Tiempo de lectura: 3 min.

 

objectivity_img_0.jpgEl concepto de periodismo con el que estamos familiarizados se define en torno a una serie de variables. De entre ellas, la más fundamental quizá sea el respeto al ideal de la objetividad.

Frente a la multitud de cambios formales, temáticos o incluso narrativos que ha sufrido la actividad informativa, sigue existiendo un acuerdo tácito pero unánime de que el periodismo no puede caer en aquello que prohíbe este ideal. Cualquier texto que sea acusado de tergiversar la realidad, presentar una versión interesada de los hechos o directamente de mentir, es rechazado inmediatamente como un ejemplo de periodismo. Podrá ser propaganda o publicidad, pero no es periodismo.

Esta directriz procede del mismo nacimiento de la prensa moderna. Durante el siglo XVIII, las principales publicaciones periódicas circulaban exclusivamente entre los círculos elitistas del poder económico y, sobre todo, político. Se trataba de impresos impulsados por partidos políticos, por sus facciones o líderes, en los que predominaba un contenido esencialmente opinativo. Su intención era propagar y defender las posturas e idearios más que informar u ofrecer una versión aséptica de los hechos.

Sin embargo, a principios del siglo XIX se dan una serie de cambios sociales que desembocan en la aparición de un nuevo público lector. Las clases populares comienzan a participar en política y su grado de alfabetización adquiere cotas nunca vistas en la historia. Nace, así, otra demanda de información y, por extensión, de periódicos. Este nuevo periodismo, sin rechazar a la opinión ni a la toma de posturas editoriales frente a temas polémicos o controvertidos, buscará ofrecer una información fidedigna y veraz a sus lectores. Este es uno de los puntos a partir de los cuales se erige el compromiso periodístico con la objetividad.

En este manual se abordan los factores que influyeron en el establecimiento de este ideal, así como las diferentes modificaciones sobre un concepto tan claro y, a la vez, tan variable como la objetividad. No obstante, la perspectiva histórica es solo una parte mínima del contenido del libro. El autor dedica otra serie de capítulos a las principales críticas, al ideal de la objetividad periodística y, también, a uno de sus conceptos centrales: los «hechos». Una vez expuestas estas críticas, sintetiza las principales corrientes que defienden este ideal, ya sea como un proceso activo o pasivo. Del mismo modo, se expone con claridad y contundencia los argumentos a favor y en contra de la objetividad entendida como un compromiso ético o político.

Finalmente, el autor reflexiona sobre los desafíos concretos a los que se enfrenta la objetividad en la actual sociedad de la información. A modo de epílogo, se cuestiona si la objetividad es un valor universal o es un producto del contexto político y social en el que surge y se desarrolla. Es decir, plantea si la objetividad solo es posible en las democracias parlamentarias occidentales y los mercados capitalistas o, por el contrario, puede crecer con sus propias características en otros escenarios, como el caso de Asia.

Todas estas preguntas se presentan tanto desde un armazón teórico suficiente para iniciados en la materia como comprensible para legos, acompañado de ejemplos reales y prácticos en todo momento.

El periodismo está atravesando uno de sus momentos de cambio más intensos y, probablemente, traumáticos (¿desde?). Este libro supone una ayuda básica y útil para entender cómo estas metamorfosis y zarandeos pueden afectar al núcleo profesional y ético de la actividad periodística: la objetividad.

Francisco Segado

Profesor de UNIR. Director del grupo de Investigación, Comunicación y Sociedad digital