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El último libro de Fabrice Hadjadj, Últimas noticias del hombre (y de la mujer) (HomoLegens, 2018), no es un libro más de Fabrice Hadjadj. Originariamente, no fue un ensayo sobre un tema concreto, como suele, sino una colección de artículos aparecidos en Avvenire con periodicidad semanal, entre septiembre de 2015 y julio de 2017. Esta circunstancia permite que la prosa de Hadjadj brille como nunca (¡y ya es decir!).


Fabrice Hadjadj: Últimas noticias del hombre (y de la mujer). HomoLegens, Madrid, 2018, 423 páginas.


Fabrice Hadjadj (Nanterre, 1971), además del escritor católico de moda, con tantos libros publicados como predicamento, es muchas otras cosas más. No me refiero exclusivamente a sus múltiples raíces biográficas —francés de origen judío y apellido y familia tunecina y padres maoístas, con pasado nihilista y revolucionario, converso desde 1998, casado con la actriz Siffreine Michel y padre por ahora de siete hijos—, aunque todas esas cosas, todas, una tras otra, dejan una huella muy honda en su escritura. Fabrice Hadjadj es también escritor teatral, aplaudido conferenciante y cantautor casi secreto.

Con todo ello hace auténtica teología. Él más claro no puede avisarlo: “Cuando se pretende fundamentar el humanismo sobre el hombre mismo, ocurre lo mismo que cuando se pretende erigir un edificio al margen de cualquier apoyo exterior: se derrumba. Para que el edificio pueda elevarse, le hace falta un suelo. Para que el hombre pueda elevarse, le hace falta un cielo”. Pero en ninguno de sus libros anteriores cumple tanto como En últimas noticias del hombre (y de la mujer) con el despliegue universal que implica el catolicismo. En la profundidad de los sexos (Nuevo Inicio, 2010), recogía la defensa de Parménides [Platón, Parménides 130c-e] de la filosofía que se ocupa del pelo, del barro, de la suciedad o de cualquier otra cosa despreciable y vil. Entonces, cuando Sócrates replica que tiene miedo a caer en algún abismo de necedad y perderse, Parménides le contesta: “Es que todavía eres joven, Sócrates, y la filosofía no te ha cogido aún con la mano firme con que, estoy seguro, te cogerá el día en que ya no desprecies esas cosas”. Siendo este libro una colección de artículos de prensa, propicia que Hadjadj se ocupe, a lo Parménides, de cualquier cosa. Era su querencia en todos los libros anteriores. Ahora la realiza. Ha encontrado el género literario para hacerlo a gusto, a bote pronto y a base de bien. El columnismo resulta un magnífico sostén para una atención de 360º a la redonda. Si lo dudan, vayan a ese artículo maravilloso al dedo gordo del pie. El dedo índice del filósofo del cuadro de Rafael, se convierte en cualquiera de los veinte dedos del hombre, todos buenos para una metafísica de paisano a pie de obra.

Tanta libertad le favorece. La pluma de Hadjadj es de velocista. Él es como esos atletas olímpicos capaces de correr y ganar en los 400 metros libres, en los 200, en los relevos y en los 110 metros vallas, pero con las condiciones inmejorables para los 100 metros lisos, porque son explosivos y despliegan la máxima potencia en las distancias cortas. Un libro de artículos es una sucesión de pistoletazos de salida, líneas rectísimas y vertiginosas llegadas a la cinta de meta. El espacio preciso para alcanzar la máxima punta de velocidad. Este libro es un conjunto de apabullantes sprints de un velocista nato.

Aunque, para que nada falte, tampoco cuesta trabajo encontrar un hilo conductor, aunque no sea un punto de partida o un camino marcado, sino una línea de llegada. Una vez que se tiene ese hilo, aparece, tirando de él hacia atrás, el laberinto, Y, a renglón seguido, hace su aparición estelar, como mandan los cánones, el Minotauro: el Minotauro del transhumanismo y la biotecnología. El hilo es, por tanto, la maraña que el progreso plantea al hombre (y a la mujer).

Hadjadj, que ha escrito La suerte de haber nacido en nuestro tiempo (Rialp, 2016), matiza aquí su optimismo hacia la actualidad. Estamos ante su obra más combativa e, incluso, reaccionaria. Hadjadj argumenta, como siempre, con paradojas a lo Chesterton, pero, de golpe, con la virulencia inadaptada de un Bloy. Ve al hombre (a la naturaleza humana, al hombre y a la mujer, a todos) en grave peligro. El sentido ha sido reemplazado por el progreso y, por tanto, la tendencia y la tentación serán suprimir al ser humano tal y como lo conocemos. El filósofo no puede quedarse con los brazos cruzados. Frente a la eutanasia, al aborto, a la confusión entre medios y fines, al control de natalidad, etc., constata que “el que quiere ser cristiano de veras se ve casi obligado, al estilo de Bloy, a ir contra el ‘amor’ y preferir la cólera”. Es una frase muy seria. Si no le ha impresionado bastante, pruebe usted con otra: “La caridad está llamada a parecer cada día más cruel, la misericordia cada vez menos compasiva”.

La sombra de Bloy es alargada en estos artículos. Claro que Hadjadj no deja de argumentar como Chesterton. Qué magistral, por ejemplo, cuando al referirse a las tecnologías del futuro, recuerda que Jim Thomas las llama NBIC, pero que él prefiere llamarlas BANG: “bits, átomos, neuronas y genes”. De un solo golpe de muñeca provoca la muy atronadora e inquietante onomatopeya de la explosión.

Tras un diagnóstico tan ensordecedor de la actualidad, no se resigna. Entabla un plan de combate. El título del libro, tal y como nos explica, es polisémico, periodístico y apocalíptico a la par: “Últimas noticias: las dos cosas a la vez, frescas y fatídicas”. Pero también es un título paradójico. Las últimas noticias no son, como amaga el título, sobre el hombre y la mujer, sino de aquello que rodea (cerca (sitia)) al hombre y a la mujer de hoy. Es al revés: contra las últimas noticias, se alza el hombre y la mujer, su naturaleza común y sincronizada. Lo permanente es la última esperanza.

Las barricadas de defensa que propone Hadjadj resultan muy interesantes. Desde luego, la carne, que ya le había ocupado en La profundidad de los sexos (por una mística de la carne) (Nuevo Inicio, 2010). Estamos ante un teólogo encarnado, descendiente legítimo de la teología del cuerpo de San Juan Pablo II y de su sangre judía. Hadjadj no cesa de repetirlo: “Dios creó a la mujer para que el hombre pudiera abarcar el universo”. Eso tiene consecuencias en el mundo superurbano, donde “el cuerpo sexuado es el último bastión de la vida natural, por no decir de la vida salvaje”. Como estamos ante un libro combativo, no puede evitar una carga de profundidad al dogma de lo ecológico, puesto que “si no escuchamos a la naturaleza allí donde más cercana nos resulta —a saber, en nuestros cuerpos, a través del nacimiento, de la diferencia de sexos, de la necesidad de alimentos—, el ecologismo se convierte en fantasía, en ideología”.

De la defensa del sexo, nace la de la familia. Es un tema muy suyo, en la teoría y en la práctica. Y donde consigue inmejorables tonos épicos, con densidad de poema, como en esta descripción de la mesa de la comida familiar: “Como bustos siameses de un mismo centauro inmóvil, reunidos, abriéndose como ramas floridas de un único árbol místico y manifestándose en su especificidad humana, es decir, a la vez animal y razonable, comiendo con la boca y hablando con ella por turnos, con sus manos entrechocando los vasos y haciendo que circulen los platos”.

Mucho más novedosa es su postura sobre la propiedad y la economía. Reconoce un cambio de posición o, al menos, de predisposición: “Hay una frase de la que yo he hecho uso, hasta el abuso, después de que otros muchos lo hicieran antes que yo: ‘Los hombres se preocupan de tener, pero se trata, ante todo, de ser’, para continuar después con una denuncia de la ‘posesión’ y de las ‘riquezas’… ¡Cuántos medio filósofos han puesto este disco una y otra vez! Su trabajo metafísico consiste en plantear tan obsesivamente la ‘cuestión del ser’ que se olvidan de la del tener, dejándola fuera del pensamiento, abandonándola al capricho y al cálculo. Hablan también de la esencia del hombre como si no fuera esencial para él tener un hábitat y unos hábitos, mientras sugieren que, sin embargo, sí sería decisivo que tuviera los libros escritos por ellos”. Recurre a Santo Tomás de Aquino y a Martin Heidegger para recordar, por el campo de la ontología más pura, la trascendencia del tener.

Este libro, que nos muestra a un Hadjadj más espontáneo (¡aún!), nos permite comprender los ritmos de su alma, los desarrollos de su mente. Bajo el optimismo antropológico de sus libros anteriores, bajo su esperanza teológica, bajo su alegría incandescente, late un esfuerzo de resistencia que no duda en enfrentarse, con las armas de la inteligencia y el humor, a lo más tonto y triste de este tiempo.

© Crédito de la imagen: Wikimedia Commons

Poeta, crítico literario y traductor.