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La política exterior, junto a la seguridad, son las dos esferas que tradicionalmente han sido competencia exclusiva de los Estados modernos. La influencia y pujanza de la sociedad civil en Estados Unidos se comprueba en la capacidad que tienen los actores no estatales para intervenir en la configuración de la misma. Por esta razón, el debate sobre la conformación de la política exterior no queda restringido a un pulso entre las instituciones del Estado como son el presidente, el Consejo de Seguridad Nacional, el Departamento de Estado y el Senado.

A lo largo del siglo XX en Estados Unidos han intervenido decisivamente a la hora de fijar la posición del país en cuestiones internacionales no sólo políticos profesionales y diplomáticos (Welles, Kennan) sino también profesores universitarios (Kissinger, Kirkpatrick, Rice, Brzezinski, Huntington), militares (Marshall, Powell), think tanks (Consejo de Relaciones Internacionales, Brookings, Carnagie, American Enterprise Institute), abogados (Acheson), financieros (McNamara) y hasta teólogos (Reinhold Niehburn). También periodistas, entre los que destacan Walter Lippmann, Irving Kristol y Robert D. Kaplan.

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Por tanto, think tanks, universidades o medios de comunicación no son instituciones utilizadas por los actores estatales para hacer llegar al conjunto de la sociedad las claves de las decisiones de política exterior, sino que son también verdaderos impulsores de las mismas. Aunque sean de una difusión minoritaria, Foreign Affairs, Foreign Policy o la edición internacional de Newsweek son, además de sólidas fuentes de información, el cauce para el análisis y los ensayos de los foros de debate y propuestas de los policy makers de EstadosUnidos.

Fareed Zakaria (Bombay, 1964) es uno de los personajes que hoy en día influyen en la configuración de la política exterior de Estados Unidos. Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard, fue editor de Foreign Affairs y en la actualidad es editor y columnista de Newsweek. De origen musulmán, su padre fue un miembro destacado del Partido del Congreso y su madre fue editora del Sunday Times de la India. Es, por tanto, uno de los ejemplos más depurados de la élite política e intelectual de la era de la globalización, a caballo entre Oriente y Occidente.

En 1998 publicó su primera obra, From Wealth to Power, un estudio sobre el comportamiento y los ejes de la política exterior de Estados Unidos a lo largo del siglo XIX. El libro mereció los elogios de figuras universitarias de primer nivel como Kenneth Waltz y Samuel Huntington.

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Mucha mayor repercusión tanto nacional como internacional tuvo en 2003 The Future of Freedom, que ha sido traducido a veinte idiomas. En dicha obra Zakaria aporta un audaz punto de vista sobre cómo la libertad individual se ha abierto paso a lo largo de la historia y señala la necesidad de contar con instituciones independientes como garantía de las libertades frente al populismo, que es la amenaza siempre latente en cualquier democracia.

Frente a quienes reducen los sistemas democráticos a formalismos y procedimientos, Zakaria cree que el principal desafío de nuestras democracias es recuperar el constitucionalismo liberal reconstruyendo, tanto las asociaciones civiles como las instituciones políticas rotas por intereses partidistas a corto plazo y por la presión de lobbies. Afirmaba también que «quizás el más difícil de los retos sea que aquellos con más poder en nuestras sociedades asuman sus responsabilidades, lideren y establezcan unas actitudes no sólo guiadas por criterios legales, sino también morales. Sin este relleno, la democracia será una cáscara vacía, no sólo inadecuada sino potencialmente peligrosa que traería la erosión de la libertad del individuo, la manipulación de las libertades y la decadencia de la vida en común». Esdecir, recupera algunos de los elementos más genuinos del liberalismo tradicional como son el gobierno limitado y el papel ejemplarizante de las minorías dirigentes.

El 21 de mayo de 2008 aparecía en la edición digital del The NewYork Times una fotografía informal del entonces candidato Barack Obama con un libro entre las manos que acababa de ser publicado -—The Postamerican World-—. El autor, Fareed Zakaria. Se trata de una obra escrita antes de la quiebra de Lehman Brothers, cuando la actual crisis económica mundial apenas estaba en sus etapas iniciales y la llegada de Obama a la Casa Blanca era aún una incógnita. De todas formas, tanto su análisis como sus conclusiones tienen plena vigencia.

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A pesar de lo engañoso del título, en modo alguno se puede catalogar como una más de las reediciones inspiradas en Gibbon sobre la historia del declive y la caída de un imperio, en este caso el americano. Para el autor, Estados Unidos no ha dejado de ser la gran potencia global, pero la fortaleza que mantenía en 2002 durante la crisis de Perejil —-que considera el momento de máximo poder unipolar del país- —no es la que mantiene en la actualidad.

Zakaria divide la historia de la humanidad desde el siglo XVen tres grandes etapas. La primera hasta el siglo XIX que sería liderada por Europa occidental y que habría configurado la cultura de la modernidad tal y como la entendemos. A finales del siglo XIX Europa pasa el testigo del liderazgo a Estados Unidos. En la actualidad nos encontraríamos en lo que denomina como «el ascenso del resto» —-the riseof the rest-—, y es esta circunstancia la que se detiene en analizar en profundidad.

Los iconos de ese cambio pueden ser tan variados como que Hollywood sea la gran industria del cine en la actualidad, que el edificio más alto se encuentre en Dubai o que el hombre más rico del mundo sea mexicano. Lo mismo ocurre en la comunicación. El monopolio de la CNN como cadena global ha quedado atrás y le han salido competidores de entidad como Al Jazeera para el mundo árabe o en la India la NDTV. Todo ello en una época en la que se ha pasado de un 40% de la población del mundo que vivía en 1981 con menos de un dólar a que en 2004 esta cifra se redujese a un 18%.

El mundo ha cambiado profundamente y Estados Unidos tiene que acomodarse a esta nueva realidad, aunque continúe siendo la gran potencia político-militar, pero en el terreno financiero, educativo, cultural e industrial ha perdido su preponderancia absoluta. No es que el país se haya debilitado respecto a 1989, sino que el mundo se ha hecho más complejo y el modo que tiene que tener Estados Unidos de encarar esta nueva realidad debe ser diferente. Estados Unidos sigue siendo la potencia indispensable pero tiene que recuperar su capacidad de establecer complicidades.

Todos estos aspectos en una época en la que conviven diferentes tendencias. Por un lado, el poder de los actores estatales se difumina hacia los no gubernamentales, por otro, existe un auge del nacionalismo que también afecta a la imagen de Estados Unidos, que ya no es un modelo a copiar en el camino de la modernización sino una referencia a considerar. Las trayectorias de China o India a la hora de incorporarse a la modernidad así lo atestiguan.

Para el autor, la última década ha demostrado la capacidad de las sociedades de funcionar de modo independiente a los problemas políticos. En el aspecto económico el mundo ha crecido a unas tasas superiores al 3% a pesar de la existencia de numerosos conflictos políticosy militares (11-S, Afganistán, Irak, Líbano, Palestina, Chávez, Corea del Norte…). Parecía como si la sociedad ya no necesitase de la política. Creo que la actual crisis económica ha acabado con ese espejismo.

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Zakaria ataca algunas de las premisas de la ideología neoconservadora, como la amenaza real que supone el islamismo y su respuesta por parte de las sociedades democráticas. Incluso ante el desafío que supone Irán, afirma que su gasto militar es 1/110 el de Estados Unidos, por lo que, utilizando la comparación con la II Guerra Mundial que realizan los neoconservadores, Irán no sería Alemania sino la Rumania de entreguerras. Es evidente que con el ánimo de rebajar un tanto el discurso alarmista de la Administración Bush, Zakaria deja de lado el significado geoestratégico para la región que tendría el acceso de Irán al club nuclear.

Lo mismo ocurre cuando aborda la situación de Latinoamérica, en la que incide en la fortaleza de México, Brasil y Chile por encima del potencial desestabilizador de Chávez. Quizás el deseo de promover que Estados Unidos vea el mundo desde otro punto de vista, que cambie el paradigma, le lleva a rebajar en alguna medida los riesgos reales que existen.

Para el autor, Estados Unidos representa un modelo basado en la cultura clásica, el cristianismo, el imperio de la ley, la separación entre Iglesia y Estado y la sociedad civil. Su fortaleza ha estado basada en el vigor de su sociedad, en su capacidad de apertura que le ha permitido responder de un modo flexible a los cambios y en su confianza en el futuro. Lo mismo ocurre en la cuestión educativa, donde se juega una parte del futuro. Un sistema desigual pero que muchas de sus instituciones son una referencia mundial a través del fomento del razonamiento crítico como eje de la formación.

La verdadera amenaza para Estados Unidos es que esos valores que representa pueden encontrarse en un proceso de revisión. Por ejemplo, con el cambio que se está dando respecto a la idea de libre comercio, que ha sido una de las señas de identidad del país. Mientras países como Brasil o India, que en el pasado desarrollaron un proteccionismo que les llevó al fracaso, se abren en la actualidad con éxito al comercio internacional, el apoyo a este principio está cayendo en Estados Unidos y se extiende el discurso proteccionista. El propio presidente Obama ha defendido, como candidato y ya como presidente, posiciones proteccionistas.

De un modo amplio trata de China, como el gran desafío de Estados Unidos, aunque todavía presenta muchas dudas sobre su evolución. Los roces que están teniendo lugar en los primeros meses de la Administración Obama así lo demuestra. El otro gran país con el que tendrá que contar Estados Unidos es India, que ha pasado de ser ejemplo de «no alineado» durante la Guerra Fría a ser un potencial gran aliado en la región debido a su creciente competencia con China en el sureste asiático.

Zakaria aborda muchas cuestiones diferentes en pocas páginas, lo que le lleva en ocasiones a caer en la simplificación a la hora de tratar temas complejos, como es la lectura que hace del sentido y significado de la modernidad. En su opinión, el progreso y liderazgo de Occidente han estado fundamentados en el dinamismo de una sociedad que siempre ha tenido sus espacios de independencia del poder del Estado y uno de esos elementos de referencia independientes del Estado ha sido la Iglesia.

Aunque se puede decir que en líneas generales este hecho es un referente en la cultura occidental, no se puede olvidar que a partir del siglo XVI lo que se consagra en Europa es el confesionalismo religioso bajo la fórmula cuius regio eius religio (Paz de Augsburgo, 1555). Es decir, cuando Zakaria entiende que se produce el inicio del apogeo de Occidente respecto a otras culturas, éste coincide con el fortalecimiento del poder de los Estados hasta llegar a las monarquías absolutas, que no fue otra cosa que un intento de socavar todos los ámbitos de vida social libre, incluido el ámbito religioso. No en vano, el autor identifica la cultura occidental con elementos de una modernidad que ha sido exclusiva de Estados Unidos.

Otro rasgo que define para Zakaria la cultura occidental es su universalismo. Sobre esta cuestión giró el conocido ensayo de John Gray, Al Qaeda y lo que significa ser moderno. Un universalismo cultural que ha tenido éxito y que incluso en cuestiones como los derechos humanos, que son para el autor conceptos desconocidos en las culturas China o India, son cuestiones a las que hoy en día esas naciones tienen que dar respuesta. Resolver la tensión entre la extensión de los valores y modos de vida occidentales junto con el intento de mantener los elementos culturales propios es el gran desafío que afrontan países como China o India que se incorporan a la modernidad.

Zakaria deja en el aire la posibilidad de una vía alternativa a la modernización de Occidente -—«¿el futuro será moderno u occidental?»-—, lo que no llega a plantearse es la posibilidad de alternativas a la modernidad en el propio Occidente. Afirmaciones como que «la cultura sigue al poder» (pág. 81) reflejan el carácter provocador de un ensayo que aborda muchos de los debates de fondo del mundo actual.

Para terminar, el libro propone unas recomendaciones inteligentes para los rectores de la política americana; determinar con claridad las prioridades y actuar en consecuencia, que la política exterior esté guiada por amplias reglas y no por estrechos intereses, establecer un sistema de complicidades a nivel global como el desarrollado por Bismark en Europa a partir de 1871, ser consciente de que para mantener la paz y la estabilidad es necesario un «orden a la carta» a través de diferentes compromisos multilaterales en función de las circunstancias, promover respuestas «asimétricas» ante los desafíos a la seguridad y no exclusivamente militares y no olvidar el poder de la legitimidad.

En cualquier caso, la confianza en la fortaleza de la sociedad civil es la clave para afrontar todos los retos del futuro y seguir avanzando.Nos encontramos con una versión actualizada de las obras clásicas destinadas al gobernante ilustrado. A pesar de que en ocasiones simplifica en exceso cuestiones complejas, realmente merece la pena reflexionar con Zakaria sobre qué está pasando en el mundo, porque, afortunadamente, el telón de la historia no bajará por la voluntad de los hombres.

Pablo Hispán Iglesias de Ussel es licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Navarra. Universidad en la que se doctoró en Historia Contemporánea. Ha desempeñado distintos cargos en la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid. Es autor de varias publicaciones sobre diversos temas como la Economía sumergida, Política monetaria, Política regional, Globalización y temas de la Unión Europea.