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·         Fatalistas, tecno-utópicos, apocalípticos y optimistas racionales son los nuevos personajes de la ya antigua escenografía para la idea de una decadencia europea. La declinología ha regresado como comparsa sombrío de los vértigos digitales y la omnipotencia del teléfono móvil en el bullicio trivial de la mente. Bajan los índices de lectura y se derrumban los últimos contrafuertes del elitismo meritocrático. Incontables diagnósticos de decadencia occidental mueblan los museos antropológicos, desde mucho antes de la idiotización del “homovidens” y de la compresión de lo complejo en la simplificación del twitter. El progreso ya no es lo que era. Remodelar las comunidades humanas en torno a valores comunes se hace, casi de repente, una cuesta empinada, un pedregal, un puñado de cenizas. Pero ¿es tan honda la crisis de la conciencia occidental?

·         Quizás no lo sepamos hasta conseguir perfilar este cambio de época que, a la manera, de las metástasis, configura nuestro tiempo sin que sepamos lo que nos pasa. Toynbee apelaba a una minoría creativa de la sociedad, porque el crecimiento es la obra de personalidades creativas y todo depende de si consiguen o no que avancen los sectores no creativos de la humanidad, que siempre son abrumadora mayoría. La audiencia del documental sobre las Campos –imitación castiza del imperio de las Kardashian- parece dejarlo todo en manos del retroceso. Spengler, aunque con tantos errores de prognosis, creó una morfología para la interpretación de Occidente. El ángulo de visión ha ido angostándose pero tanto la fórmula de Fukuyama al terminar la Guerra Fría o la tesis del choque de civilizaciones según Huntington, si no acertaban de pleno, nos sugerían algo.

·         En el año 2000, Morris Berman certificó el crepúsculo de la cultura americana. Desde entonces la complejidad del declive ha aumentado exponencialmente. La nueva versión de Pokémon conecta con alguna forma de falla neuronal. En plena deconstrucción del discurso público, Facebook genera comunidades en falso, identificaciones ilusorias, redes del mal y a la vez fuentes inagotables de conocimiento. Andamos pisando la línea de sombra, cada vez más desatentos al deber de lucidez y las formas de cohesión pública y privada. Trump ha llegado a Ellis Island en el mismo paquebote que transportó a King Kong. El relativismo nos ha situado en las antípodas de la voluntad de obra bien hecha. Berman escribió que el postmodernismo no solo aporta la negación de la verdad sino también la negación del ideal de la verdad. No hay más verdad que “¡Sálvame!”.