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Las políticas tradicionales de desarrollo económico se han centrado en las infraestructuras físicas en sus medidas de promoción económica. La calidad de la gestión, la cultura emprendedora y la cooperación entre empresas o con las instituciones públicas son aspectos que, sin embargo, van ganando peso en estas políticas. La importancia de las relaciones e interrelaciones a través de interfaces apropiadas reclama cada vez más la atención de los analistas. Las infraestructuras de transferencia y de generación de intercambios y negocios aparecen como una pieza vital del desarrollo autóctono de regiones y países. Donde la composición de la PYME es importante, este aspecto queda, si cabe, todavía más resaltado. Los fundamentos del progreso pasan a tener en cuenta no sólo los aspectos macroeconómicos tradicionales, sino también los aspectos microeconómicos más relacionados con los intangibles y el llamado mundo de la economía real. En el futuro, estos aspectos primarán sobre las políticas más convencionales, tales como las políticas monetarias fiscal, o de subsidios que, en el caso de la UE, no estarán en poder de los organismos locales.


¿QUÉ ES UN CLUSTER?


La definición formal dice que un cluster es una concentración geográfica de empresas e instituciones interconectadas en un campo particular. Incluyen por ejemplo proveedores especializados, servicios, infraestructuras de apoyo, etc. Generalmente los clusters se extienden verticalmente en la cadena de valor y lateralmente hasta la tecnología, sectores relacionados, etc. Muchos de ellos incluyen instituciones gubernamentales y de otro tipo, como las universidades, parques tecnológicos y servicios especializados de educación, información, reciclaje y apoyo técnico.


Los límites de un cluster están determinados por la complementariedad de empresas, sectores e instituciones respecto a un determinado campo. Geográficamente pueden coincidir con las divisiones políticas y administrativas, pero no lo hacen necesariamente. Sin embargo, un cluster raramente coincide con una clasificación industrial o económica tradicional. Por el contrario, lo que un cluster promueve es una nueva forma de agrupación, distinta de la tradicional que está muy limitada a la hora de capturar muchos de los agentes y aspectos de la competitividad.


En toda competición moderna la productividad es la clave, y ésta está relacionada más con el modo de competir de las empresas que con los mercados. Las empresas pueden ser altamente productivas en cualquier sector si emplean sofisticados métodos de gestión, tecnología avanzada y ofrecen productos y servicios diferenciados. La sofisticación de los métodos depende de la calidad del entorno empresarial y en muchos casos, por el contrario, es el entorno el que entorpece la competitividad. En las economías avanzadas los aspectos decisivos del entorno están incluidos en los clusters de manera que se han convertido en las unidades relevantes y fundamentales para entender la microeconomía y la competitividad de las empresas.


Según Porter1 el nivel de agregación de un cluster se puede representar como sigue: EMPRESA > ASOCIACIONES CORPORATIVAS > CLUSTER > SECTOR GENERAL >CNAE.


Los cluster mejoran la competitividad de las empresas en tres direcciones: incrementan la productividad de las empresas, dirigen y promueven la innovación, y estimulan la creación de nuevas empresas.


Si pensamos en las PYME, no sólo es importante aumentar sus capacidades internas, sino también contar con un entorno de calidad. En zonas con alta presencia de PYME, la posibilidad de que éstas funcionen en mercados imperfectos con flujos escasos de intercambio de conocimientos es muy alta. Esto es especialmente cierto en las zonas menos favorecidas, por lo que pueden ser necesarios servicios para la asistencia a las empresas que les permita conectar con las fuentes y recursos que las complementan. En estos casos, para explotar sus posibilidades necesitan algo más que una política de subvenciones, reducción de impuestos, etc.


La desventaja de estar «aislado» puede ser un gran handicap para una PYME. Esto es más cierto hoy en día, cuando las empresas se encuentran actuando en un concierto internacional, incluso sin desearlo, de manera que la capacidad de responder rápidamente a las oportunidades, o a la competencia es un valor o ventaja competitiva en sí misma. Innovar es la clave de la gestión actual, lo que en el caso de las PYME, muchas veces, tiene un sentido más cercano a cambio que a tecnología. Innovación, desde este punto de vista, implica investigación, desarrollo, tecnología, nuevas habilidades, logística, y sobre todo la gestión de todos estos aspectos en un todo coherente. Y en buena parte estas habilidades se encuentran, en el caso de la PYME, fuera de su estructura interna.


Por ello la competitividad de una PYME va a depender en buena medida de la calidad del sistema institucional que soporta la innovación. Lundvall2 define el sistema de innovación como «un sistema social, compuesto por subsistemas que interactúan: el subsistema de aplicación y explotación del conocimiento, y el subsistema de generación y difusión». La interacción entre los subsistemas y las entidades que intervienen serán las que conduzcan el progreso de una región o país a través de los flujos de aprendizaje. Si una zona geográfica presenta redes robustas de interacción, ésta presenta ventajas para crear una riqueza sostenible a través de la promoción de procesos de aprendizaje y creación de innovaciones.


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Por el contrario, la falta de coherencia y correlación entre los subsistemas produce pocos efectos, lo que en definitiva es negativo, aún cuando se inviertan importantes cantidades en infraestructura, que es siempre la tentación del diseñador de política económica. El dinero utilizado exclusivamente para la creación de infraestructuras y equipamiento sin conexión con la verdadera demanda y necesidades de explotación puede sesgar el efecto de estos fondos. Pero también es cierto que la creación de redes de intercambio de conocimiento tiene más difícil medir la relación causaefecto, mientras que una inversión física siempre será cuando menos cuantificable como activo, lo que hace que las políticas económicas para la sociedad del conocimiento sean cosa de algunos arriesgados políticos con mucha visión de futuro.


EL CONOCIMIENTO EN GESTIÓN


El conocimiento en gestión es un flujo continuo entre teoría y práctica, en donde una sigue a la otra sin solución de continuidad. Los directivos de empresa buscan constantemente aquello «que funciona» para aplicarlo en su actividad diaria. Muchas veces «lo que funciona» llega de distintas fuentes de manera tal que es difícil identificar una sola influencia. De igual manera muchas de las buenas teorías de gestión han nacido de la conceptualización realizada por el mundo académico, de buenas prácticas extraídas de empresas que presentaban resultados excelentes en general o en una actividad concreta.


De esta forma se dice con frecuencia que no hay mej or práctica que una buena teoría y, por supuesto, no hay mejor teoría que una buena práctica.


En la dinámica de transmisión de conocimientos en gestión entra en juego un aparato institucional, profesional, empresarial, asociativo y cultural que constituye el sistema de formación del conocimiento en gestión de un país. La educación formal, los cursos de reciclaje, los libros, las consultoras, las conferencias, las revistas especializadas, etc., son, entre otros, vehículos para la popularización de nuevas ideas de gestión. Finalmente la aplicación de las ideas de gestión se produce en un contexto particular donde la idea es legitimada.


En este sentido el conocimiento en gestión no es neutral, sino que tiene contenidos ideológicos en el sentido que señala Geertz3. El contexto influye de forma decisiva y los modelos de gestión son adaptados a las circunstancias de cada cultura, incluso perdiendo, en buena parte, su contenido original, como sostiene Guillén4.


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El cluster del conocimiento tiene como misión hacer más eficaz el sistema de gestión a través de la mejora de relación entre los agentes del sistema. Un claro ejemplo es la mejora de la relación del mundo de los académicos y el de los directivos.


EL CLUSTER COMO ESTRUCTURA DE APRENDIZAJE E INTERCAMBIO DE CONOCIMIENTO


Desde otro punto de vista, el clus ter del conocimiento es una estructura de aprendizaje colectivo, que puede ser entendida como el sistema nervioso que promueve la competitividad de un país. Si seguimos con la analogía, el esqueleto de un sistema económico son las infraestructuras, los músculos son las empresas y el sistema nervioso y neuronal son las relaciones que se establezcan. El cluster del conocimiento reúne dentro de sí entidades, empresas, e instituciones que forman parte del sistema neuronal de un país [Figura 2].


Este conjunto de entidades agrupadas en torno a este concepto son, de hecho, la puerta de entrada de criterios de competitividad para empresas y organizaciones. Este sistema es «responsable» de que a las empresas lleguen los conocimientos en gestión necesarios para hacer eficaces y productivas las empresas.


Mientras que en algunos países este sistema funciona de forma eficaz y la calidad de los agentes permite que se dé una espiral de aprendizaje colectivo. En otros casos conviene estimularlo. En todo caso y para regiones y países que deseen un desarrollo endógeno y sostenible, este tipo de estructuras presenta un improtante cuadro de efectos en cuanto a las políticas de promoción económica en la transición de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento.


NOTAS


1 M. P. Porter, On Competition, MBS Press, 1998.
2 B. A. Lundvall, National Systems of Innovation: Towards a Theory of Innovation and Interactive Learning, Pinter Publishers, London, 1992.
3 Clifford Geertz, The Interpretation of Cultures, Basic Books, New York, 1973.
4 Mauro Guillen, Models of Management: Work, Authority and Organization, University of Chicago Press, Chicago, 1994.

Director General del Cluster del Conocimiento (País Vasco)