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Singulares memorias. Sus ajustes de cuentas políticos y culturales -abundantes- se realizan con ingenio y aparente generosidad. La autocomplacencia se expresa sin rebozo y la autoestima se declara sin ambages. El juicio propio se valora muy por encima del ajeno y el veredicto final de una vida ciertamente cuajada se adelanta al de la posteridad por la pluma ágil, divertida y colorista de una personalidad que ha hecho de sus memorias la novela de un «enarca» y de un ministro. Adolescente durante la Segunda Guerra Mundial, sus consecuencias fueron vividas con plena lucidez por un provinciano de familia linajuda ido a París para tallarse un alto destino. Los años radiantes para el espíritu y la inteligencia que siguieron en Francia al fin de la contienda se gozaron a pleno pulmón por un Deniau alumno de las ciencias antropológicas y también de la por entonces flamante y hoy legendaria Faculté de Sciences «Po». Sus posiciones centristas decantadas por la experiencia familiar y por las lecturas de la edad moceril se afianzaron entonces en medio de la tormenta de ideas y credos desatadas sobre el panorama del pensamiento galo a fines de los cuarenta y comienzos del siguiente decenio.

Antes de que ocupara un haut lieu en las misiones francesas destacadas ante la Comunidad Europea y de que llegara a escribir un valioso libro sobre su funcionamiento y objetivos, nuestro autor recorrería otros muchos senderos del ancho mundo. De algunos de estos itinerarios nos da impresionista cuenta en este primer volumen de sus recuerdos, dejando, sabiamente, en el lector una acezante curiosidad por los horizontes apenas desvelados en la obra glosada. Aunque en estos viajes y despachos políticos y literarios encuentra una dosificación muy cuidadosa, las peripecias de la vida pública francesa y europea de la segunda mitad del novecientos acaba siempre por predominar en el relato. Bien que el gaullismo y el pompidolismo ocupan en él porción muy considerable, serán, sin embargo, las vicisitudes del giscardismo las que hallen un reflejo más detenido en las páginas comentadas. Como hombre de confianza de Giscard, Deniau hará un elogio atípico y atópico del tercer presidente de la V República, ponderando à rebours del esquema habitual, su penetración psicológica y su digna conducta en los trances más difíciles. La antigua América española y, sobre todo, su metrópoli, tiene igualmente una asidua presencia en la obra de quien fuera el primer embajador de Francia en la democracia española. Franco, D. Juan Carlos y Felipe González se disputan la primacía de esta comparecencia. En general, semblanzas y evocaciones son acertadas y se ofrecen con un aire de verosimilitud si no de precisión, bañadas todas en la simpatía o en la admiración embridada.

En fin, una obra merecedora de degustarse y de esperar su inmediata continuación que, por lo entrevisto, tampoco defraudará a los paladares literariamente más exigentes y a los más escrupulosos historiográficamente. José Manuel Cuenca Toribio.

José Manuel Cuenca Toribio (Sevilla, 1939) fue docente en las Universidades de Barcelona y Valencia (1966-1975), y, posteriormente, en la de Córdoba. Logró el Premio Nacional de Historia, colectivo, en 1981 e, individualmente, en 1982 por su libro "Andalucía. Historia de un pueblo". Es autor de libros tan notables como "Historia de la Segunda Guerra Mundial" (1989), "Historia General de Andalucía" (2005), "Teorías de Andalucía" (2009) y "Amada Cataluña. Reflexiones de un historiador" (2015), entre otros muchos.