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Ver productosLa transferencia efectiva del conocimiento conduce a una mayor competitividad empresarial, mejores políticas públicas y el progreso social
27 de noviembre de 2024 - 15min.
Salustiano Mato. Catedrático de Zoología en la Universidad de Vigo, donde fue rector entre 2010 y 2018, formando parte del comité ejecutivo de la comisión sectorial de I+D+i de Crue.
Avance
La Transferencia del Conocimiento es la «tercera misión de la universidad». Desatenderla supone eliminar su dimensión emprendedora y social. Curiosamente, España ocupa un lugar en producción científica por encima del que le correspondería por su inversión en I+D; lo que se debe —sostiene el autor del artículo— a la profesionalidad de los investigadores españoles y a un sistema incentivador que ha resultado muy útil, pero que necesita ser mejorado. Hay que incentivar y estimular la transferencia y la aplicación del conocimiento generado, como en su día se hizo con la investigación básica.
Aunque las universidades son los principales productores de conocimiento científico, en todos los procesos de transmisión de conocimiento universitario conviven una multitud de agentes que establecen complejas relaciones entre sí. En todo caso, es la sociedad civil el beneficiario y receptor último de los resultados del conocimiento.
Un instrumento útil para que la universidad cumpla este cometido es el Sexenio o tramo de Transferencia que premia los resultados y méritos individuales de los investigadores. La universidad tiene que desempeñar un papel de liderazgo ante los problemas globales dialogando con la sociedad. A este respecto, impulsar la transferencia del conocimiento desde las universidades y centros de investigación es una asignatura pendiente en nuestro país. Cualificar y acreditar los méritos individuales de los investigadores en las actividades de transferencia de conocimiento requiere una mirada distinta a la institucional, que nos permita determinar indicadores específicos. Indicadores como la formación continua del profesorado, la movilidad de los investigadores, el impacto económico de las acciones de transferencia o su impacto social solucionando problemas a sectores o colectivos sociales concretos.
Se trata de adoptar una visión amplia del concepto de transferencia del conocimiento universitario, distinta a la de su acepción más tecnológica. El sexenio de transferencia se ha revelado útil a este respecto. Afortunadamente, el debate se ha instalado en la comunidad científica, por lo que la transferencia del conocimiento ya forma parte de la carrera académica y profesional de los investigadores.
La vocación última de las universidades como instituciones del conocimiento que son pasa por promover una interacción real con los agentes de su territorio, y para ello resulta necesaria una gran responsabilidad social que conduzca al bienestar general y al progreso común. Es en este contexto donde florece el concepto de «tercera misión de la universidad», la transferencia del conocimiento. Hasta hace poco, este término ilustraba el fin último de las universidades, siempre en la procura de la transmisión efectiva y eficiente del conocimiento universitario.
Una investigación excelente según parámetros internacionales, objeto irrenunciable de las universidades, no está reñida con una orientación a dar respuestas a las necesidades de la sociedad, como tampoco lo está con la vocación de transferencia de conocimientos al tejido productivo, fuente única de un crecimiento económico sostenible. La poca incidencia que tiene la transferencia de conocimiento en la mayoría de los índices internacionales y la nula calibración que se ha hecho de ellos conllevan a la eliminación real de la dimensión emprendedora y social de la universidad.
Para ser lo que debemos ser, es cierto que necesitamos resolver numerosos problemas y sobre todo actualizar y realizar numerosos ajustes en nuestro marco normativo actual. Cuestiones que han sido abordadas en numerosas ocasiones los últimos diez años; es ilustrativo de ello el ensayo de Joan Cortadellas y Alberto Jorge que, de forma amena y fácil, hacen en el libro La mejor Universidad del Mundo (1). Las universidades hoy en día son cada vez más autocriticas y actualmente han dado un paso adelante a través de la reflexión conjunta de los rectores españoles, que han presentado recientemente en el documento Universidad 2030 (2).
Por ello, llama poderosamente la atención el hecho de que España se sitúe como la décima potencia mundial en producción científica, a pesar de ser uno de los estados del llamado primer mundo, que menos invierte en investigación y desarrollo (I+D), lo cual no se corresponde ni de lejos en su impacto e incidencia sobre nuestro crecimiento económico y social
¿A qué se debe este hecho tan significativo?
Creo que la razón para explicar la situación de privilegio de España en la producción científica mundial habría que centrarla en la dedicación, entrega, profesionalidad y vocación acrisolada de los investigadores españoles, que les aporta satisfacción personal, reconocimiento social e institucional, progreso profesional y prestigio en los ámbitos científicos nacional e internacional:
Todo parecía indicar, no obstante, que este sistema incentivador (el de los sexenios de investigación) necesitaba ser ampliado o complementado para valorar adecuadamente la importante acción de la transmisión y de la aplicación del conocimiento generado en cualquier ámbito del saber, máxime cuando se trata del desarrollo científico y tecnológico que caracterizan a la sociedad y a la economía del conocimiento, en la que, además, el talento constituye su materia prima.
Medios de comunicación, agentes sociales, empresariales y productivos reclaman la necesidad de transferir y aplicar el conocimiento generado en las universidades y centros de investigación. Sin embargo, nos encontramos lejos de lo que podríamos hacer, y además nuestro sistema de medición para premiar, reconocer y prestigiar la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i) apenas contemplaba la transferencia del conocimiento (e incluso producía el efecto contrario), desincentivando al investigador y a las instituciones de investigación que potencian dicha transferencia. Es importante, consecuentemente, incentivar y estimular la transferencia y la aplicación del conocimiento generado, como en su día se hizo con la investigación básica, con resultados espectaculares en el caso de la producción científica.
La conclusión a la que quiero llegar a través de esta reflexión es que la solución la debemos encontrar en los métodos que promueven el enriquecimiento y el reconocimiento del sistema, ampliando tal sistema al de la transferencia de conocimiento en todos los ámbitos del saber, y con el mismo valor que se le da a la investigación fundamental, de forma que alcancemos un aprovechamiento del talento generado en las universidades, de forma más global y completa.
Las universidades son los principales productores de conocimiento científico, tecnológico social y humanístico. No obstante, en todos los procesos de transmisión de conocimiento universitario (incluyendo la transferencia tecnológica y de conocimiento) conviven una multitud de agentes. Los procesos de transmisión y de transferencia de conocimiento que resultan eficientes bidireccionalmente, influyen en la naturaleza y en la evolución de los cuatro estados que componen el modelo conceptual que se expone y se describe en el informe (3).
En la figura se representan las relaciones que coexisten entre los flujos bidireccionales y los distintos estados que conforman el sistema de transmisión del conocimiento universitario.
Para comprender mejor las relaciones que se generan entre los distintos agentes que intervienen en el proceso, el modelo conceptual distingue cuatro estados:
Estado 1.-Provisión continuada en la generación de conocimiento de calidad, en el que se relacionan e interactúan los siguientes actores: Universidades, Organismos públicos de investigación(OPIs) y Centros hospitalarios.
Estado 2.-Innovación a través del conocimiento, en el que se relacionan e interactúan con la universidad y centros de investigación los siguientes actores: Centros tecnológicos, Parques científicos y tecnológicos, Empresas(en particular, spin offs [empresas derivadas] y start-ups [empresas emergentes]), Organismos de intermediación (Interfaces) y Organismos para la empleabilidad.
Estado 3.-Políticas de conocimiento eficientes: distingue a todos los órganos de instrucción y agencias ejecutivas que participan en la planificación y regulación de las políticas en general y especialmente las políticas para la financiación competitiva y específica en materia de investigación y de innovación (I+i). Este estado integra como agentes decisivos a todos los Ministerios y Secretarías de Estado en el ámbito de la Administración General del Estado, así como a las Agencias de Innovación, en el plano autonómico o regional, y por supuesto las direcciones generales y agencias en I+i de la Unión Europea.
Estado 4.-Desarrollo social, económico y cultural: distingue como actores al conjunto de ciudadanos en un territorio, y a todas aquellas organizaciones y asociaciones representativas del tercer sector (ONGs y ONLs principalmente) que trabajan en la promoción de sociedades cada vez más participativas, cualificadas e inclusivas.
A partir de los distintos estados que intervienen en el modelo, se articularían una infinidad de relaciones entre sí, y los agentes se coordinarían entre ellos para prestar servicio a la sociedad civil que es, en última instancia, el beneficiario y receptor último de los resultados del conocimiento. Se trataría, pues, de un ecosistema abierto y en contacto con otros ecosistemas adyacentes, a su vez, conformados con otros agentes y actores que interactúan simultáneamente, aunque en condiciones diferentes.
El nuevo modelo viene a complementar el de la teoría de la «triple hélice» (4), de finales de los años 1960, y que describía a la universidad como un agente que entraba a formar parte de un sistema en el que estaban representadas también las empresas y la administración.
Este nuevo marco conceptual integra a la universidad como una pieza más de la comunidad y del territorio en el que se genera el conocimiento. El hecho de asociar la universidad a la empresa y a otras estructuras de producción tecnológica resulta imperativo al tiempo que necesario. Pero la universidad también ha de implicarse en la sociedad civil. Las instituciones políticas y las administraciones públicas, responsables, a su vez, de la definición y de la regulación de los programas de I+D+i públicos han de contribuir también a que las empresas, la industria y las universidades respondan, conjuntamente, a las demandas de la comunidad social en la que se integran y a la que a su vez benefician.
Esta acción de colaboración en la generación de conocimiento y en su transferencia entre la universidad y las empresas y demás actores económicos favorece el crecimiento económico y la competitividad empresarial. La transferencia del conocimiento a las instituciones públicas tendría indudablemente como resultado mejores políticas públicas. Finalmente, la transferencia efectiva del conocimiento a la ciudadanía directamente o a través de movimientos sociales y culturales conduce al progreso social. La conjunción de los tres resultados, competitividad empresarial, mejores políticas públicas y el progreso social, son elementos indispensables para un desarrollo humano sostenible en un horizonte como el que define la Agenda 2030.
Para incentivar en la universidad la acción orientada a este triple objetivo se han propuesto dos sistemas de indicadores, uno que evalúa el esfuerzo de la institución para promocionar las actividades de transmisión y de transferencia de conocimiento, y otro el sexenio o tramo de transferencia que premia los resultados y méritos individuales de los investigadores que contribuyen a la mejora en la cuantificación y cualificación de los impactos generados en el conjunto de la sociedad civil. Este mecanismo ya ha sido puesto en marcha por el Ministerio de Universidades y, en su primera convocatoria de carácter experimental (en la actualidad en proceso de finalización), ha tenido casi 17.000 solicitudes, lo que supone una participación del 50% de los investigadores que cumplen los requisitos mínimos.
Insistiendo en que debe verse también dentro de un ámbito internacional y que herramientas de internacionalización como las universidades europeas pueden suponer un elemento potenciador de la actividad de transferencia del Sistema Universitario Español (SUE). De hecho, la mayor parte de los consorcios aprobados o en proceso de propuesta tienen incorporados una sección específica de transferencia con una estrategia común para todo el consorcio.
El compromiso de las universidades con la transformación social está dentro de su naturaleza y se debe medir en términos de contribución al avance de una sociedad más justa, cohesionada y sostenible. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la agenda 2030 ofrecen el marco de referencia universal, acordado por las Naciones Unidas, para poder evaluar la contribución de las universidades.
Nos enfrentamos a enormes problemas globales (por ejemplo, la crisis de refugiados, el cambio climático global, la pobreza extrema, la desigualdad, el analfabetismo…). La universidad tiene que desempeñar un papel de liderazgo para abordar estos problemas a través de la innovación abierta y conectada con la sociedad. La universidad tiene que dialogar con la sociedad, para tratar, desde el rigor universitario, de contribuir a solucionar los principales problemas de la humanidad, y en particular, la crisis social y ambiental en que estamos viviendo.
Por todo ello, impulsar la transferencia del conocimiento en las universidades y centros de investigación es una asignatura pendiente en nuestro país y es imprescindible para el progreso social y debe hacerse tal y como se señala en el Informe Universidad 2030. de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE).
En la medida en que seamos capaces de avanzar por este camino podremos en conjunto construir y funcionar como auténticos ecosistemas de innovación. Tomando como referencia la evolución sobre el concepto de «enclave tecnológico» que ha sido acuñado entre el 2000-2005 que ofrece una noción de espacio físico (infraestructura e inversión real y material), en torno al cual en España florecieron los Parques Científicos y Tecnológicos, hacia su conversión más actual y eficiente a la noción de Comunidades de Servicios y Negocios Intensivos en Conocimiento: Knowledge-Intensive Business Services, KIBS (5). Esta evolución ha sido alcanzada por los países que han apostado decididamente por este camino.
Evidentemente, para acometer muchas de estas acciones de impulso y apoyo a las universidades y centros de investigación para que promuevan las actividades de transferencia del conocimiento es necesario definir los indicadores adecuados para ello. El conjunto de los indicadores que se proponen busca promover y reconocer las acciones de transferencia que generen empleo y bienestar; formación dual y movilidad de recursos humanos, crecimiento económico, competitividad empresarial, emprendimiento, igualdad, inclusión, sostenibilidad, cultura y divulgación y difusión científica y profesional.
Cualificar y acreditar los méritos individuales de los investigadores e investigadoras en las actividades de transferencia de conocimiento requiere una mirada distinta a la institucional, que nos permita determinar indicadores específicos. Que en la prueba experimental del sexenio de transferencia se han agrupado en los siguientes bloques:
En el primero se incluirían todos aquellos que valorasen la transferencia del conocimiento que permitiese la formación de personas. Esta definición en su sentido más amplio incluiría la actividad docente, que a la hora de establecer una valoración del profesorado universitario debe excluirse, ya que forma parte de su actividad primordial y tiene sus propios mecanismos de valoración (quinquenios, programa Doquentia) en lo que se refiere a la docencia en títulos reglados (grado, masters y doctorado), pero en nuestro modelo se incluían aquí el reconocimiento de la participación del profesorado en la formación continua, ocupacional y de capacidades profesionales. El segundo, en el que se busca valorar positivamente e incentivar la movilidad de los investigadores a otras instituciones a las que durante un periodo de tiempo puedan trasladar su conocimiento contribuyendo así a la mejora en su desempeño. El tercero, que se centraría en agrupar todos los indicadores que permitiesen valorar las acciones de transferencia que ayuden al crecimiento económico e incrementar la competitividad empresarial, fundamentalmente en el entorno cercano. Finalmente, el cuarto que agruparía todos aquellos indicadores que posibiliten un impacto social positivo, haciendo llegar el conocimiento bien directamente a los ciudadanos o bien a través de la solución de problemas a sectores o colectivos sociales concretos.
Esta propuesta se apoya en una visión amplia del concepto de transferencia del conocimiento universitario, distinta a la de su acepción más contemporánea y, por ende, tecnológica. El propósito es proponer un modelo de transferencia que sí recoja la influencia, el alcance y el impacto de algunas actividades que tienen su origen en el conocimiento universitario y que no necesaria y exclusivamente responden a la naturaleza tecnológica o mercantil de la transferencia de conocimiento universitario. Así, se ha considerado, en todo momento, la transferencia del conocimiento tanto en su vertiente tecnológica, como en sus relaciones de impacto con otros agentes y comunidades.
La justificación de la mayoría de estos indicadores es posible y fácilmente trazable, por los datos que tienen las universidades y centros de investigación. Aunque su primera aplicación práctica ha sido el sexenio de transferencia, es fundamental extender su aplicación al ámbito de las instituciones para conseguir también impulsar la relación de los agentes del conocimiento con la sociedad a escala colectiva, lo que multiplicaría los efectos positivos de la transmisión del conocimiento a la sociedad, que es el camino para alcanzar el ansiado estado del bienestar.
Así como la puesta en marcha del sexenio de investigación, ha sido un estímulo a la comunidad científica, que supuso un salto cualitativo y cuantitativo para la producción científica de nuestro país consiguiéndose alcanzar cotas mucho más elevadas que lo que corresponden a nuestra posición en el mundo, el sexenio de transferencia se ha constatado con esta prueba experimental que es un claro revulsivo para incentivar la relación de la comunidad científica con la sociedad. Su consolidación con una correcta concreción y enfoque, nos puede ayudar a superar el déficit que como país tenemos en la transmisión del conocimiento a la sociedad pudiendo alcanzar en poco tiempo los estándares europeos y mundiales. Independientemente de los resultados y diferentes opiniones al respecto, el debate se ha instalado en la comunidad científica, lo cual ha permitido colocar la transferencia del conocimiento en el escenario, de manera que ya forma parte de la carrera académica y profesional de los investigadores.
El modelo conceptual aplicado, ha posibilitado la incorporación efectiva en la tercera misión universitaria de todos los ámbitos del saber. Desde el arte hasta la ingeniería pasando por la educación, las humanidades, la economía o el derecho, todos los investigadores se han visto reflejados, lo cual supone un paso de gigante para la incorporación efectiva de todo el capital humano del sistema español de ciencia y tecnología a la tarea de transmitir de manera proactiva su saber a la sociedad.
El protagonismo del lado más «humano» de la transferencia a través de la cultura o la divulgación científica en este modelo, lejos de diluir o alejar el objetivo de la transferencia del conocimiento hacia la creación de empleo y la mejora de la competitividad de nuestras empresas, va a promover el acercamiento de todos los ámbitos de saber a este objetivo. Como consecuencia, nuestro tejido empresarial podrá contar con mucho más músculo para enfrentarse a los retos del futuro.
Si caminamos en esta dirección podremos superar esta asignatura pendiente. Pero para ello nos tiene que acompañar la demanda de conocimiento. Nuestro tejido productivo tiene que ser mucho más consciente de la importancia del conocimiento para su futuro y esto es otra asignatura pendiente.
[1] Joan Cortadellas y Alberto Jorge. La Mejor Universidad del Mundo: Claves para la imprescindible y urgente reconversión de las Universidades. PROFIT Editorial. 2012.
[2] Universidad 2030. Preguntarnos qué universidad queremos dentro de diez años nos dirá que universidad queremos hoy. CRUE Universidades Españolas. Octubre 2020.
[3] 2018. Transferencia del Conocimiento: Nuevo Modelo para su Prestigio e Impulso. Informe de CRUE.
[4] Del inglés «Triple Helix» (Etzkowitz y Leydesdorff en 1966). Se trata de un modelo para la descripción del funcionamiento que posibilita el crecimiento y el desarrollo económico. Los autores proponen un sistema de tres componentes, que son inestables pues tienen intercambios dinámicos y se van desarrollando en espiral. Un ejemplo sería el que conforman la Universidad, la Empresa y el Gobierno
[5] Hugo Pinto, Manuel Fernandez-Esquinas, Elvira Uyarra. (2015) Universities and Knowledge-Intensive Business Services (KIBS) as Sources of Knowledge for Innovative Firms in Peripheral Regions. Regional Studies 49, 1873-1891. Online publication date: 2-Nov-2015.
Foto: La imagen que encabeza este artículo ha sido generada con ayuda de la aplicación ChatGPT