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Los especialistas en comunicación electoral explican que, en términos de cobertura mediática, se puede hablar de dos tipos de campaña: la llamada issue campaign, centrada en los temas o problemas que configuran la agenda de los medios y/o los candidatos, o la horse race campaigno campaña de carrera de caballos. Esta última es la que está centrada en la estrategia, en la evolución de la intención de voto, en las tácticas de los políticos para mantener la iniciativa frente al adversario.

La cobertura mediática que están recibiendo las elecciones vascas se centra fundamentalmente en las estrategias de los partidos y, en especial, en las tácticas del PNV y el PSE, los únicos que tienen posibilidad real de ganar los comicios. No deja de ser curioso que, en unas elecciones en las que los ciudadanos se juegan algo más que la elección de un gobierno el voto que cada ciudadano pone en la urna implica una adhesión diferente a principios tan valiosos para las sociedades democráticas como la libertad, la justicia, la dignidad y la paz, lo prioritario en la agenda de los medios sea la estrategia.

Pero es que, desde hace ya demasiado tiempo, todo lo que sucede y afecta a la política vasca pasa siempre por el filtro de la estrategia. Muchos ya no se acuerdan, y es alarmante, pero el pasado mes de diciembre el Gobierno se negó a aplicar la ley de régimen local para disolver los consistorios gobernados por ANV, heredera de Batasuna. ANV había podido presentarse a los últimos comicios vascos porque el Ejecutivo permitió entonces que un 50% de sus listas pudiera hacerlo. El resultado es conocido: en estos momentos, 43 ayuntamientos están tutelados por los terroristas. Es un dato trágico, pues nadie pone en duda la colaboración activa que, desde hace años, y para ejercer el terror, han prestado muchos ayuntamientos.

El Gobierno tuvo a su alcance un recurso para sacar a ANV de las alcaldías, pero prefirió no activarlo con excusas como la «complejidad» del procedimiento. No. La realidad es que el Gobierno prefería esperar a las elecciones autonómicas, por más que en estos Ayuntamientos se esté dando cobertura, enalteciendo o justificando el terrorismo, incumpliendo la ley. ¿Por qué? Por motivos de cálculo y estrategia.

Y ahora, ¿dónde estamos? Pues también centrados en la estrategia, únicamente preocupados por saber si Ibarretxe logrará ganar de nuevo o si el PSE será capaz de adelantar al PNV y, lo que es más importante, gobernar. El último Euskobarómetro, basado en encuestas realizadas en los meses de octubre y noviembre, revelaba ya un empate técnico entre estos dos partidos. Según este sondeo, el PNV sería el partido más votado, con una diferencia sobre los socialistas de dos puntos, pero el PSE podría llegar a obtener más escaños en el Parlamento vasco. Patxi López, por tanto, tiene una oportunidad de lograr la lehendekaritza. La pregunta es con el apoyo de quién, y aquí es donde, de nuevo, entra en juego la estrategia.

A los socialistas les aterra ofrecer la imagen de «frentismo» y, por eso, sin negar tal posibilidad, evitan confirmar si, para gobernar, aceptarían llegar a un acuerdo con el Partido Popular. Su estrategia está diseñada para tratar de atraer a sectores próximos al PNV, y lo único que han dejado claro es que o López es lehendakari o continuarán en la oposición. No obstante, aunque en público no lo admitan (por estrategia), no les importaría gobernar con el apoyo de los nacionalistas. Pero eso, entre otras cosas, podría poner en peligro los acuerdos parlamentarios en Madrid, que Zapatero debe cuidar para seguir surcando esta compleja legislatura. No olvidemos que el PNV fue el que permitió al presidente del Gobierno salvar los Presupuestos de 2009 en el Congreso hace unas semanas y no cederá fácilmente el Gobierno. Dicho esto, como ha escrito Germán Yanke, buen conocedor de la escena vasca, «la sospecha de que la alternancia no sea una clara alternancia no juega a favor de Patxi López». Si los ciudadanos perciben que el cambio no será finalmente tal, muchos preferirán no modificar su voto. Por eso, la campaña, en esta ocasión, va a ser muy importante.

Hay una posibilidad de que, el próximo día 1 de marzo, se produzca un cambio sustancial en la política vasca. Desde hace treinta años, en el País Vasco los nacionalistas han presidido los sucesivos gobiernos. Que un partido no nacionalista (aunque, cuando se excede en los gestos y los guiños, no lo parezca) es un hito histórico que, de gestionarse correctamente, podría tener consecuencias muy sanas desde el punto de vista de la salud democrática en la maltrecha sociedad vasca.

La tendencia electoral está de parte de los socialistas, que dicen apostar por un «socialismo vasquista» y que han diseñado una campaña de acento autonomista que otorga muy poca visibilidad a los miembros del Gobierno y la Ejecutiva federal. En las últimas elecciones generales, el PSE superó por 100.000 votos al PNV, que está combinando la apelación a los votantes moderados con la búsqueda de votos en el caladero soberanista.

Los nacionalistas (el PNV, pero, en especial, EA, que esta vez se presenta en solitario) quieren conquistar el espacio de la llamada izquierda abertzale. Si nada cambia, parece que esta vez ninguna marca asociada a Batasuna podrá presentarse a los comicios.

El PP del País Vasco, después de la crisis generada por la marcha de María San Gil, ha dado muestras de cohesión interna y aspira a ser la fuerza decisiva para facilitar la gobernabilidad. Este hecho puede convertirse en una magnífica oportunidad para hacer llegar sus ideas a una parte importante del electorado vasco, que no escucha o no comprende su mensaje.

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También puede darse el caso de que gane el PNV, pero que entre el PSEA y el PPsumen una mayoría superior a 38 escaños. En ese caso, también interesante, el PP se convertiría en un actor fundamental de la escena vasca, desde el punto de vista de la estrategia política. Siempre que Zapatero no impidiera al PSE formar gobierno. No hay que olvidar lo que sucedió en Cataluña: el presidente del Gobierno se mostró en todo momento contrario a la decisión de Montilla de suceder a CIU, que había ganado las elecciones, a través de un acuerdo tripartito. Hace muy poco Zapatero expresó su confianza en López, pero nadie mejor que él para decir una cosa en un momento y luego otra.

Pero, volviendo al PP, éste es fundamental en el País Vasco no sólo desdeun punto de vista estratégico. Los populares son los únicos que representan, sin concesiones a la estrategia, la adhesión a los principios constitucionales, la defensa a ultranza de la libertad, la lucha sin cuartel contra el terrorismo. Patxi López, no lo olvidemos, tuvo que presentarse ante un juez por mantener reuniones con el entorno etarra y no hace mucho fue un adalid de la negociación con ETA. El mensaje del PP, por más que en algunos sectores de la sociedad vasca sea incomprensible, es imprescindible. Por eso lo deseable sería que, esta vez más que nunca, el acierto en la estrategia acompañara la campaña del Partido Popular.

Profesora de la facultad de Ciencias de la Información en la UCM