2024, uno de cada cinco adultos en España se sentía solo sin desearlo. En la población joven, ese porcentaje puede alcanzar el 35 % y entre quienes presentan problemas de salud mental llega al 50 %. Muchas de estas personas llevaban más de dos años así, lo que revela un malestar sostenido que, si no se atiende desde sus causas profundas, tiende a hacerse crónico. Del 60 % que en el momento de la encuesta no se sentía solo, un 20% había pasado previamente por ese estado [4].

Estos datos muestran una problemática real que nos pueden ayudar a identificar a quienes se sienten solos, y a continuar con análisis que distingan realidades individuales y personalicen a quien necesita ayuda, sin referencias a colectivos, para que comprendan que «no me importa la gente, me importas tú» [5].

De la soledad a las soledades

No toda soledad es igual. Para intervenir con eficacia, es necesario conocer y matizar la de cada persona. Existe una soledad deseada, agradable y elegida libremente, como puede ser la de quien se retira a meditar, el místico que se reúne con Dios o quien, con una personalidad más introvertida, desea y disfruta de ese tiempo a solas.

Sin embargo, hay soledades que generan malestar. La soledad social expresa una falta de integración en la comunidad; el aislamiento geográfico, que hace referencia a la distancia física con respecto a otras personas, frecuente en entornos rurales o poco poblados; la soledad psicológica, que surge cuando alguien queda atrapado en pensamientos autorreferenciales que refuerzan su desconexión; y la soledad emocional, que se caracteriza por la dificultad para compartir la intimidad y mostrarse auténtico ante otros [6]. Cuando alguien se siente abandonado por las instituciones se habla de soledad institucional y cuando siente que no tiene relaciones emocionales y de intimidad —ya sea de amistad o de pareja— podría denominarse soledad afectiva.

Puede hablarse de soledad existencial cuando hay una pérdida de sentido vital y una desintegración del yo y desconexión de uno mismo respecto de los demás. No obstante, el verdadero trabajo psicológico personal ayuda a que las personas puedan ser capaces de conectar consigo mismas, integrar los diversos yoes de su persona y adquirir sentido en su ser y en su obrar. Hay una parte del yo que necesita de esta soledad existencial donde encuentra su autenticidad, la verdad sobre sí y la consecuente posibilidad de trascender, porque para salir hacia los demás es necesario estar dentro, y para darse es preciso tenerse.

¿Qué favorece llegar a la soledad no deseada?

La soledad no deseada se ve favorecida por factores sociales como la precariedad económica, ser inmigrante o dedicar más tiempo al uso de dispositivos. También lo hace vivir en ciudades, en personas mayores, y hacerlo en ambientes rurales, en los más jóvenes.

Algunos de los factores individuales que predisponen son las rupturas de relaciones de pareja o ser una persona no heterosexual o no cisgénero, al igual que ser mujer, pero no parece que sea el hecho biológico de serlo, sino combinado con factores como la edad avanzada, vivir sola, haber dedicado la vida al cuidado familiar, o sufrir exclusión social (ver el informe de la Fundación ONCE, nota 4).

Las personas cuyo mayor número de interacciones sociales son online tienen el doble de probabilidades de sufrir soledad si se compara con aquellos que se comunican principalmente de forma presencial (ver el informe de la Fundación ONCE, nota 4). Este sentimiento también es más prominente entre quienes consumen pornografía con más frecuencia [7]. Los abandonos por parte de personas de referencia, los hogares unipersonales, el bajo nivel educativo, las dificultades relacionales y de habilidades sociales, la timidez, el mayor número de patologías médicas, los trastornos de salud mental, presentar alguna discapacidad y el uso problemático de tecnologías son otros factores individuales influyentes.

En cuanto al impacto que tienen la cantidad y la calidad de las relaciones en el sentimiento de soledad, los datos indican que la insatisfacción con la cantidad de vínculos influye más que la percepción sobre su calidad. El 53,3 % de quienes se sienten solos tiene menos relaciones familiares de las que desea, frente al 39,9 % que considera baja su calidad. En cuanto a las amistades, el 63,2 % reporta tener pocas, mientras que un 29,5 % evalúa negativamente su calidad (ver el informe de la Fundación ONCE, nota 4).

La propia persona y su vida diaria juegan un papel importante, ya que las decisiones, hábitos o renuncias, muchas veces no del todo conscientes, pueden agravar este sentimiento [8]. Todo ello conforma un entorno propicio para el aislamiento, que puede derivar en consecuencias graves como el deterioro cognitivo, la depresión, la dependencia física, la pérdida de habilidades sociales, mayor presencia de autolesiones y suicidio, peor salud física y un aumento de la mortalidad (ver nota 5). Estos efectos no solo son consecuencias, sino que también refuerzan las causas, dificultando la salida de este estado. Reconocer este proceso nos anima a brindar el apoyo cuanto antes y a acompañar sin paternalismo, comprender sin justificar y ofrecer herramientas que permitan reconstruir los vínculos.

Por tanto, hablar de «la soledad» en investigaciones e intervenciones como si fuera un concepto homogéneo puede resultar confuso y hacer errar en los planes de ayuda. Es necesario contextualizarla, comprender cómo se manifiesta, cuánto tiempo dura y qué significado tiene para quien la vive. Detrás de cada cifra hay un nombre, una historia, una posibilidad de cambio, y si no se tiene esto en cuenta, los datos se tornan fríos y las intervenciones, ineficaces.

Paradojas y soledad no improvisada

Al igual que en el cuento de Andersen, al hablar de la soledad no deseada es necesario señalar cuándo el rey está desnudo. Hay comportamientos paradójicos: la publicidad e ideologías actuales promueven el individualismo al tiempo que cada quien anhela conexión; muchas de las relaciones que se ofrecen, como las que se dan en aplicaciones de citas, son efímeras y no responden a la necesidad profunda de intimidad; el uso intensivo de dispositivos y auriculares con sistema de aislamiento deja en evidencia a quien los emplea [9].

Una reconocida cantante manifestaba en una entrevista que le resultaba invasivo que la llamaran por teléfono, y usted habrá tenido la experiencia de recibir mensajes de personas muy cercanas que preguntan si pueden llamar. Hay quien considera que una llamada de teléfono es una expresión de urgencia. «No me llames, pero hazme sentir que te importo y que puedo contar contigo», parecen expresar estas personas. ¿Te basta con un emoticono de carita con besito volador? Paradójicamente la soledad sigue creciendo.

Cada vez más se hipersexualizan las relaciones humanas, todo tiene que ser sexy, las aplicaciones de citas para rolletes de una noche se multiplican y popularizan, eliges o desprecias a quien te parece con un deslizamiento de dedo. Convivimos con esto como si fuera sano y, paradójicamente, la soledad sigue creciendo y las listas de ex y de contactos bloqueados aumentan.

La publicidad insiste en promover un individualismo consumista, el hedonismo personal, el «tú lo vales», «atiéndete constantemente», «procura sólo tu bienestar», en tener todas necesidades materiales cubiertas y poder ser un nómada o tener una república independiente. Las ventas aumentan y, proporcionalmente, también la soledad.

Ser protagonista: afrontar la soledad con identidad y responsabilidad

La soledad es un fenómeno estrechamente relacionado con la identidad personal, ya que afecta al modo en que una persona se reconoce, se valora y se vincula con el entorno. El ser humano es a la vez un ser único, con una soledad existencial originaria, y es relacional por naturaleza. Cultivar ese yo profundo, íntimo y auténtico es fundamental para vivir con sentido, que cada persona sea señora de sí misma y disfrute de ese espacio de soledad íntima en el que se reconoce a sí misma como valiosa, digna, única y amada. A la vez es necesario promover y favorecer las relaciones que te interpelan y enriquecen: mi libertad se hace mayor gracias al encuentro con la tuya.

Con esta perspectiva y sin atender a privilegios tales como la formación, el haber tenido una familia de origen funcional o los factores anteriormente referidos, la experiencia de la soledad no deseada podría percibirse como algo culposo: «Estás solo porque hiciste algo mal, por eso nadie te quiere». Esta lectura, además de ser injusta, impide abordar el problema con profundidad. En lugar de culpabilizar, despreciar o atender con displicencia, nos puede ayudar considerar la situación de cada quien con el prisma de la responsabilidad y desmontar los estigmas que dificulten verbalizar esta experiencia, especialmente entre los varones, para quienes admitir que se sienten solos aún se percibe como signo de debilidad.

Es importante revisar el modo en que se habla de la soledad para no caer en discursos que, aunque bienintencionados, terminan por despojar a la persona de su autonomía y responsabilidad. Un discurso victimista o que proyecte únicamente el origen en causas externas puede infantilizar a quien la sufre, posicionándolo como víctima en el llamado «Triángulo dramático de Karpman», con sus tres vértices de Agresor/Perseguidor–Víctima–Salvador. Así, podría ocurrir que alguien que se ha visto abocado a la soledad y es ayudado por otro, al ocupar ese otro el rol de salvador, la otra persona quede reducida al de víctima [10]. Este enfoque puede reforzar la dependencia, anular la autonomía y perpetuar la pasividad. Acompañar implica facilitar un proceso en el que la persona participe activamente. El mensaje debe ser claro: «Por supuesto que lo ayudamos, pero usted también ayúdese y ayude a otros, seguro que algo puede aportar». La compasión recibida no puede servir de excusa para omitir la responsabilidad personal.

No se trata de negar el sufrimiento, sino de impedir que se convierta en el eje de la identidad, que se haga de la herida la propia identidad personal y que además desde fuera lo aplaudamos, reforcemos y perpetuemos. Como afirmó María Belón, superviviente del tsunami y figura inspiradora de la película Lo imposible, en una reunión con víctimas de la DANA en Valencia: «Tendréis que elegir entre victimizaros o aprender de lo ocurrido [11]».

Esa elección implica transformar la herida en aprendizaje y dar paso a una reconstrucción activa. Para ello, es necesario trabajar la identidad personal, reconectar con quien se es, lo que se necesita y lo que se puede ofrecer. Tal vez lo más transformador que puede hacerse hoy sea mirar al otro y decirle: «Aquí estoy. Te veo. Hay valor en ti y en lo que tienes que ofrecer». Esto es real, por ejemplo, en las asociaciones que trabajan con personas con discapacidades graves y que tienen otras capacidades que pueden servir a otros. Por ejemplo, un chico con discapacidad intelectual y totalmente funcional físicamente, ayuda a un anciano con dificultades de movilidad y fuerza a hacer la compra y llevarla a casa. A la vez, la persona mayor le enseña cómo desenvolverse en el supermercado. Los dos necesitan ayuda y los dos pueden ayudar.

Un problema común, un desafío colectivo, una actitud personal

Es necesario pensar globalmente y actuar localmente, que la respuesta comunitaria y los planes sociales atiendan a la reconstrucción del vínculo y empiecen por lo humano: mirar, escuchar, reconocer, validar, agradecer, ofrecer y estar presente. Es necesario repensar las prioridades sociales y devolver a cada persona la posibilidad de ser vista y valorada. No se trata tanto de salvar al otro, como de caminar con él en un proceso de reconstrucción.

Una posible vía de acción es la organización en los barrios para detectar quién se encuentra solo y cómo generar redes de ayuda. En cada barrio hay personas que son «conectores sociales» que cada día interactúan con muchas personas y pueden conocer las carencias y necesidades de unos, y las habilidades y fortalezas de otros. Estas personas conectoras están en las farmacias de calle y en los centros de salud, en bibliotecas, parroquias, comercios, gimnasios y asociaciones. Cualquier persona puede convertirse en un conector social, si está atenta a quienes la rodean. Conocer a las personas por su nombre, identificar a quién se ha aislado y crear espacios de encuentro son tareas necesarias [12]. La colaboración entre instituciones, organizaciones y ciudadanos individuales resulta esencial para recuperar el tejido social [13].

Ideas contra la soledad

Si te preguntas qué puedes hacer tú ya, ahora, para disminuir el riesgo de soledad en tu vida, aquí traemos once ideas muy concretas, algunas política y socialmente incorrectas:

  • Mejor llamar por teléfono que enviar un mensaje. Con prudencia, naturalidad y oportunidad. Cada acción en su momento. Busca conectar con las personas.
  • Si la reunión puede ser presencial, mejor que online. Verse, tocarse, olerse, reunirse como animales políticos que somos.
  • Visita a las personas y deja que te visiten. En tu casa o en otro sitio. Cultiva la hospitalidad.
  • Atiende a las personas de tu alrededor que están enfermas o con necesidades. Mira, escucha, ofrece.
  • Pide perdón, perdona, déjate perdonar. No te pierdas relaciones por orgullo o soberbia.
  • Da las gracias. Estimula la virtud de la receptividad. Agradecer es percibir que te quieren, que eres amado.
  • Mantén vivos los vínculos y relaciones familiares, de vecinos, laborales, de asociaciones, clubes deportivos, comunidades parroquiales, etc.
  • Cultiva tu vida interior espiritual y religiosa, la trascendencia te abre a amar y dejarte amar.
  • Huye de los totalitarismos y las ideologías cerradas, estar en desacuerdo no implica estar desunidos. Busca lo que te une con el otro.
  • Ten relaciones sexuales sólo con quien vayas a vincularte a medio o largo plazo, evita los rolletes de una noche y el consumo de pornografía.            
  • No hagas phubbing [phone (teléfono) y snubbing (desairar, ignorar)], esto es: sacar el móvil en situaciones donde se está hablando.

La imagen de este texto es Melancolía, de Edvard Munch. La obra se encuentra en el MUNCH Museum de Oslo. El fotógrafo es The Athenaeum. El archivo está en Wikimedia Commons y se puede consultar aquí.



[1] Arroyo, M. J. (2023). La soledad no deseada: una realidad multidimensional. Revista Española de Salud Pública, 97(e202302025). https://doi.org/10.48295/97.e202302025

[2] Vázquez Morejón, A. J., & Jiménez García-Bóveda, R. (1994). RULS: Escala de soledad UCLA revisada. Fiabilidad y validez de una versión española.

[3] Vázquez Morejón, A. J., & Jiménez García‑Bóveda, R. (1994). RULS: Escala de soledad UCLA revisada. Fiabilidad y validez de una versión española. Revista de Psicología de la Salud, 6(1), 45–54

[4] Fundación ONCE. (2024). Informe Barómetro de la soledad no deseada en España 2024. Fundación ONCE. https://consaludmental.org/centro-documentacion/barometro-soledad-no-deseada-2024/

[5] Chiclana, C. (2025, mayo). De la soledad no deseada a la identidad personal. Jornada 30 aniversario ONG Nadie solo, Caixa Forum, Madrid.

[6] González Mateo, S. (2024). Problemas de salud mental y soledad no deseada: una aproximación desde el Trabajo Social.

[7] Chiclana Actis, C., & Testa, G. (2022, 6 de octubre). Consumo de pornografía en adolescentes: cuándo se convierte en un problema y cómo puede tratarse. The Conversation. https://theconversation.com/consumo-de-pornografia-en-adolescentes-cuando-se-convierte-en-un-problema-y-como-puede-tratarse-191287

[8] León Cardona Jiménez, J., Villamil Gallego, M. M., Henao Villa, E., & Quintero Echeverri, Á. (2013). El sentimiento de soledad en adultos. Medicina U.P.B., 32(1), 9–19. https://revistas.upb.edu.co/index.php/medicina/article/view/1584

[9] Capilla Garrido, E. (2023). Phubbing y Bienestar Psicológico. Diseño y desarrollo de un instrumento para su evaluación en el contexto de la sociedad digital. Universidad de Extremadura.

[10] West, C. (2022). El triángulo de Karpman explicado: Cómo librarse del papel de víctima, perseguidor o malvado (A. H. González, Trad.). Gaia Ediciones

[11] Simón, P., & García Pozo, C. (2025, 29 de abril). La superviviente de ‘Lo imposible’ a las víctimas de la DANA: «Tendréis que elegir entre victimizaros o aprender de lo ocurrido». El Mundo. https://www.elmundo.es/papel/historias/2025/04/29/680fbeb1e9cf4ad7358b4586.html

[12] Hernández-Ascanio, J., Perula-de Torres, L. Á., Rich-Ruiz, M., Roldán-Villalobos, A. M., Perula-de Torres, C., & Ventura Puertos, P. E. (2022). Condicionantes para el abordaje del aislamiento social y la soledad de adultos mayores no institucionalizados desde atención primaria de salud. Atención Primaria, 54(2), 102218. https://doi.org/10.1016/j.aprim.2021.102218

[13] Vázquez-Morejón, R., Sell-Trujillo, L., & León-Pérez, J. M. (2024). Espacios urbanos y sentido de comunidad: Claves para mejorar la calidad de vida residencial y combatir la soledad no deseada. ACE: Architecture, City and Environment, 19(55), 12437. https://doi.org/10.5821/ace.18.55.12437.