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Rob Riemen (Países Bajos, 1962), una suerte de Erasmo de Róterdam moderno que enarbola la bandera del humanismo en una sociedad deshumanizada, es ensayista, fundador y presidente del Nexus Instituut, un foro que fomenta el debate filosófico y cultural. Entre sus obras cabe destacar Nobleza de espíritu, traducida a dieciocho idiomas. Ha estado en Madrid donde ha presentado su nuevo libro: Para combatir esta era. El pasado viernes conversó con Nueva Revista en los siguientes términos. 

¿Qué supone Para combatir esta era respecto de su ya clásico Nobleza de espíritu?

Para combatir esta era es una secuela de Nobleza de espíritu. En Nobleza de espíritu hay cuatro relatos en los que procuro definir la esencia de la democracia para responder a la pregunta de Sócrates sobre cuál es la mejor forma de vivir. En Para combatir esta era hay dos ensayos, uno sobre el regreso del fascismo, que es una amenaza inmediata a la democracia, y otro sobre el espíritu de Europa, donde indago también en los retos a los que nos enfrentamos. Son libros que se complementan.

¿Qué entiende usted por “nobleza de espíritu”?

Definirla es difícil, porque las definiciones pertenecen más al mundo de la ciencia. No se puede definir el amor, la amistad… Yo por eso narro, y en esas narraciones intento reflejar la dignidad del ser humano, qué es lo que hace que la vida tenga sentido y merezca la pena ser vivida. Nuestra naturaleza necesita del significado. Nobleza de espíritu es una expresión que empieza con Sócrates y se encuentra en todas las culturas, es una expresión de bien. De eso va la vida. No se necesita mucho dinero… no se necesita nada para vivir la vida de acuerdo a la nobleza de espíritu.

¿Cuál es la diferencia entre nobleza de espíritu y “educación liberal”?

La una pertenece a la otra. La “educación liberal” literalmente quiere liberarnos, en el sentido de Spinoza, de nuestra propia estupidez, de nuestro propios prejuicios, de nuestra propia ignorancia, de nuestros propios miedos. Es lo que Sócrates llama παιδεία (paideía), lo que los alemanes llaman Bildung. Se trata de formar el carácter, de convertirse en auténtica persona, en vez de simple individuo parte de la multitud.

¿Qué tienen que ver el sufrimiento, la enfermedad y la muerte con la nobleza de espíritu?

Aunque avancemos mucho desde el punto de vista médico y tecnológico, en cualquier momento podemos morir, podemos enfermar, podemos perder el trabajo… La vida es una experiencia de pérdida. Todos sabemos que lo verdadero de la vida es el amor.

Quien persigue lo bueno no puede mostrarse indiferente ante la desgracia ajena, defiende usted. ¿Es, pues, gente como la madre Teresa de Calcuta un modelo de nobleza de espíritu?

También… Lo peor que podemos hacer es pensar solo en nosotros mismos. En nuestros propios intereses. Somos parte de una comunidad, somos parte de la humanidad. Tengo una gran admiración por quienes dedican su vida a los demás.

¿Por qué es para usted el escritor Thomas Mann un modelo de nobleza de espíritu?

No puedo afirmar que él mismo sea un modelo de nobleza de espíritu. Pero su obra es una expresión profunda de la nobleza de espíritu. Thomas Mann, también con sus ensayos, es un ejemplo muy importante de lo que significa ser un intelectual, un escritor, un escritor europeo, e intentó exportar lo que podemos entender como nobleza de espíritu.

¿Se puede prometer la felicidad?

Lo primera es qué es la felicidad. De qué estamos hablando cuando hablamos de felicidad. Y hasta qué punto es importante la felicidad. La felicidad no es uno de mis valores clave, porque me parece que es una emoción que va y viene… Lo importante es ser quien se supone que tengo que ser, en el sentido de la paideía y de la Bildung, de la “educación liberal”. Es un proceso que dura toda la vida.

Usted escribe que apenas hemos oído hablar ni hemos vuelto a leer gran cosa acerca del concepto de nobleza de espíritu desde 1945. ¿A qué cree que se debe?

Su pregunta se relaciona con mi nuevo libro, Para combatir esta era. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Occidente se enganchó a un enorme progreso económico, impulsa solo el ser ricos, el tener éxito… Nos convertimos en una sociedad muy decadente que ha perdido la noción de lo que hace que tenga sentido una vida lograda.

Usted ha creado en Holanda el Nexus Instituut. ¿Por qué?

Hace treinta años conocí a Johan Polack, un editor judío del estilo antiguo, como Gaston Gallimard en Francia o como Samuel Fischer en Alemania. Polack era amigo de Kafka y de muchos otros. Sobrevivió al Holocausto y después quiso dedicar su vida a transmitir al mundo la cultura que Hitler quiso destruir. Se convirtió en mi mentor, en una especie de padre espiritual para mí. Él murió a los 63 años, en 1992, y yo he seguido con su misión.

“Mientras el lenguaje continúe marcando la pauta, mientras podamos seguir hablando los unos con los otros, hay esperanza para la civilidad y la búsqueda de la verdad”, afirma George Steiner. ¿Es eso para usted también suficiente?

Es esencial. En el momento en que se detiene el diálogo, empieza la guerra. Por eso una de las cosas que más asustan en estos tiempos es que la gente está perdiendo la capacidad de entender sus propias emociones, de ser capaces de expresarlas. Hemos perdido la capacidad de tener fe en la argumentación… Esa es una de las razones, me parece, de que haya tanta agresividad, y por las que hay unas situaciones tan problemáticas ahora mismo.

“Los acontecimientos más importantes no se planifican, sobrevienen”, afirma usted. ¿Cómo aplica eso a la nobleza de espíritu?

Hay eventos trágicos en la vida, también nos ocurren. No los organizamos. La nobleza de espíritu llega también cuando uno tiene que abordarlos.

Nadie puede tener el monopolio del saber. A la humanidad le beneficia más la búsqueda de la verdad que la creencia de poseerla, defiende usted. ¿Es buscar la verdad ya tan importante?

Sí. La razón de nuestro debate ahora sobre la noción de la verdad viene del fenómeno de las fake news, de las noticias falsas, de la propaganda. Y la verdad a que se alude no es otra que la de los hechos, la de que los datos sean correctos. Pero nuestra vida no trata de hechos, la vida es una búsqueda de sentido. Ese sentido es siempre metafísico, como lo explicaba Wittgenstein y muchos otros antes que él; va más allá del mundo de los hechos. El valor de la vida, el valor de la amistad… no es una cosa fáctica, de dato, tiene que tener sentido… Si quitas el significado lo que queda es un sinsentido.

En Doctor Fausto muestra Thomas Mann cómo pudo estallar la máxima destrucción (el nacionalsocialismo) en una cultura de altos vuelos, la alemana. ¿Existe el demonio?

La respuesta corta es sí. Hay poderes del mal. Es imposible negarlo.

¿Y el más allá?

Para mí, como un humanista europeo, es esencial saber que hay una trascendencia, que todos los aspectos espirituales son universales.

Díganos tres libros que tendríamos que leer si todavía no lo hemos hecho.

La montaña mágica, de Thomas Mann, El hombre rebelde, de Albert Camus, y Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. 

Díganos los tres libros que más le han influido. 

Todos los de Thomas Mann, todos los de Platón y quizá los de Boris Pasternak.

Díganos las personas que más le han marcado.

Mis padres, Thomas Mann, Johan Polack y George Steiner.

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.