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El ensayista canadiense Michael Ignatieff tuvo la suerte de conocer a Isaiah Berlin durante sus años de formación universitaria en Oxford. Como tantas otras personas que tuvieron ese mismo privilegio, se quedó fascinado por la brillante personalidad del pensador de Riga, y muchos años después ha escrito una biografía que recorre magistralmente tanto el curso vital como la evolución intelectual de su personaje.

Sorprende que un estudioso de las ideas estéticas y políticas haya tenido una vida tan rica y variada. Quizá su temprana condición de emigrante desde su Letônia natal, pasando por el Petrogrado revolucionario, hasta el Londres de los años veinte, le imprimió un cierto carácter errabundo que luego se traduciría en sus años de servicio diplomático en las embajadas británicas en Washington durante la Segunda Guerra Mundial y en Moscú, inmediatamente después. Sus numerosos viajes a Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia y a Israel, le permitieron conocer lo más granado de las clases política e intelectual de esos países. La nómina de los que trató asiduamente, muchos de los cuales se contaban entre sus amigos, incluye nombres como Pasternak y Anna Ajmátova en Rusia; Raymond Aron en Francia; Chaim Weizmann y David Ben Gurion en Israel; Georges Kennan, John F. Kennedy, Katherine Graham, Arthur Schlesinger, entre otros, en Estados Unidos. En Inglaterra, Sir Isaiah fue consultado por Churchill y por Thatcher, trabó amistad con poetas, economistas, filósofos, miembros de la alta sociedad e incluso espías. Stephen Spender, Keynes, Ayer, Burguess, Blunt, desfilan por las páginas de esta biografía al hilo de su relación con Berlin.

Ignatieff pone de relieve la personalidad compartida entre su triple faceta de judío por familia, ruso por nacimiento y británico de adopción, educación y afinidad. Berlin trasladó esta naturaleza triple al mundo de sus investigaciones e intereses intelectuales, entre los que figuraron el pensamiento ruso del XIX y los orígenes intelectuales del movimiento sionista, todo ello tratado con el distanciamiento y la ironía de un profesor de Oxford.

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Precisamente Oxford ocupó un lugar central en su vida, no sólo por su formación en el Corpus Christi College, primero, y su adscripción posterior en calidad de fellow en el All Souls, sino también porque fue el centro de su vida académica y privada. En esta Universidad contribuyó decisivamente a dar entidad al Wolfson College, utilizando para ello sus conexiones con los medios empresariales judíos.

Berlin acabó su vida cargado de honores y reconocimientos por su fecunda labor intelectual. Ennoblecido por MacMillan con el título de Sir en 1957, recibió doctorados honoris causa en Harvard, Yale, Oxford, Cambridge, Bolonia y otras muchas Universidades, y los Premios Jerusalén, Erasmus y Agnelli, entre los más conocidos. A su muerte, en noviembre de 1997, era quizá la figura más destacada del pensamiento en lengua inglesa.

Quizá lo más llamativo de su obra es que se trata del único liberal racionalista que se ha adentrado en el mundo del irracionalismo, no ya para criticarlo, sino también para realzar lo que tiene de fecundo y de necesario complemento al pensamiento ilustrado y racional, insuficiente a veces para abarcar la tremenda complejidad de lo humano. A lo largo de su biografía, Ignatieff nos introduce a las principales ideas y obras de Berlin, y nos ilustra sobre su participación en muchos de los debates que han configurado las ideas de nuestro siglo.

Cuando todo lo anterior se sabe hacer con amenidad y claridad expositiva, resulta evidente que nos encontramos ante un libro esencial para todo aquél que quiera comprender a esta gran figura y al mundo en el que le tocó vivir, y al que enriqueció con sus ideas.

 


 

Es ésta la última colección de ensayos de Berlin, recopilados por su principal albacea intelectual, el profesor Tomás Hardy. Hay que felicitarse de esta versión al castellano, no sólo por el interés indudable de los estudios que componen el libro, sino también porque viene, junto con las traducciones de los otros ocho títulos anteriores de la producción berliniana, a formar un corpus casi completo de los trabajos de Berlin sobre Historia de las Ideas.

Y decimos casi completo porque Berlin fue un tanto descuidado a la hora de conservar y difundir el fruto de su pensamiento. De hecho, su obra se encuentra dispersa entre una serie de manuscritos, textos mecanografiados, grabaciones de conferencias pronunciadas en diversos foros académicos a lo largo de muchos años o transcripciones de las mismas, de tal manera que no es del todo descartable que las fuentes de sus trabajos no estén completamente agotadas, y puedan aparecer nuevos artículos inéditos en el futuro.

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Este volumen reúne nueve ensayos de temática muy diversa, como diversas han sido también las preocupaciones intelectuales de Berlin. Sería inútil buscar en ella el enunciado de un sistema teórico rígido y de pretensiones globalizadoras. Nada más radicalmente opuesto al sentido más profundo del pensamiento de nuestro autor. Así, en el primer ensayo de los que componen el volumen, «El sentido de la realidad», Berlin aborda el problema de la naturaleza y el significado de la historia y cuestiona la pretensión historicista de construir un esquema unificador de la multiplicidad de elementos, ya heterogéneos de por sí, que componen el proceso histórico. Se trataría, como señala en su prólogo Patrick Gardiner, de mostrar que la historia se somete a leyes ineluctables que explican el pasado y sirven para predecir el futuro, idea a la que Berlin contrapone una concepción que abarca la serie de interrelaciones humanas y eventos múltiples que configuran la realidad.

El segundo de los ensayos, «El juicio político», versa sobre las cualidades necesarias para el ejercicio de lo que clásicamente se ha denominado «el arte de gobernar». Dicho arte requeriría una sabiduría práctica orientada a evaluar situaciones específicas, mediante la percepción de lo que es empíricamente viable. Este artículo y el anterior recogen dos conferencias pronunciadas a mediados de los años cincuenta, en medio de un clima intelectual dominado por teorías sociales especulativas marcadas por las ideologías totalitarias, y reflejan por ello las preocupaciones de un periodo específico.

Entre los restantes ensayos, mencionaremos «La revolución romántica: una crisis en la historia del pensamiento moderno», otro de los temas predilectos de Berlin. No cabe exagerar el impacto que tuvo el movimiento romántico en las concepciones éticas, estéticas y políticas de la Europa de la época. La fuerza con la que el subjetivismo romántico erosionó el mundo de certidumbres objetivas, universales y racionales de la Ilustración, cambió dramáticamente la cultura occidental, de manera tal que hoy día no tenemos más remedio que considerarnos herederos de dos tradiciones, por más enfrentadas que ambas puedan parecer.

Finalmente, aludiremos al último de los trabajos que se integran en el libro: «Rabindranath Tagore y la conciencia de nacionalidad». Aparece aquí el tema del nacionalismo, uno de los más importantes del debate político e ideológico actual, en su doble vertiente de «fuerza irracional y avasalladora», pero también de «deseo de reconocimiento» que, añade Berlin, «brota, no pocas veces, de un sentido ultrajado y herido de dignidad humana». El texto de esta conferencia, pronunciada en 1961 en Nueva Delhi con motivo del centenario del nacimiento de Tagore, plantea el problema del choque entre una potencia colonial dominante y la cultura de un país dominado, lo que algunos han dado en llamar «aculturación», y la imposibilidad de retroceder a la situación previa al hecho colonial sin incurrir en un grave empobrecimiento. Al fin y al cabo, el colonialismo ha sido, pese a sus muchas lacras, una de las formas más poderosas de comunicación entre sociedades a lo largo de la Historia. La necesidad del robustecimiento del sentimiento nacional, como requisito previo a un orden internacional entre iguales, ocupa buena parte de estas reflexiones, mal acogidas en su momento por una opinión pública intoxicada de tercermundismo antioccidental.

 


 

Hasta fecha muy reciente han sido raros entre nosotros, casi inexistentes, los estudios sobre la obra de Sir Isaiah Berlín (1909-1997), reflejo, quizá, de los escasos títulos de su numerosa producción vertidos al castellano. El «pensamiento único» imperante por estos pagos en los años sesenta y setenta consideraba poco atractivas las ideas de Berlin, tan alejado de las diversas corrientes marxistas entonces prevalecientes en el mundo académico. La obra colectiva editada por los profesores Badillo O’Farrell y Bocardo Crespo colma, en buena medida, ese injusto olvido de la obra berliniana.

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Los editores han reunido cuatro « Semblanzas » sobre este excepcional filósofo judío, oriundo de la Letónia prerrevolucionaria, recriado en Inglaterra y formado intelectualmente en el Oxford de entreguerras. De las cuatro, todas ellas excelentes, destacaríamos las de Henry Hardy, discípulo directo de Berlin, y el brillante artículo de Mario Vargas Llosa, quien define lapidariamente a Sir Isaiah como «humanista moderno». Y en efecto lo fue, interesado por tan diversas facetas de la cultura como la filosofía y la música, la literatura o las ciencias físicas, sin olvidar sus penetrantes análisis sobre la historia de las ideas políticas. Siguen inmediatamente tres trabajos de Berlin inéditos en lengua castellana que sirven de buena introducción para el lector que se aproxima por primera vez a su obra.

Por último, se incluyen siete ensayos, todos, menos uno de Hardy, de autores españoles, entre los que se cuentan los dos editores del libro. Con ellos, esta nueva y brillante generación de estudiosos españoles de la filosofía polí-tica ha realizado una importante contribución a la difusión y conocimiento del mensaje del autor de Against the Current. Así, Pablo Badillo estudia en un trabajo profundo y sistemático la concepción de Berlin sobre la libertad, contenida en uno de sus ensayos de más repercusión, «Two Concepts of Liberty» (1958). Particularmente ilustrativo resulta el tratamiento de la idea de pluralismo, concebido éste por Berlin como un valor que debe tener primacía entre todos los de ámbito social, frente al relativismo del que le acusara el ilustre profesor de la Universidad de Chicago y eminente filósofo conservador, Leo Strauss. Badillo se detiene también de manera especial en lo que acertadamente estima como una de las principales aspiraciones de la construcción teórica de Berlin: la búsqueda de puntos de contacto entre su personal visión racionalista de la acción humana y las formulaciones de los autores contrailustrados.

Por su parte, Enrique Bocardo aborda la polémica determinismo-indeterminismo, en relación al problema del libre albedrío y sus implicaciones psicológicas y epistemológicas. Este tema central de toda construcción ética es analizado por Bocardo desde las perspectivas de Kant y Schopenhauer, con sus derivaciones en Wittgenstein, y la interpretación que hace Berlin de él. Joaquín Abellán trata del paralelismo entre Max Weber y Berlin. Juan Bosco Díaz-Urmeneta, traductor y editor de un interesante libro de Berlin (El Mago del Norte, Tecnos, Madrid 1998), que ya fue comentado en el número 56 de Nueva Revista, discurre sobre el concepto de experiencia práctica en Berlin. Elena García Guitián se ocupa del de liberalismo pluralista, y José Manuel Sevilla escribe sobre el papel privilegiado que el filósofo napolitano Juan Bautista Vico ha ocupado en los trabajos que sobre historia de las ideas ha realizado nuestro autor. El volumen se completa con una bibliografía de Berlin a cargo de Henry Hardy y con una nota biográfica de los coautores del libro.

Como ya hemos señalado, estamos ante el primer ensayo plural y ambicioso publicado en nuestro país sobre uno de los pensadores capitales de la segunda mitad de este siglo. Ningún otro autor contemporáneo ha versado con tanta originalidad y lucidez sobre aspectos esenciales de la Cultura moderna, tales como el sentido de la Ilustración y sus críticos, el movimiento romántico o sobre la literatura y el pensamiento rusos del XIX, hitos de la cultura moderna imprescindibles para comprender muchas de las corrientes políticas y artísticas que han marcado nuestra época. En Berlin se dan juntas, como certeramente señalan Badillo y Bocardo, erudición, sencillez y vivacidad de estilo, sin hermetismos ni pedanterías que, por lo común, sólo buscan ocultar la vacuidad de lo que se dice. De ahí que la lectura de sus textos sea a la vez un ejercicio provechoso para enriquecer nuestro bagaje de conocimientos sobre una pluralidad de temas y un auténtico placer intelectual.

Por todas estas razones, la obra que reseñamos constituye una descollante aportación al conocimiento de una figura señera en la historia de las ideas, así como una lectura amena y gratificante.

Alfonso López Perona (Madrid, 1956) es licenciado en Derecho e ingresó en 1984 en la Carrera Diplomática. Ha estado destinado en las representaciones diplomáticas españolas en Zaire, Perú, Estados Unidos, India, Portugal, Argelia y Guinea Bissau. Ha sido subdirector general de Programas de Cooperación de la Agencia Española de Cooperación Internacional; jefe del Gabinete Técnico del presidente del Tribunal Constitucional, y subdirector general de América del Norte.