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Esquilo (525 a.C.-456 a.C.) es el primer clásico del que conservamos parte de su obra. A él se le atribuyen noventa tragedias, si bien solo han llegado hasta nosotros siete: Los persas, Los siete contra Tebas, Las suplicantes, Prometeo encadenado y la trilogía La Orestía: Agamenón, Coéforas y Euménides.

Esquilo vivió la progresiva implantación de la democracia en Grecia tras la tiranía de los Pisistrátidas, y la consolidación de Atenas como potencia tras la guerra contra Persia, en la que combatió. Participante en concursos poéticos desde su juventud y ganador de varios de ellos, dividió su vida entre Atenas y Siracusa, y murió tras haber desarrollado un papel decisivo en la configuración de la tragedia clásica griega.

Las tragedias esquíleas, a excepción de Los persas, parten de la materia mítica para su composición, todas ellas ofreciendo temas y acciones que otros autores volverán a recuperar, siempre con mayor impacto para la posterioridad que Esquilo: el mito de Prometeo, el ciclo tebano y el ciclo troyano son los que nos han llegado; este último es del que más repercusiones dramáticas goza, y es con La Orestía la obra con la que Esquilo alcanza un mayor dominio de la técnica dramatúrgica. Los persas, por su parte, nos ofrece la particularidad de ser una de las pocas piezas de la dramaturgia clásica griega que aborda temas contemporáneos, vivencias del propio autor sobre la experiencia de la guerra; nos plantea un punto de vista interesante, ya que no se limita a exaltar las virtudes de la ganadora Grecia, sino que sabe ponerse al lado de los personajes vencidos y hablar del profundo dolor de las víctimas y de la inutilidad de la violencia.

Dentro de la trilogía que recorre las trágicas existencias de Clitemnestra, Agamenón, Orestes y Electra, Esquilo consolida una única acción, separando argumentalmente las partes que la componen, pero sin perder por ello la unidad. Asistimos en Agamenón al deseo de venganza de Clitemnestra hacia su esposo, mientras que el Coro se debate en su juicio sobre tal acción («¡Ultraje por ultraje! / ¡Difícil de juzgar es este trance! / expolio contra expolio: quien ha matado, paga»). Coéforas nos habla de la persuasión de Electra sobre su hermano Orestes; por último, en Euménides vemos la locura de Orestes tras el matricidio y su búsqueda incesante de respuestas frente a la acción cometida. Una inmersión tensa y apasionante en la conciencia del personaje, en conflicto permanente entre el deseo de venganza y el amor a su madre.

Esta trilogía, cumbre de las obras conservadas del autor, ofrece un creciente dominio de la técnica de composición de la tragedia griega, si atendemos a las características que años más adelante nos ofrece Aristóteles en su Poética: unidad de acción, verosimilitud, peripecia y dolor profundo o pathos del héroe ante las acciones realizadas, para llegar a esa catarsis que la contemplación de la desdicha ajena supone en el espectador. Esquilo, además, introduce el tercer personaje en escena, facilitando con ello el ritmo de la acción y los diálogos, si bien la parte correspondiente al Coro tiene aun en él un peso importante que se irá perdiendo en dramaturgos posteriores.

Profesora ordinaria del Dpto. de Dramaturgia y Ciencias Teatrales. Escuela de arte dramático de Castilla y León