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Aunque se le consideraba un extraordinario organista capaz de llevar a cabo preciosas improvisaciones, Antón Bruckner (1824-1896) llegó a los cincuenta años siendo un compositor incomprendido. Tan solo un círculo muy restringido admiraba su obra y su talento, fundamentalmente en San Florián y Linz, lugares en los que transcurrieron los primeros años de vida profesional y en los que compuso la mayor parte de su obra coral y organística de carácter religioso. Tenía una fe profunda y en las obras sinfónicas no religiosas se servía de los amplios movimientos para, según él, cantar la glorificación de Dios y la belleza del mundo.

Su encuentro con Wagner fue decisivo. Éste advirtió enseguida el talento creador poco común de Bruckner y llegó a afirmar que despues de Beethoven tan solo Bruckner había tenido ideas sinfónicas. La amistad y el reconocimiento de Wagner fueron el espaldarazo para que el músico emprendiera la composición de sus Sinfonías, su obra cumbre. Pero también le granjeó la oposición del influyente critico vienés Eduard Hanslick y la de Brahms, que dirigieron alguna campaña contra él cuando se estrenaron sus obras. Esto motivó cierto rechazo en los ambientes musicales de Viena y, a pesar de su insistencia, hasta 1868 no logró Bruckner entrar como profesor de armonía, contrapunto y órgano en el Conservatorio de Viena.

Su aspecto algo desaliñado y los modales algo bruscos debieron influir en sus fracasos amorosos y tampoco le facilitó el trato con la sociedad vienesa.

Un excesivo trabajo, las decepciones sentimentales y profesionales y la soledad alteraron mucho su salud y le condujeron casi al borde la la locura. Aunque se recuperó, nunca llegó a reponerse totalmente y unas fuertes migrañas le hicieron sufrir toda su vida.

La Sexta Sinfonía en La Mayor es la menos divulgada; ciertamente queda algo ensombrecida por la Séptima, y si Bruckner quiso componer una obra atrevida y provocadora, en realidad resultó ser la menos incisiva. Su estreno se llevó a cabo postumamente en 1899 en Viena.

Daniel Baremboim es un profundo conocedor de la obra bruckneriana, y de hecho ha grabado la mayor parte de sus Sinfonías. Frente a la magnífica Filarmónica de Berlín realiza aquí una versión que realza y rehabilita la partitura.

Profesora de música y periodista