Tiempo de lectura: 2 min.

Bernard Herrmann ha sido uno de los compositores más destacados de la época dorada de Hollywood. Si Hitchcock fue el gran mago del suspense y el terror en aquellos años, una buena parte del éxito de sus películas se debió a la banda sonora creada por Herrmann. La música que compuso para Psicosis (1968) contiene los más brillantes efectos sonoros, como los glissandi de los violines que acompa-ñan la escena del crimen en la ducha, que se convirtieron en el ejemplo del terror en el cine. Aunque procedía de la alta escuela, Herrmann logró en el cine un reconocimiento que nunca alcanzaría con sus obras «serias». Creyó en la validez de este género y a él dedicó su quehacer profesional.

Comenzó en la CBS radio, donde componía la música para los dramas radiofónicos del Teatro del Aire de Orson Welles. Con él pasó al cine, colaborando en Ciudadano Kane y otras. Fue en 1955 cuando empezó a trabajar para Hitchcock y durante diez años compuso la música de sus películas. Hasta que en 1966 Hitchcock le pidió que para Tom curtain (Cortina rasgada) se inspirara en la música de jazz o en el pop entonces naciente. Herrmann no estabade acuerdo e hizo música «a su estilo». Nada más escuchar el Preludio, Hitchcock le despidió y la partitura quedó inédita.

Bernard Herrmann trabajó siempre con directores marcadamente individualistas, como también lo era su música, compuesta con orquestaciones muy poco habituales y ausencia de melodías emotivas o pegadizas. En lugar de ello, utilizaba acordes continuos conjugados con diseños rítmicos de gran efecto. Es admirable la forma en que Herrmann lograba identificar los instrumentos con los ruidos y los movimientos de personajes o los fenómenos naturales. Utilizaba la música para arrastrar al público a la aceptación de lo que sucedía en la película.

Según Bernard Herrmann, «la música puede conferir a una escena terror, grandeza, alegría o miseria. Suele transformar el mero diálogo en auténtica poesía. Es el vínculo de comunicación entre la pantalla y el espectador». Dejando aparte su funcionalidad, la música para cine de Herrmann, a diferencia de la de otros autores, puede ser escuchada de forma independiente. A través de la brillante interpretación del finlandés Salonen y despojadas de las imágenes de la pantalla, estas partituras por sí mismas revelan un gran poder de evocación. Cabe preguntarse cuánto deben a Herrmann los cineastas como Truffaut, Martin Scorsese o Hitchcock y si habrían cosechado los mismos éxitos de no mediar la eficaz labor creativa de este músico.

Profesora de música y periodista