«La montaña mágica», de Thomas Mann: la gran novela del siglo XX

«Tentación por todas partes» describe el tema recurrente de esta narración

Waldsanatorium
Davos, Grand Hotel Belvédère y Waldsanatorium, en 1930
José Manuel Grau Navarro

Avance

En 1939, Thomas Mann (1875-1955), premio Nobel de Literatura en 1929, pronunció una conferencia a los estudiantes de la Universidad de Princeton titulada «Introducción a La montaña mágica». En ella, afirma: «En 1912, hace casi una generación, y si hoy usted es estudiante ni siquiera había nacido, mi esposa [Katia Mann, de soltera Pringsheim] enfermó de una afección pulmonar no grave, pero que la obligó a pasar medio año en la alta montaña, en un sanatorio de la ciudad balneario suiza de Davos. En ese tiempo, me quedé con los niños en Múnich y en nuestra casa de campo en Tölz an der Isar; pero en mayo y junio de ese año visité a mi esposa y pasé con ella allí unas semanas. Si ustedes leen el capítulo al comienzo de La montaña mágica, que describe «La llegada», donde el huésped Hans Castorp recibe las primeras impresiones del lugar: la cena en el restaurante del sanatorio, los primeros sabores de la excelente cocina del Berghof, y también el ambiente del lugar y la vida “aquí arriba con nosotros”, si ustedes leen ese capítulo, tienen una descripción bastante precisa de nuestro reencuentro en aquella atmósfera que me asombró, y mis propias impresiones de entonces».

Aquel mundo enfermo «de allá arriba» era «de una unidad y de una fuerza cohesiva de la que ustedes habrán percibido algo si han leído mi novela». Thomas Mann, reflejando la realidad del sanatorio, caracteriza a Hans Castorp, su protagonista novelesco principal, como un joven que tras medio año en Davos «no tiene en su cabeza más que medirse la temperatura con el termómetro debajo de la lengua, y el coqueteo». Tras un segundo semestre, el asunto empeora: «Ya solo puede pensar en eso», la fiebre y el flirteo. Al final, se incapacita completamente «para la vida en la llanura». La ‘llanura’ (Flachland, en alemán) es el término que utiliza Thomas Mann para referirse al resto del mundo, a todo lo que no sea la vida en el sanatorio.

ArtÍculo

Los sanatorios para tuberculosos fueron un fenómeno típico del período anterior a la Segunda Guerra Mundial, «solo posibles en un sistema económico capitalista aún intacto». En aquellas circunstancias era posible que «los enfermos, a expensas de sus familias durante años o incluso hasta el infinito», pudieran llevar aquel género de vida. «Se acabó hoy, o casi se acabó —decía Thomas Mann ya en 1939—.  Hoy en día, la terapia pulmonar adopta predominantemente otros enfoques y la mayoría de los sanatorios de alta montaña suizos se han convertido en hoteles deportivos».

En su conferencia, Thomas Mann relata lo mucho que le costó terminar esa novela, doce años, puesto que la publicó en 1924. La había pensado al principio como una obrita corta de contrapunto a La muerte en Venecia. Durante aquella época de trabajo duro, su frase favorita era una de Goethe: «Lo que no puedes terminar, eso te hace grande».

Thomas Mann: La montaña mágica. Debolsillo, 2020. La primera edición original en alemán es de 1924

Thomas Mann se pregunta qué debe decir sobre el libro en sí y sobre cómo debe leerse. Su respuesta, lo reconoce, parece «una exigencia muy arrogante», porque «hay que leerlo dos veces», siempre y cuando  haya gustado la primera lectura. La razón: «El arte no debe ser un asunto de deberes escolares», ni una «actividad contraria al corazón»; debe proporcionar «alegría, entretener y animar».

La montaña mágica es mucho más que una sátira sobre la vida en un sanatorio pulmonar, afirma Thomas Mann: apunta a revelar una naturaleza oculta, enigmática, profunda y sutil. En su momento causó un gran revuelo en el mundo médico, provocando en parte aprobación, en parte indignación, y «una pequeña tormenta en las revistas especializadas». «La advertencia didáctica sobre los peligros morales de la cura de reposo y de todo el ambiente siniestro que allí se respira queda en manos del señor Settembrini» [otro personaje de la novela]. Es un «orador racionalista y humanista», también una «figura humorística y simpática», a veces «portavoz del autor, pero de ningún modo el autor mismo».

La montaña mágica es también «un relato iniciático». Hans Castorp llega a comprender que «toda mejor salud se logra a través de las experiencias profundas de la enfermedad y de la muerte», del mismo modo que «el conocimiento del pecado es un requisito previo a la salvación». La aceptación de la «enfermedad y la muerte» es «una condición necesaria para el acceso al conocimiento, a la salud y a la vida».

En «Infierno con delicias paradisíacas», un memorable ensayo del profesor Walter Jens (1923-2013) sobre La montaña mágica que se puede leer aquí, afirma Jens: «No solo el novelista Thomas Mann, también médicos como el gran Franz Penzoldt en el tercer volumen del Handbuch der gesamten Therapie (1914) (‘Manual de terapia completa’), han descrito la montaña mágica de Davos como una mezcla entre sanatorio y lugar de placer». Porque los pacientes veían en la plaza y en el pueblo de Davos «algo así como el Lourdes de la tuberculosis». Pero era un lugar sombrío, y aunque «venerado como el Olimpo de los inmortales», allí «en realidad a menudo se moría miserablemente, en cuartos traseros, o después de un último baile atrevido, o en el suelo de parqué del gran hotel, o en un banquete o en el tren de camino a casa, en la llanura».

Berghof, el sanatorio en la novela, en realidad se llamaba Waldsanatorium (‘Sanatorio forestal’), y era una pensión que se alquilaba al precio de 12 francos suizos antes de la Primera Guerra Mundial. De allí sacó Thomas Mann a sus personajes.

Thomas Mann juega con la concupiscencia, el amor, la enfermedad y la muerte a partir de la tuberculosis. Jens recupera «determinados libros de texto», donde se señalaba que «la convivencia en sanatorios, la sobrealimentación y la inactividad física pueden considerarse factores que promueven la libido en ambos sexos». Añade Jens: «Los médicos de los centros de salud públicos deberán tener mucho cuidado con el flirteo dañino y la actividad sexual, aún más dañina entre sus clientes. Aquí es donde el peligro es mayor para quienes padecen enfermedades pulmonares, ya que la tentación acecha en todas partes». La cita la obtiene Jens del Handbuch der Tuberkulose, (‘Manual de la tuberculosis’), de Brauer. La tercera edición de ese libro apareció en 1923, un año antes de que se publicara La montaña mágica.

Según Jens, «Tentación por todas partes» describe el tema recurrente de esta novela, «un libro de una sola pieza». Cada escena «está integrada, cada persona, independientemente de sus diversos dones y capacidades, en su lugar adecuado».

Thomas Mann se va transformando y reflejando en La montaña mágica: de adversario de Settembrini, a apologeta de Naphta, y de ahí a socialista burgués, dice Jens, «en una suerte de hermanamiento de Marx y Hölderlin, de la política y de la cultura. ¿Cómo es posible que a pesar de eso Thomas Mann escribiera una novela sin fisuras?».

Fue posible, apunta Jens, «por la limitación sistemática de la perspectiva de la novela, por la decisión de renunciar a la omnipotencia (lo que habría obligado a una decisión ideológica) y permitir que el theatrum mundi se observara exclusivamente desde el punto de vista de un Hans Castorp asombrado, curioso y dispuesto a aprender».

Con excepción de algunos comentarios generales sobre cuestiones como el tiempo «real» y «literario», que Thomas Mann presenta por propia iniciativa, subraya Jens que el autor de La montaña mágica «se compromete —y lo hace a lo largo de mil páginas, con una coherencia admirable— con el principio artístico de la restricción voluntaria, describiendo así únicamente lo que Castorp, si no ve y piensa, al menos podría ver y pensar».

Para Jens, y no solo para él, «La montaña mágica es el libro del siglo XX. Demuestra que no hay ámbito en el mundo, ni uno solo, por muy científico que se piense, sea la medicina o la química, que no pueda ser iluminado con la ayuda de la literatura; iluminado y trascendido, porque la buena literatura alumbra la ciencia erudita». En La montaña mágica, «quizás por última vez», concluye.


Foto: Davos, Grand Hotel Belvédère y Waldsanatorium, en 1930. Licencia de Wikimedia Commons. Se puede consultar aquí.