Cesta
Tu cesta está vacía, pero puedes añadir alguna de nuestras revistas o suscripciones.
Ver productos14 de mayo de 2025 - 6min.
Avance
El ajedrez puede ser un juego inocente y muy recomendable para los niños, pero al mismo tiempo nunca dejó de ser la metáfora perfecta de la guerra, en cualquiera de sus estados, caliente o fría. Bobby Fischer y Boris Spassky teatralizaron la versión gélida en los años setenta, bajo la atentísima vigilancia de Richard Nixon y Leonid Brezhnev, respaldados a su vez por la CIA y el KGB. No era nada nuevo; hace más de un siglo, Lenin ya había entendido la importancia de los tableros como terreno de juego donde librar batallas, no solo propagandísticas.
En Politico, un medio con tentáculos en Estados Unidos y Europa, han publicado un extenso artículo en el que la periodista ucraniana Daria Meshcheriakova analiza el talento de Vladimir Putin para perpetuar la tradición y utilizar el ajedrez como herramienta geopolítica. Según el texto, que también realiza una semblanza histórica de las prácticas del pasado, algunos de los grandes maestros actuales más destacados se han convertido en propagandistas del Kremlin.
La propia Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), esto es conocido, tiene como presidente a un antiguo miembro del régimen, Arkady Dvorkovich. La autora del texto no se fía de sus formas, en apariencia democráticas, ni del leve castigo que sufren los ajedrecistas rusos, que pueden jugar competiciones oficiales, aunque no con su bandera.
«La estrategia geopolítica de los soviéticos y rusos ha estado profundamente entrelazada con caballos, torres, reyes y reinas durante tanto tiempo que es difícil distinguir dónde termina el deporte y comienza la batalla real», escribe en Político la periodista ucraniana Daria Meshcheriakova. La reportera denuncia a Sergey Karjakin, gran maestro que llegó a disputar un campeonato del mundo, ahora convertido en un «vehemente propagandista del Kremlin, incluso entregando personalmente equipo militar en el frente de guerra».
Meshcheriakova lamenta que mientras Occidente cerraba sus puertas a Rusia, en los tableros de ajedrez los compatriotas de Putin campan a sus anchas: controlan instituciones clave, protegen a los suyos de las sanciones, permiten que participen en torneos internacionales e incluso organizan torneos lucrativos en territorios ucranianos ocupados, como Crimea y Dombás. «El ajedrez mundial se ha convertido en una herramienta de poder blando para el Kremlin, con el fin de normalizar e institucionalizar su ocupación genocida de su vecino», sostiene la periodista.
Arkady Dvorkovich es señalado como culpable. La lista de críticos que le han salido al presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) es extensa. Uno de los más tenaces es Peter Heine Nielsen, entrenador del número uno del mundo, Magnus Carlsen. Meshcheriakova recoge sus opiniones, pero ella misma aporta descripciones de su cosecha, nada favorables al dirigente: «Con su cabello gris y su sonrisa tranquila (…), irradia el aire de un burócrata deportivo de mediana categoría. Pero esa apariencia inofensiva oculta un currículum notable como alto funcionario del Kremlin, sirviendo como vicepresidente del gobierno en el régimen de Putin desde 2012 hasta 2018. Antes, fue asistente principal del entonces presidente Dmitry Medvedev, ahora uno de los más agresivos defensores públicos de la guerra en Ucrania».
Por supuesto, el ajedrez ucraniano también está en contra del máximo rector del ajedrez mundial. Oleksandr Kamyshin, presidente de la Federación Ucraniana, mantiene una postura parecida y sostiene que «la FIDE es un instrumento del trabajo geopolítico de Rusia».
Entre los denunciantes del poder ruso en el mundo del ajedrez destaca otra leyenda, Garry Kasparov. El excampeón del mundo, que llegó a ser encarcelado antes de huir de su país para evitar males mayores, considera que la Federación Internacional es la «mano extranjera» del KGB. Más preocupado por la alta política que por los gambitos desde que se retiró de la competición, el ahora residente en Nueva York sospecha que los intereses geopolíticos rusos se alinean demasiado a menudo con los de la FIDE.
El artículo repasa asimismo las conexiones pasadas de Dvorkovich y las presentes de su mujer, Zumrud Rustamova. Él trabajó en Skolkovo, centro de innovación moscovita sancionado por Estados Unidos por producir tecnologías militares para las Fuerzas Armadas rusas. Ella, que llegó a ser sancionada por Volodimir Zelenski, mantiene sus vínculos con empresas y grupos internacionales «bajo sospecha».
Malcolm Pein, maestro ajedrecista y periodista, una de las figuras clave del ajedrez británico, sostiene que «la FIDE está completamente bajo el control de Rusia». Los defensores de Dvorkovich arguyen que su único objetivo es garantizar que los deportistas no se vean afectados por conflictos geopolíticos. Con su posición en tierra de nadie, el dirigente sostiene que «los deportes, incluido el ajedrez, deben seguir siendo accesibles a jugadores de todo el mundo».
Mucho menos ambigua es la postura del citado Sergey Karjakin, gran maestro de élite que llegó a ser subcampeón del mundo antes de «caer en desgracia». Nacido en Crimea, península ucraniana anexada ilegalmente por Rusia en 2014, siempre fue un firme defensor de la guerra de Putin y llegó a ser castigado durante seis meses por la Federación Internacional debido a su constante actividad en favor de la invasión. «En realidad, no solo hace propaganda», asegura a Politico el ajedrecista danés Peter Heine Nielsen, que defiende una sanción mucho mayor. «Está en el frente entregando armas. Es lo peor que se ha visto en la historia. Tiene todas las condiciones para recibir una suspensión de por vida».
Se puede comprobar la actividad de Karjakin en su canal en Telegram, donde tiene 23.000 seguidores, un número relativamente bajo para su notoriedad como jugador. En contrapartida, recibió la medalla al Mérito a la Patria y en septiembre de 2024 fue nombrado miembro del Consejo de la Federación Rusa como representante de la Crimea ocupada. Nielsen asegura que Dvorkovich sufriría las consecuencias de un veto definitivo a Karjakin, quien pese a todo tampoco participa desde hace tiempo en torneos celebrados fuera de sus zonas de seguridad.
El artículo también recuerda los viejos vínculos entre el ajedrez y la política, dentro de la historia de Rusia. Al principio, el juego se popularizó entre los aristócratas rusos en el siglo XIX, pero fue Iósif Stalin en la década de los 30 quien lo convirtió en una actividad patrocinada por el Estado. En la Unión Soviética empezaron a proliferar las escuelas, los clubes y las competiciones, con el objetivo de demostrar en los tableros la superioridad soviética en el terreno intelectual. El prestigio de los maestros era notable y tenían privilegios poco comunes para los ciudadanos normales, incluyendo la oportunidad de viajar al extranjero incluso en los años de la Guerra Fría. El dominio soviético sobrevivió, con algún accidente, como la irrupción de Bobby Fischer, hasta el desmembramiento de la URSS en 1991, pero la influencia rusa dentro de la FIDE siguió siendo un asunto capital.
En junio del año pasado, la Comisión de Ética de la FIDE demostró que las luchas internas no son nada fáciles y emitió un fallo histórico contra la Federación Rusa de Ajedrez (RCF), imponiendo una suspensión de dos años a dicho organismo tras una queja de la Federación Ucraniana. Los cargos eran graves, destaca Politico: organizar torneos en territorios ocupados, colaborar con personas sancionadas y violar la política de neutralidad de la FIDE. El propio Dvorkovich fue amonestado, si bien todas estas sanciones fueron revocadas tres meses después y sustituidas por una multa de 45.000 euros.
Alesander Kamyshin, exministro y consejero de Zelenski, actual presidente de la Federación Ucraniana de Ajedrez, cree que la FIDE «es hoy un frente estratégico perdido para el mundo civilizado». «No se trata solo de un ciudadano ruso al frente de la Federación Internacional; es una federación dirigida según los estándares rusos», sostiene. Kamyshin no desdeña en absoluto el poder de lo que muchos consideran un simple juego: «Los ucranianos necesitan ser más inteligentes y fuertes. El ajedrez es un elemento vital de esa estrategia. Lucharemos en todos los frentes, en el tablero y más allá».
La fotografía de arriba, en la que se ve a Vladimir Putin con el gran maestro Sergey Karjakin, fue facilitada por el Kremlin, tiene licencia de Creative Commons y se puede consultar aquí. Esta entrada ha sido elaborada por Federico Marín Bellón.