Coaching: entre la estafa y la asesoría seria

El negocio de los preparadores personales se alimenta con frecuencia de sueños. Sus objetivos son a menudo difusos

Coaching. Imagen generada con ChatGPT
Foto generada con ChatGPT
Nueva Revista

Avance

Un coach es un ‘entrenador’, ‘preparador’, ‘mentor’ o ‘asesor’, para ayudar a un cliente a que logre objetivos personales, económicos o de actitud, como estar en forma, generar ingresos pasivos, mostrar más iniciativa o capacidad de dirigir. En español no existe una sola palabra con todas esas acepciones. Según el contexto, se habla de guía nutricional o empresarial, de orientadora o asesora experta en liderazgo o de mentor de un artista novel, por ejemplo. En la actualidad, ya se trate de life coaches (‘guías para la vida’), de business coaches (‘guías empresariales’) o de entrenadores físicos, abundan las ofertas que prometen soluciones para casi cualquier situación vital.

El negocio de los coaches se alimenta de esperanzas personales pero sus objetivos son a menudo poco concretos. Las ofertas de casi todo tipo se anuncian en redes sociales y plataformas como YouTube, con vídeos producidos profesionalmente. Algunas sesiones de coaching se realizan online, otras en seminarios presenciales o en talleres de fines de semana.

Afirma Miriam Wiedemann, directora de la Oficina para ofertas religiosas e ideológicas peligrosas del Ministerio de Educación de Baden-Württemberg: «No quiero generalizar. Hay coaches realmente buenos. Es un ámbito que tiene su razón de ser. Pero siempre insisto en que también abundan personas en este campo que buscan solo enriquecerse y generan relaciones de dependencia para mantener su mercado».

Según Wiedemann, en el mercado del coaching se han formado dos mundos paralelos: «Proveedores serios con formación y certificación reconocida» y «una especie de ‘salvaje oeste’ de coaches autoproclamados, consejeros para la vida o sanadores espirituales, que en muchos casos solo buscan el dinero del cliente sin ofrecer una verdadera ayuda vital». La experiencia le muestra, continúa Wiedemann, que algunas personas «invierten todo su patrimonio en coachings dudosos y acaban arruinadas económica y psicológicamente».

La Oficina para ofertas religiosas e ideológicas peligrosas del Ministerio de Educación de Baden-Württemberg fue creada en 1993 para responder al auge de sectas como Scientology. Hoy las sectas juegan un papel menor, pero en cambio crece la demanda de asesoría para víctimas de coaching no profesionales. La pandemia marcó un punto de inflexión, impulsando brutalmente la digitalización también en este ámbito.

Los proveedores más exitosos llegan hoy a cientos de miles de clientes potenciales a través de Instagram, TikTok o Facebook. Publican vídeos idílicos en playas de arena o frente a autos de lujo en lugares como Dubái, con mensajes como: «Lo he conseguido. Reserva al coach que yo tengo y tú también serás tan exitoso y feliz como yo».

El coach llena también un vacío debido a la falta de psicoterapeutas profesionales y al alejamiento de la religión. Uta Bange, psicoterapeuta de Sekteninfo NRW, señala que los afectados a menudo caen en dinámicas similares a las sectarias: aislamiento social, mesianismo y pensamientos mágicos. Matthias Pöhlmann, de la Iglesia Evangélica de Baviera, confirma que ciertos coaches actúan como gurús sectarios, estableciendo normas rígidas, creando dinámicas de grupo y exaltando su historia de superación personal como ejemplo a seguir. El resultado: una mezcla peligrosa de crisis vitales, falsas promesas, dependencia emocional y explotación financiera.

Julia Zeller, del Centro de Protección al Consumidor de Baviera, recuerda que los coaches suelen contar con sofisticadas estrategias de marketing. A menudo, el coaching inicial es solo la puerta de entrada a cursos más costosos, para convertir al cliente en coach también y mantenerlo atrapado en el sistema. «Quien invierte miles de euros no quiere aceptar que fue estafado. Se le dice que es una inversión en sí mismo. Pero en realidad ha caído en una estafa piramidal», sostiene Zeller.

Hay casos donde parejas o amigos denuncian que alguien lo ha apostado todo a un coaching. El patrón entonces es aprovecharse de crisis vitales, prometer milagros, aislar al cliente y exprimirlo económicamente.

Susanne Tannenberger vive cerca de Múnich y se sintió decepcionada con el coaching que contrató. Según ella, la coach solo repetía su programa sin atención individual y era muy cara. Logró salir de ese círculo sin grandes daños psicológicos aunque con bastante menos dinero.

También está el lado positivo del coaching, que defiende Sabine Engelhardt,  especializada en business coaching, y que trabaja con dirigentes de empresas sobre comunicación, resolución de conflictos y desarrollo personal. Sabine estudió Economía en Colonia y se formó como coach en la Universidad de Wiesbaden. Luego certificó su título en la International Coaching Federation.

Nadie sabe cuántos coaches hay en Alemania. Las estimaciones varían entre 30.000 y 60.000. El Deutscher Coachingverband calcula que solo 14.000 tienen formación certificada. Coach no es una profesión protegida y no se requiere formación, algo que irrita a Engelhardt. «Si quieres ofrecer calidad, necesitas formación. Trabajamos con personas. Hay programas de coaching realmente buenos. Es un ámbito que tiene su razón de ser. Pero también abundan personas en este campo que buscan solo enriquecerse y generan relaciones de dependencia para mantener su mercado. La formación continua es esencial», subraya Engelhardt. Un coaching serio implica acuerdos claros sobre objetivos, duración y precios. Su función no es dar recetas mágicas, sino ayudar al cliente a ayudarse a sí mismo. El ‘entrenador’ debe mantenerse en segundo plano.

Este avance ha sido redactado por José Manuel Grau Navarro. Sintetiza el podcast de Christopher Weingart para la Radio Alemana (Deutschlandfunk), cuyo episodio completo y en original se puede escuchar aquí.