Cine de animación: una nueva visión digital

El ser humano es el mismo que hace dos mil años, expuesto ahora al dios pagano de la IA

Woody, de Toy Story, visita la Luna de Georges Méliès
Foto: Gemini
Xosé Zapata

Xosé Zapata es cineasta. Productor, director y guionista, ganador del premio Goya y director del Centro AMIGA Space en Carral-A Coruña. Es presidente de Pixel Clúster y miembro de la Academia de Cine. Ha trabajado con grandes personalidades (Paco Rabal, Federico Luppi, Colm Meany, Jaime Chávarri, José Luis Cuerda, Marisa Paredes…) y en la actualidad, prepara un proyecto en coproducción y colaboración con Woody Allen. 

Avance

El cine de animación nació como parte del propio cine. Georges Méliès y Segundo de Chomón experimentaron con las posibilidades de los juegos visuales y los efectos especiales que ofrecía el nuevo medio del cine. Al igual que los primeros artefactos visuales mezclaban fotografía con dibujos que creaban la ilusión del movimiento y la vida, el cine adquirió todas las tecnologías anteriores revolucionando el mundo y marcando el siglo XX, el siglo del cine. 

Por lo tanto, la animación no es algo ajeno al propio medio cinematográfico, es parte de su propia génesis, en ese punto inicial de la historia surgieron una serie de pioneros que revolucionaron el cine animado o el cine creado con dibujos animados. Los hermanos Fleischer (Max and Dave) y los hermanos Disney (Walt and Roy junto a Ub Iwerks) crearon toda una categoría de productos que completaban la oferta del recién creado Hollywood. Las películas animadas nacieron allí también, en los 20 y 30 del pasado siglo, y ocuparon un «nicho de mercado» tan rentable que ha construido uno de los grandes estudios, por no decir el más grande de la historia: Disney. 

Muchas veces se ha simplificado, o reducido, la función del cine de animación a un entretenimiento para la infancia. Esa visión tan simplista y obtusa es la misma que afirma que el cine español vive de las subvenciones: la ignorancia y la demagogia no se suelen poner límites. Vamos a intentar quitarnos los anteojos de los prejuicios y juzguemos el cine de animación como lo que es: cine en su expresión más pura.

ArtÍculo

Hoy en día, en la revolución digital y el advenimiento de la IA, no podemos ignorar que todo lo que vemos es generado por imágenes digitales que imperan en todo tipo de productos. Por lo tanto, la línea divisoria entre animación e imágenes reales es cada vez menor. ¿Una película que tiene el 99 por ciento de sus imágenes manipuladas o generadas en equipos de animación CGI es una película de imágenes reales? ¿O es animación? Igual que el propio género del documental o «no ficción», como le gusta a muchos expertos llamarlo, protagonizado por lo que se denomina «actores naturales», tiene fronteras muy finas con la ficción interpretada por actores profesionales.

Cartel de «La silla de Fischer», película de Xosé Zapata en la que Woody Allen es narrador y coproductor
Cartel de «La silla de Fischer», película de Xosé Zapata, todavía en fase de producción, en la que Woody Allen es narrador y coproductor

La animación ha entrado en esa naturaleza mestiza y de «transgénero» que puede crear confusión en los que buscan la pureza anterior, cuando la animación eran las películas para los niños, y cuando Disney transmitía unos valores que formaban a las jóvenes generaciones, sin asimilar que ese rol ha pasado de manera radical a los videojuegos y al entretenimiento gaming, y la animación ya es otra cosa que la Sirenita. En la era digital, podemos afirmar que las fronteras se han roto y ya no podemos hablar de un cine de animación sino de un cine digital, y esas imágenes digitales son utilizadas en todo tipo de géneros y productos.

La imagen digital es una nueva categoría desarrollada desde los años 80 con películas pioneras como Tron (realizada por Disney) que explosionó con Toy Story (Pixar con la distribucion de Disney) y que se ha consolidado con los universos y las franquicias Marvel o Star Wars (las dos compradas por Disney). La velocidad de los cambios y de la revolución digital, solo comparable con la aparición del cine sonoro en 1929, nos impide tener perspectiva sobre los acontecimientos que desde 1995 (estreno de Toy Story) se suceden, y que se aceleran a niveles inimaginables con la IA. 

El gran medio de comunicación

Y aquí llegamos al presente. La industria digital ya no solo es un entretenimiento más, como lo era en el siglo XX, junto al resto de la cultura y el cine. Es el gran medio de comunicación, es el gran hermano que nos vigila desde nuestros teléfonos, tablets y todo tipo de dispositivos digitales, la multiplicación de pantallas ha sido exponencial en el siglo XXI, la imagen digital ha invadido el planeta, desde el pueblo más pequeño de África donde las pantallas de gran tamaño se multiplican, hasta los modernos dispositivos VR-AR (Virtual Reality-Augmented Reality). Pero todos estos dispositivos electrónicos tienen algo en común: su contenido. Un dispositivo solo es un trozo de plástico con circuitos electrónicos si a través de ellos no transmitimos información o datos. 

Xosé Zapata, en Madrid. Foto: FMB
El cineasta Xosé Zapata, en una visita a Madrid. Foto: FMB

Quizás lo digital sea esa nueva forma de vida o solo el medio por el que comunicamos nuestra humanidad. ¿Convertiremos nuestras vidas humanas en películas digitales? Ya se habla de la «identidad digital», y la vida en las redes destroza carreras y vidas «reales» todos los días, un mensaje, un perfil mal gestionado, etcétera, puede costarte un premio Oscar o una oportunidad de trabajo en una empresa. 

La IA promete ser el nuevo contenido de nuestros aparatos electrónicos, pero ¿será realmente la IA la nueva forma de vida digital que llevamos siglos esperando y pregonando en los relatos de ciencia ficción? 

La industria de contenido ha sido el término que se ha utilizado para denominar una amalgama de medios digitales que nos cuentan historias, nos interpretan la realidad y manipulan nuestras mentes y nuestras vidas. Con una sola frase en una red social se puede manipular un mercado económico de miles de millones de euros. Y podríamos seguir eternamente con ejemplos de cómo las nuevas tecnologías cambian nuestra percepción del mundo. 

Pero, ¿cómo hemos podido empezar hablando de «dibujos animados» en los años 20, hasta acabar en las redes sociales y la IA? 

La conclusión es muy sencilla: somos humanos y lo seguiremos siendo. Al igual que los primeros cortometrajes de animación vendían crecepelo y remedios milagrosos, hoy en día los nuevos medios digitales nos intentan vender todo tipo de estampitas. La realidad humana es manipulada, transformada y creada por toda clase de medios desde que habitábamos las cuevas y en sus paredes estampábamos nuestras manos y dibujábamos escenas de nuestras aventuras y cacerías. 

Transformación integral de la sociedad

Lo humano no es digital, lo digital tan solo es un medio donde se vuelcan los sueños, pesadillas, bulos, verdades, conocimientos, información, cultura, arte, sentimientos, odio, amor, dinero e incluso sexo (o sobre todo sexo) en las redes de comunicación, que son las redes neuronales de la nueva IA. Desde hace décadas, o quizás siglos, llevamos soñando con crear nuevas formas de vida inteligentes o en descubrirlas. La IA promete no solo transformar el negocio del entretenimiento, sino todo nuestro ecosistema económico. Lo digital ya no solo creará imágenes sintéticas como nuestro querido Woody de Toy Story, sino que promete un nuevo Shangri-La en todos los campos del conocimiento humano, y una transformación integral de nuestra sociedad. 

Quizás me hago viejo y mi escepticismo crece al igual que mis cabellos blancos. Quizás mi visión de que la IA es un nuevo dios pagano, al que muchos se entregarán sin condiciones, y que una nueva religión ha llegado para volver seguramente a cometer los mismos errores que cometieron las anteriores, es una visión vieja, parcial y cínica. En mi parcela, el cine de animación o el cine sin apellidos, esto es una nueva fase donde nuestras búsquedas seguirán siendo las mismas que las planteadas por Walt Disney o Georges Méliès. Pero podríamos irnos más atrás, y hablar de Ovidio y Virgilio

Más de dos mil años no han cambiado lo que somos, y lo que buscamos, ni E.T. ni la IA podrán cambiar lo que somos y seremos para hacer el bien y el mal. Lo mejor que podemos hacer es sentarnos en nuestras butacas y disfrutar mientras suena el There’s No Business Like Show Business de Irving Berlin, que no necesitó la IA para ser uno de los grandes, solo nuestra particular IA como humanos: el talento. 


La imagen ha sido generada con ayuda de la IA de Gemini. Woody, de Toy Story, visita la Luna de Georges Méliès.