Tiempo de lectura: 5 min.

Robert M. Hutchins fue uno de los grandes universitarios norteamericanos en el siglo XX. Decano de Derecho en Yale a los 27 años, fue rector de la Universidad de Chicago entre 1929 y 1951. En La Universidad de Utopía, escrito al terminar su mandato, despliega lo que considera una universidad ideal, tan lejos de la realidad cotidiana que podríamos calificar de intento de sueño…, o de utopía. Como todos los clásicos, sigue siendo actual, y acaba de ser traducido al castellano.

Se trata de un nuevo volumen de la colección La Idea de la Universidad que con gran acierto comenzó la editorial Eunsa hace unos años. El trabajo del Instituto Core Currículum de la Universidad de Navarra está rescatando textos de primera fila en los que se reflexiona sobre cuál es (mejor, cuál debería ser) la misión de la universidad.

En La Universidad de Utopía se recoge un libro de Robert M. Hutchins que había sido editado en español en Argentina hace casi sesenta años. Se ha traducido de nuevo y se le ha añadido un estudio introductorio de Javier Aranguren que cumple con creces la misión de situar el contexto del debate, la persona de Hutchins y la fortuna de esta breve obra.


 

Robert M. Hutchins: La Universidad de Utopía. Estudio introductorio, traducción y notas de Javier Aranguren. Eunsa, Pamplona, 2018, 198 páginas.


Aranguren señala que la utopía es el sino del ideal universitario: un sueño perdido en las redes de las acreditaciones, las escuelas, los intereses creados y —sobre todo— la pérdida de la referencia a verdad y de cualquier jerarquía de conocimientos en la educación superior. Hoy se defiende la multiversidad, un conjunto de reinos de taifas en el que nada tiene que ver con nada y en el que la importancia de los contenidos se mide por la empleabilidad que conllevan, no por el objeto de estudio ni por el método con el que se accede a tal objeto.

El contexto de la gran conversación

La vida de Hutchins, en cambio, presenta (ya desde su dimensión biográfica) un ideal bien distinto. La propuesta de Hutchins es elitista, aristocrática. El autor es modelo de WASP (White, Anglosaxon, Protestant), con su elegancia y distinción. Desde muy pronto ocupó cargos de responsabilidad en el gobierno de Yale o de la Universidad de Chicago y trató de recuperar la idea de educación superior: un lugar privilegiado, no inminentemente práctico, en el que solo se pretende enseñar a pensar por medio de la relación estrecha con los gigantes del pasado. Para ello propuso un apasionante programa que denominó The Great Conversation, la gran conversación, donde elegía a un grupo reducido de estudiantes que se comprometían a leer cada semana una obra de los clásicos universales del conocimiento. Con esa lista se dio forma a la colección Great Books of the Western World, grandes libros del Mundo Occidental, en 54 volúmenes. El objetivo era aprender a través de la lectura y el debate las cuestiones medulares de la historia de la humanidad (filosofía, literatura, teología, historia, ciencia, medicina…), en las fuentes originales (Aristóteles, Sófocles, Agustín, Herodoto, Newton, Galeno…).

Sin un espíritu filosófico la universidad se ve reducida a una formación profesional llamativamente cara.

Hutchins escribió La Universidad de Utopía en 1953, recién abandonadas sus responsabilidades universitarias, cuando se acababa de instalar en el exilio intelectual en el que pasaría el resto de su vida. El ensayo es breve y sustancial, de esos que te bebes de un trago. Al igual que ocurre con Tomás Moro, autor de la primera Utopía, Hutchins alcanza rápidamente el tono que le convierte en clásico: su modo de hablar del ideal universitario se alza sobre la realidad mostrenca (pragmática, ¡aplicada!) en que se ha venido convirtiendo lo académico. Análogamente a como Moro describió con audacia, inteligencia y humor cómo debería ser una república ideal en un lugar inexistente (u-topos), así Hutchins se atreve a describir la universidad perfecta, ideal e ilusionante (sin duda, también ilusa), que sin concretar demasiado (y tal vez movido por un romanticismo poco informado de la realidad y típico en las novelas pro-europeas de Henry James) parece que se encuentra en Europa.

Los cuatro problemas de la Universidad 

En La Universidad de Utopía Hutchins condensa su experiencia universitaria. Los cuatro capítulos del libro hacen referencia a cuatro aspectos que alteran la idea original de los estudios superiores. A saber, la industrialización, la especialización, la diversidad filosófica y la conformidad social y política.

La industrialización produce el sometimiento de la universidad al poder económico de las empresas, del Estado o de cualquier otro poder fáctico. Hutchins escribe en pleno boom industrial, pero lo que dice resulta perfectamente extrapolable a la presente era digital. La idea es que la universidad ha de ser libre y autónoma en la elección de sus fines y métodos, aunque tenga patrocinadores o esté soportada económicamente por instituciones, industrias, compañías, con sus intereses propios.

El imperio de lo políticamente correcto limita la libertad de pensar y lleva a la uniformidad ideológica.

El segundo tema que se aborda es el de la especialización, y el de cómo las universidades tienen una imparable deriva técnica. Si el saber se fragmenta tanto que el universitario solo puede aspirar a saber mucho de muy poco, ¿cómo se puede formar una verdadera comunidad universitaria? ¿Se podrá comunicar un matemático con un médico, un filólogo con un economista o un historiador de los EE.UU. en el siglo xviii con uno centrado en la historia de los EE.UU. durante la segunda mitad del XIX? Es necesario desarrollar una formación transversal que sea también sapiencial, una cultura amplia, la visión capaz de síntesis, para formar una universidad de altos vuelos. Pero además el protagonismo educativo no debe estar en las escuelas técnicas: la universidad ha de tratar los temas más elevados, los que hacen referencia no tanto al hacer, sino al ser del espíritu humano.Y la vida del espíritu se refleja en ámbitos como el arte, la filosofía, la teología o cualquier otra disciplina que toque las cuestiones universales que preocupan al hombre. Es cierto, también en la técnica, pero no como uso de máquinas y herramientas, sino como reflexión acerca de ese tema. Sin un espíritu filosófico la universidad se ve reducida a una formación profesional llamativamente cara. Con espíritu filosófico los estudiantes aprenderían una habilidad que brilla por su ausencia en nuestro mundo de automatismos: a pensar.

El siguiente tema es el de la diversidad filosófica. La universidad nació en la Edad Media, en el seno de las escuelas catedralicias, en torno a un principio definitorio del concepto de verdad y teniendo a la fe como núcleo. Actualmente la profusión de propuestas de distintos fundamentos —o de la ausencia de fundamentos— debido al fenómeno de la multiculturalidad hace que, como en el caso de la especialización, se haga muy difícil la construcción de la comunidad intelectual (que no debe estar sustentada en la emotividad superficial ni en la propaganda).

Frente al macarthismo

El ensayo se cierra con una reflexión sobre la conformidad social o política. La universidad debe defender la unidad de la verdad, pero eso no es lo mismo que la uniformidad de ideas. La verdad siendo unitaria e inagotable, admite diferentes vías de acceso y, como nunca se acaba, siempre cabe crecer en su conocimiento. Esa pluralidad debe ser defendida y explorada a través del diálogo abierto, del debate, de la superación de prejuicios y fundamentalismos sin fundamento. El imperio de lo políticamente correcto, la dictadura del relativismo, no deberían limitar la libertad de pensar, ni tampoco la conversación. El mode-lo anglosajón de debate es enormemente atractivo, y está basado en una educación muy anterior a la universitaria, que empieza en la niñez y que potencia tres aptitudes fundamentales: saber leer, saber escribir y saber hablar. Estos son los elementos del trivium medieval: la gramática, la lógica y la retórica. El enfrentamiento que, siendo rector en Chicago, protagonizó Hutchins frente al macarthismo para que en su universidad se pudiera debatir racionalmente los textos de Marx, son una prueba de esa mentalidad abierta.

Magníficamente escrito, con una bibliografía muy bien seleccionada que puede servir para aumentar el campo de lecturas, y encima breve: nos encontramos ante un libro muy recomendable.

———–

© Crédito de la imagen: shutterstock_260418233

Licenciado en Empresariales (1992) y en Derecho (1999). Socio de Elzaburu, Propiedad Industrial e Intelectual.