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por Luis Alberto de Cuenca

ANGÉLICA DE LA ISLA DEL LLANTO

Y parecía simple la distancia entre el pecho del ámbar y las costas itálicas, cuando tu rostro soportaba el velo del espanto, tras hialinos contornos de princesa escindida.

Sorprender, significar acaso, en el pomo risueño de la espada, el activo veneno que trascendía bocas, labios sin fin ardiendo, no cárceles doradas.

Pequeña mía, ¿qué dragón o jaspe, qué maleficio ignoto hay en tu cuerpo? Un estéril aluvión de sedas heladas reposa en el continente de tus senos. Marfil y seda turbia, vendaval ilusorio del estío, antílopes de bruma dibujándote.

Triste espacio vivir, mueca perfecta, infamante lacerio. Multiplico mi sed en los espejos. El día es un diamante furiosamente herido por el mundo.

Vivías en los lagos. Apenas surgida de la espuma, náyade silenciosa, traspasabas el muro delineando la calma de las aguas. Existir, bruja lluvia en los párpados, sorda aspereza en las mejillas.

Un ilimitado corazón poblado de rigor, una voz encendida como una antorcha en pasillos metálicos, una sentencia breve y sustanciosa adornando el cabello del invierno.

Persígueme, corza sombría. Oblicua reina, espérame. Resuenan en mis ojos los olifantes del deseo. Mis sentidos son una violenta y única realidad.

Besó la frente del tiempo y sus hombros se tiñeron de un rubor inesperado. Afluía la sangre por las ingles, rota la arteria del olvido, canalizada en cráteres contiguos, húmedo hermafrodita inmensamente triste.

Relámpagos súbitos te cernían. Rodeada de dioses implacables y oscuros, acosada por formas impalpables, torturada por el fuego gélido de los vientos boreales, tendida en un espasmo doloroso de látigos y templos naturales.

Hay un futuro de algas y nereidas aguardándote, amada. Un destino alado te ofrezco. Mi cuerpo se estremece al verte tan hermosa.

Adivinar qué oculta, tras la máscara, el eterno hipogrifo del amor. Conocer el secreto de tu anillo. Saber si los bermejos destellos de la Aurora conducen hacia ti o hacia el ocaso.

Angélica difusa, niebla pura, túnica enamorada en el espacio. Por siempre, para siempre, en la Isla del Llanto, siempreviva de bronce en las marmóreas logias de la muerte.

(de Elsinore, Madrid, Azur, 1972)

MARÍTIMA

Hay algo más hermoso que una carta de navegación,
más preciso que un sextante, más esbelto que un clipper,
hay algo más sutil que el fuego griego,
más misterioso que la flor azul,
mas nada tan sombrío, tan agónico,
tan ceniciento, tan enmohecido
como tu rostro en alta mar.

(de Elsinore, Madrid, Azur, 1972)

DEDICATORIA

La tierra estaba seca.
No había ríos ni fuentes.
Y brotó de tus ojos
el agua, toda el agua.

(de La caja de plata, Sevilla, Renacimiento, 1985)

BRILLANTE

Me dejó brocha, crema y una máquina
de afeitar en los bordes del lavabo.
Hice correr el agua fría, y dije:
«Anoche estuve a punto de violarla».
«¿De verdad pensó en mí?», respondió ella.
No contesté. Seguí frente al espejo,
viviendo mi afeitado. Eran las once.
Podía verla al fondo de la alcoba,
resplandeciendo al sol de la mañana.

(de La caja de plata, Sevilla, Renacimiento, 1985)

 

por Julio Martínez Mesanza

EL RÍO

Hacia el norte del golfo puede verse
una enorme extensión en la que pierde
su azul el mar y lo suplanta el ocre.
Montañas de basura son las islas
que forma el río cuando desemboca;
bandadas de gaviotas caen sobre
los desperdicios y su griterío
acompaña a los lentos petroleros
que remontan el río entre la niebla.
En estas islas hubo pescadores,
hace tiempo, y un faro, cuya torre
fue demolida a medias, y ha quedado
ciega y gris a merced de las mareas.
Yo me acercaba hasta ella muchas veces
cruzando los hambrientos cenagales
desde el puerto fluvial en el que vivo.
Fue después de las torpes madrugadas
junto al amigo y la mujer que mienten;
en ellas todo parecía hecho
para menguar la gracia redentora.
A mi espalda quedaba el ancho río
con sus destartalados almacenes,
su oscura fundición, su factoría,
y la ciudad sin torres ni campanas,
sin un arco de triunfo ni una estatua,
el lugar más hermoso y miserable.
A la tarde de nuevo atravesaba
los pantanos camino de mi casa.
Entraba en la ciudad por una calle
contigua a la gran fábrica de hilados
y me encontraba siempre con los niños
de la tanda de noche que, en hilera,
como los prisioneros, cabizbajos,
ateridos y sucios, se adentraban
en el fragor del nuevo laberinto.
Yo meditaba acerca del pecado
y de cómo los hombres alimentan
con su vida el pecado de los otros.
Venía a mí la imagen de una leva
permanente y veía cómo eran
sacados de sus casas esos niños
y veía los tratos de las madres
con los sargentos y también a madres
que eran zarandeadas y obligadas
a entregar a sus hijos, y veía
sobre los desconchados de los muros
de esas casas el rostro de los nuevos
dioses: el campeón de los sofismas
y las perplejidades y ese otro,
el transformista y bailarín obsceno.
De vuelta a casa, desvariaba y todo
lo visto e imaginado sucedía
en mi alma: en ella se estancaba el agua
de este río solemne y miserable
que nace de la luz lejana y muere
entre los muros de un país sombrío.

(de Las trincheras, 1996)

STELLA MARIS

Guía, estrella del mar y de la Gracia,
al puerto de tu amor la triste nave
desnortada de nuestro orgullo y ponla
lejos del remolino de las leyes.

(de Las trincheras, 1996)

LIRIO EN EL AGUA

Lirio en el agua, inaccesible lirio,
y agua que escapa, luz inaccesible.
Me llevaré a la oscuridad tus ojos,
la hermosura terrible de este mundo,
la culpable hermosura de esta tarde,
la luz inaccesible de tus ojos.
Porque la tarde es última y oscura,
una hermosura sin después, un pozo
en el que va a ahogarse un niño, un pozo
con un lirio en su fondo inaccesible.
Todo se apaga alrededor y queda
sólo un pozo en el centro de la tarde
y un lirio inaccesible y, en mis ojos,
la luz que mataré cuando me vaya.

(de Entre el muro y el foso, 2007)

ESTOY SOLO EN UN MAR

Estoy solo en un mar que Dios no mira,
un mar que ya no es mar, un mar inmóvil,
en un barco sin velas, que se pudre,
y no hay viento y no hay olas y no hay tiempo.

(de Entre el muro y el foso, 2007)

DEFENDIDO

Lavado por el agua del costado
y dentro de la herida defendido
de tanto no que sólo trae nada,
de tanto tibio sí, de tanta tregua.

(Inédito)

EL MAR DE LAS GALERAS

Dime, alma, por qué vuelan las galeras
en el hermoso azul que no ha pecado.
Dime por qué su estela te equivoca,
por qué te encanta el ritmo de sus remos.
Son la culpa que avanza disfrazada;
son las mejores galas de la culpa.

 

por Gabriel Insausti

PRIMERA PALABRA
Para Paula (un año)

Que esa palabra pura que ahora dicen
tus labios torpemente, y la manera
en que nace de ti, sean un día
caudal de una verdad.

Aprende en ellas
cómo el rostro vastísimo del mundo
—lo está mirando Dios— adquiere un alma
con su común trasiego entre los hombres
No dejes que la herrumbre del cálculo o la envidia
se pose en su cristal.

Y ojalá sepas
pronunciarlas con tino y con justeza,
ir de ellas a las cosas y nombrarlas
—pueblos, caminos, albas, nubes, astros—
con esa misma fe con que hoy repites:

«Agua».