Un cónclave de película

Alabada por la crítica cinematográfica, «Cónclave» no recibe el aprobado general de los medios cristianos

Una imagen de la película «Cónclave»
© Focus Features
Federico Marín Bellón

Avance

La película Cónclave, de Edward Berger, se estrenó en diciembre de 2024 con un gran éxito de público y crítica, sobre todo por parte de los medios que solo valoraban su calidad cinematográfica. Ganó un Oscar, en la categoría de mejor guion adaptado, y fue candidata en otras siete. Apenas unos meses después, el Vaticano afronta su propio cónclave, marcado en cierto modo por el auge de las redes sociales, pero también por la ficción o, como mínimo, por la influencia de esta en la opinión pública. 

¿Hasta qué punto era verosímil la trama de intrigas que planteaba el guion que Peter Straughan escribió a partir de la novela de Robert Harris? ¿Pecaba el filme de sensacionalismo? ¿Se dejaba llevar por un presunto afán anticlerical? Los medios convencionales no siempre entraron a valorar estos asuntos y muchos se centraban en el espectáculo, que por otra parte tenía mérito: en el imperio de los superhéroes, no es fácil triunfar con una historia protagonizada por un puñado de señores que no paran de hablar.

Alguna circunstancia sí jugaba a favor de este cónclave de ficción: las luchas de poder siempre interesan, en cualquier ámbito, y los muros vaticanos parecen esconder los suficientes secretos para suscitar la curiosidad del público. No es casualidad que en los últimos tiempos hayamos visto en las pantallas un buen número de títulos sobre los últimos papas, a veces buscando incluso la confrontación entre ellos.  

Si analizamos lo que dicen los medios de orientación cristiana, preocupados no solo por el asunto estético, es interesante comprobar la variedad de reseñas. Algunas alaban los valores artísticos, aunque no estén de acuerdo con el trasfondo o la verosimilitud de la película, pero la mayoría censuran sus intenciones. Entre los críticos más feroces destaca el obispo Robert Barron, que recomienda «alejarse de ella lo antes posible».

Análisis

Estos días es imposible entrar en los medios de comunicación y no ver un amplio catálogo de artículos sobre el cónclave del que saldrá elegido el sucesor del papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril y enterrado este fin de semana, después de una misa multitudinaria. La noticia sería importante en cualquier circunstancia, pero quizá sufre el impulso subliminal del éxito reciente de la película Cónclave. La realidad y la ficción se retroalimentan, por grandes que sean las diferencias. Hay quien sostiene que la elección de Barack Obama como presidente no habría sido posible sin el precedente inventado de David Palmer en la serie 24. Aquello era un thriller de acción, sin mayores pretensiones políticas, pero también tuvo una enorme repercusión y mostraba a un presidente negro que destacaba por su calidad humana y su insobornable capacidad para el cargo. De algún modo, preparó al público y, por tanto, al electorado.

Cónclave puede haber ilustrado al mundo menos cristiano para entender (o malentender) algunas cosas sobre la elección de un papa. Como mínimo, ha despertado su interés. En favor de la película cabe decir que iba dirigida a un público adulto; un ateo puede entenderla y un cristiano es capaz de disfrutarla. Por supuesto, muchos también la han sufrido con irritación. El obispo Robert Barron lo dejó claro en las redes sociales nada más verla: «Si te interesa una película sobre la Iglesia Católica que podría haber sido escrita por el consejo editorial del New York Times, esta es tu película. La jerarquía de la Iglesia es un hervidero de ambición, corrupción y egoísmo desesperado; los conservadores son extremistas xenófobos, y los liberales, conspiradores engreídos. Nadie puede escapar de esta situación irremediable. (…) Dado que cumple prácticamente todos los requisitos de la “conciencia social”, estoy seguro de que ganará un montón de premios, pero mi consejo es que te alejes de ella lo antes posible».

Por suerte para Cónclave, su aspecto más criticable (sea o no creyente el espectador, esté más o menos de acuerdo con la doctrina oficial de la Iglesia) entra dentro de lo que ahora llaman spoiler; para hablar de ello, haría falta destripar el desenlace y su gran sorpresa. Como es natural, Barron no respeta esto en su mensaje y da algunas pistas, pero veamos qué dicen otros medios, no sospechosos de socavar los cimientos del catolicismo.

En primer lugar, veamos la postura de L’Osservatore Romano, donde no hay grandes reseñas ni referencias a la película, a excepción de un artículo en el que se destaca el papel que desempeña Isabella Rossellini. Para este diario, el personaje de sor Agnes es la piedra angular de una obra que describe como «una metáfora del poder temporal salpicada por la caza de secretos, la compra y venta de votos y el intercambio político». «Quizás gane muchos premios Oscar en Los Ángeles, o quizás no, pero hay un rol y una interpretación femenina que permanecerá. Y por eso, a la gente le gusta», destaca la pieza.

Ralph Fiennes, principal protagonista de la película «Cónclave»
Ralph Fiennes da vida a un cardenal en la película «Cónclave». © Focus Features

La periodista y crítica Alessandra Comazzi, autora del texto, deja claro que se inspiró en su experiencia de haber asistido a una escuela católica de Roma: “Hasta los 16 años viví rodeada de monjas. Eran buenas y amables, pero, al mismo tiempo, tenían una enorme autoridad. Intenté acordarme de ellas mientras interpretaba mi personaje. “La hermana Agnes es silenciosa y al mismo tiempo estoica y autoritaria”. L’Osservatore Romano opta por tanto por concentrarse en la interpretación de la hija de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini, en siete minutos y 51 segundos «muy grandes», que quizá justifiquen otros pecados.

Avvenire: «Comedia involuntaria»

Avvenire, el medio oficial de la Conferencia Episcopal Italiana, es más duro con la película protagonizada por Ralph Fiennes y Stanley Tucci. «Tiene poco o nada que ver con la realidad de la Iglesia», asegura el diario italiano, que censura la superficialidad de la película: «Como dictan las reglas y convenciones de los géneros cinematográficos, incluso los que giran en torno a la Santa Sede deben abrazar clichés y personajes fácilmente reconocibles, esquemas narrativos precisos y simplificaciones que, por una parte, hacen más fácil al público el viaje entre mundos posibles, pero por otra, corren el riesgo de irritar, y no poco, a quienes están en cambio convencidos de la necesidad de mayor atención, profundidad y matices cuando se decide abordar temas tan complejos».

El texto prosigue así, educado pero contundente:

«Seamos realistas: “Cónclave”, que nos lleva al corazón de uno de los acontecimientos más misteriosos y secretos del mundo, es una película muy entretenida, especialmente para un público estadounidense codicioso, que encontrará en ella algo aún más impredecible que las próximas elecciones presidenciales. Pero es imposible no sonreír ante ciertos personajes o situaciones que, sobre todo a los ojos de los espectadores italianos, corren el riesgo de parecer parodias involuntarias».

Cartel de la película «Cónclave»
Cartel de la película «Cónclave»

En la página de Catholic League escribieron sobre la película antes incluso de su estreno, a partir de reseñas de grandes medios especializados y de la novela adaptada. «Por supuesto, los principales candidatos tienen algún tipo de defecto moral», destacan, no sin señalar los antecedentes morales del autor de la novela:

«Robert Harris es un devoto liberal británico, autor incluso de una novela para atacar a Tony Blair, que fue llevada al cine en colaboración con el depredador sexual Roman Polanski. De hecho, la pareja trabajó en tres películas. Harris incluso defendió a Polanski de sus críticos diciendo que sus crímenes son un problema de cultura y moda».

La conclusión es inequívoca:

«Teniendo en cuenta lo que sabemos de “Cónclave” por las críticas aduladoras, la novela y lo que han dicho personas relacionadas con la película, es más una pieza de propaganda anticatólica que una obra de arte. Puede que tenga secuencias cinematográficas impresionantes y un reparto repleto de estrellas, pero esas cosas no redimen la fealdad subyacente del proyecto, a saber, que pretende pintar a la Iglesia católica de la forma más negativa posible».

Otros medios hacen un análisis más pormenorizado. En Catholic News Agency, por ejemplo, estudian las discrepancias entre realidad y ficción, los errores y los aciertos del guion. Jonah McKeown tampoco se priva de destripar el final (cuidado si alguien quiere leer el artículo entero en el enlace) antes de anunciar que «no todo es ficción».

McKeown menciona a su vez a otros críticos, entre los que sobresale el citado obispo Barron:

«La película pinta un retrato inexacto de los cardenales de la Iglesia: son personas mestizas, mezquinas, ambiciosas y “apagadamente ideológicas”, dijo Matthew Bunson, experto en la Iglesia y director editorial de EWTN News (la empresa matriz de Catholic News Agency). […] Aunque un observador casual podría sentirse atraído por los enfrentamientos ideológicos que se muestran en pantalla, Bunson opina que la película adolece de una “falta de dimensión intelectual y espiritual de casi todos los personajes”».

El autor del texto también analiza la precisión de los detalles más técnicos de la elección de un papa: salva algunos y matiza otros. Uno de los peores errores, afirma, tiene que ver con el cardenal Benítez, personaje clave.

«En realidad, un cardenal nombrado “in pectore” no puede participar en un cónclave a menos que el papa haga público su nombramiento antes de fallecer. Por lo tanto, desde el principio, este personaje no es elegible para participar en dicho cónclave, porque, para empezar, no debería ser cardenal».

Terminemos este repaso con otro medio italiano, Nuova Bussola Quotidiana, donde Riccardo Cascioli empieza por calificar la película como «inquietante». Lo explica pronto:

«Aunque cinematográficamente está bien hecha, se dedica a desacreditar a la Iglesia católica, protagonizada por cardenales dedicados solo a tramas de poder o con pesados cadáveres en el armario. Cosas ya vistas, podría decirse».

Cascioli explica cómo los resortes del cine son utilizados para crear una impresión no muy positiva:

«Los ingredientes del thriller vaticano están todos ahí: empezando por la banda sonora, digna de una película de Dario Argento, que desde las primeras escenas acompaña las acciones más ordinarias y obvias tras la muerte de un papa, dando la impresión de estar presenciando quién sabe qué fechoría. Tampoco faltan los escándalos que van surgiendo poco a poco mientras se desarrolla el cónclave y que, obviamente, permanecen encerrados en las salas secretas: el cardenal africano con un hijo y el canadiense que conspira y soborna a otros cardenales para conseguir su voto. Luego están los dos frentes opuestos, progresistas y tradicionalistas, estrictamente occidentales, evidentemente enzarzados en una simple lucha de poder».


Las imágenes pertenecen a la película Cónclave (2024), dirigida por Edward Berger y protagonizada por Ralph Fiennes, Stanley Tucci,
Isabella Rossellini y John Lithgow, entre otros. © Focus Features.