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Ver productosUsos y abusos de la actuación
30 de abril de 2025 - 8min.
Richard Sennett es sociólogo y profesor emérito de la London School of Economics y de la Universidad de Nueva York. Es creador de Theatrum Mundi, una fundación que investiga sobre cultura urbana. Ha recibido numerosos premios y honores. Es autor de El declive del hombre público, entre otras obras.
Avance
La idea de que la vida es un teatro se remonta a la antigüedad, cuando el poeta romano Juvenal declaró que «toda Grecia es un escenario y todos los griegos son actores». Pero «el pensamiento en cuestión oculta más de lo que revela», afirma Richard Sennett, porque «las marcas, la iluminación y el vestuario son recursos no verbales que se utilizan en todo tipo de representaciones, al igual que la cadencia de las palabras y los sonidos, y el movimiento expresivo de brazos y pies». Todo eso contribuye a la performance, y la performance constituye un «arte impuro», según Sennett.
La palabra performance, según recoge el diccionario académico, es la «actividad artística que tiene como principio básico la improvisación y el contacto directo con el espectador». Junto a ese significado concreto, es cada vez más frecuente el uso de la voz performance con el más general de «función que se representa ante un público», a veces con un sentido figurado como en «La era de la política performance», para significar «La era de la política ‘espectáculo’, ‘representación’ o ‘actuación’».
Richard Sennett explora en El intérprete (Anagrama, 2024) el impulso humano hacia la interpretación, hacia el acto performativo. Porque se interpreta sobre el escenario en los teatros, pero interpretamos todos en nuestra vida diaria y, por descontado, los dirigentes políticos. Todos interpretamos algún papel. El mundo es un escenario.
Cuando a alguien se le reprocha que tiene cara de Jano, se quiere decir «que no es honrado; que la cara que presenta al mundo no es la de la persona que es en realidad». Pero los romanos no pensaban que Jano fuera un hipócrita, nos recuerda Richard Sennett en El intérprete (Anagrama, 2025). Jano era «el dios de las transiciones, de los pasajes, de las posibilidades. El primer día de enero lleva su nombre porque en él se cruza un umbral temporal. Antiguamente se colocaban placas con el rostro de Jano sobre los dinteles de puertas y portales a fin de marcar el paso de la calle al interior de la casa». Como dios de las transiciones y transformaciones, «inauguraba el viaje en el tiempo y el espacio, pero dejaba abierto el destino».
El arte escénico realizado con el buen espíritu de Jano (dios de las transiciones y transformaciones) «se centra en el proceso más que en un producto acabado y fijo». Con el tiempo, «las actuaciones mutan porque no existe una interpretación fija; el buen artista está siempre buscando formas de renovar una obra, de hacerla avanzar, de hacerla de manera diferente. Del mismo modo, un espectáculo abierto pide a los espectadores que participen en el progreso de la expresión en lugar de contemplar pasivamente el viaje de los intérpretes. Deberían participar como críticos, como jueces. Si el arte janusiano es abierto, no carece de forma. A medida que acumula experiencia, el artista aprende los puntos concretos en los que la expresión puede cambiarse y cómo».
Sennett no piensa que «practicar un arte abiertamente, bajo el signo de Jano, vaya a disolver el poder de las actuaciones manipuladoras y malignas», porque «la expresión maligna es demasiado convincente en lo emocional». Otro de sus principios es que «el pasado critica el presente».
Sennet resume de este modo su ensayo: «El “Libro 1” analiza los poderes inquietantes, ambiguos, peligrosos de la expresión escénica. El “Libro 2” examina dónde tienen lugar las representaciones y, más concretamente, la separación gradual de los escenarios de las calles. El “Libro 3” se centra en cómo, en un momento crucial de la historia, el artista da un paso adelante como persona singular. El “Libro 4” fija la mirada en el espectador, que hoy en día desempeña un papel eclipsado. El “Libro 5” explora cómo podría atenuarse de alguna manera la tristeza mediante formas más dignas de actuación. El “Libro 6” imagina cómo la interpretación podría elevar tanto la política como la vida cotidiana».
Como violonchelista, aunque por una lesión en la mano tuvo que dedicarse a la sociología, Sennett sabe por experiencia propia que «el gran peligro es reducir el arte escénico a una simple manifestación, una representación de la sociedad. Los problemas éticos de la interpretación son más profundos, están dentro del arte». Leer una historia no es en absoluto lo mismo que verla representada en un escenario, ni verla en forma de película. «Aun así, la conexión ética es más fuerte que el medio: las tres pueden tanto dañar como inspirar».
Ville y cité «son términos franceses que designan dos aspectos de la vida urbana. La ville es el lugar físico en el mapa, sus edificios y espacios; la cité designa los comportamientos y creencias de las gentes que habitan el entorno físico. Ambos aspectos no encajan perfectamente». Aplicado al arte escénico, «el escenario es un edificio físico, y la calle, una alineación física de espacios en torno. La ville material de la representación consiste también en atuendos, máscaras y maquillajes, decorados pintados, la iluminación de los teatros, la tecnología de los estudios de grabación». La cité del arte, por el contrario, «consiste en los significados de un texto, los esfuerzos del artista para interpretarlo y las necesidades, deseos y valores que el público aporta a la representación. Una vez más existe tensión entre la ville del arte y su cité, entre su materialidad y sus significados. Y tal tensión conforma la experiencia de una representación, al crear su originalidad y su complejidad».
En una entrevista con ocasión de la publicación de su libro en español, que se puede consultar aquí, Sennett afirma de Donald Trump que es «un gran performer, que consigue transmitir la sensación de que todo lo que dice es nuevo, algo que se le acaba de ocurrir». Trump tiene un poder expresivo que «seduce a la gente, pero que no está al servicio del arte. Por eso digo que se trata únicamente de herramientas que se usan para revelar algo más profundo». Los poderes expresivos que Sennett analiza «son sencillamente herramientas. No son la causa de comportamientos autoritarios. Esa causa hay que buscarla en razones económicas o sociales. En el caso de Putin, por ejemplo, su éxito deriva del fracaso del neoliberalismo. Su autoritarismo no responde a su teatralidad». Para que triunfen los argumentos sobre las emociones, Sennett aconseja cambiar «el marco en que pensamos para expresarnos. No puede ser un marco de expresión dominado por las pasiones de las personas. Debe ser otro tipo de teatro. El teatro de nuestro comportamiento en la calle, cada día, con extraños. Por eso me interesa tanto todo lo que tiene que ver con la cortesía, con el civismo». Por el contrario, «la mayoría del teatro político se centra en la eliminación del rival. La representación, la performance, busca el rechazo de aquellos que son diferentes a nosotros, de cualquier tipo de solidaridad. Es el modo en que se hace desaparecer la realidad. Todo se reduce a nosotros mismos y a nuestros sentimientos». La respuesta a una experiencia como esa, que tiene más de social que de ideológica, «consiste en acudir a lugares y espacios donde no seas tanto un espectador como un individuo presente, en contacto con otros que son distintos a ti».
En otra entrevista, que se puede consultar aquí, Sennett subraya: «Lo que motiva a ambos [Elon Musk y Donald Trump] es, lamentablemente, el poder y el dinero, no la ideología. De lo contrario, esto habría tomado un camino diferente. De Trump se dice que es transaccional. Un lenguaje en código para decir que si algo no le está dando poder, lo dejará de inmediato. Así que lo que está sucediendo este mes es que están viendo cuánto poder pueden conseguir. Si hay resistencia, se detendrán. Pero él no es un ideólogo en el sentido de que, incluso si está fracasando, continuará».
El libro de Sennett, con ocasión de su publicación original en inglés bajo el título de The Performer, en 2024, fue sintetizado así por su editorial, la Yale University Press: «En The Performer, Richard Sennett explora las relaciones entre la interpretación artística (en particular, la música), la política y la experiencia cotidiana. Se centra en las dimensiones corporales y físicas de la interpretación, más que en las palabras. Sennett está particularmente atento a cómo los rituales de la vida cotidiana se convierten en performances. El libro se basa en la historia y la sociología, y, de forma más personal, en los inicios de la carrera del autor como violonchelista profesional, así como en su trabajo posterior como urbanista y pensador social. Traza la evolución de los espacios escénicos en la ciudad; el surgimiento de actores, músicos y bailarines como artistas independientes; la desigualdad entre intérprete y espectador; las incómodas relaciones entre la creación artística y los rituales sociales y religiosos; y los usos y abusos de la actuación por parte de los políticos. El arte escénico, con sus dos caras, es a la vez destructivo y civilizador».
En The Times Higher Education, Sennett afirmaba: «No me interesan mucho las identidades de los artistas, ya sean negros, homosexuales… Si eres un músico negro, luchas por lo mismo que cualquier otro músico, no por cómo ser negro, sino por cómo actuar bien. Me interesa la parte artística de la actuación». The Performer también hace la sugerencia aleccionadora de que el «remedio liberal e ilustrado estándar para cambiar las actitudes de las personas», es decir, «más información y más educación», puede no ser suficiente.
La lectura de El intérprete no siempre es fácil, como se desprende de la opinión de los lectores: «The Performer es un texto académico, pero el estilo cálido, con divagaciones e incluso relajado de Sennett podría hacer que el lector olvide este hecho, para su propio beneficio. […]. Si bien el estilo narrativo de Sennett hace que sus ideas sean más fáciles de procesar, también tiende a sonar monótono. […]. Hay poca variación en el tono o el ritmo, y no me habría importado que hubiera pasajes más densos o más teóricos, aunque solo fuera por variedad. Aun así, como música y actriz ocasional, considero que The Performer es una lectura que vale la pena y me encantaría recomendárselo a mis colegas con más talento». La cita la tomamos de una lectora llamada Jo y se puede consultar en Goodreads. Emma Smith realiza una crítica parecida en The Times Literary Supplement.
Esta entrada ha sido redactada por José Manuel Grau Navarro. Las traducciones del inglés son suyas.