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METAFÍSICA ESPAÑOLA INTERNACIONAL

Ha aparecido póstumamente el último libro de Fernando Inciarte, que él mismo dejó casi preparado para su publicación –First Principies, Substance and Action. Studies in Aristotle and Aristotelianism-. Se trata fundamentalmente de una obra de madurez, en la que comparecen las tensiones más agudas y los hallazgos más penetrantes del pensamiento de este filósofo. Puede decirse que es un libro de múltiples síntesis: premodernidad, modernidad, posmodernidad; filosofía continental y filosofía anglosajona; verdad y praxis. Es, en parte, la crónica de una conversación sostenida entre la filosofía de Aristóteles y las cuestiones actuales del pensamiento, con múltiples referencias a la tradición medieval y moderna. Más aún, un intento de leer las cuestiones más lacerantes de la filosofía contemporánea con las claves proporcionadas por Aristóteles. A la vez y a la inversa, el bagaje de la tradición filosófica sirve también para encontrar –inventio en el doble sentido de descubrir e inventar presente en el vocablo latino, que tanto gustaba recordar al autor- posibilidades intrínsecas al mismo pensamiento aristotélico. Por otra parte, puede verse también en este libro el interés de entablar un diálogo entre la tradición continental -de la cual procede el autor- y la filosofía anglosajona de filiación analítica, a la que rinde homenaje escribiendo en inglés.

ACTUALIDAD DE LA METAFÍSICA DE ARISTÓTELES

La presente obra está compuesta por una colección de artículos ya publicados en inglés a la que se ha añadido también nuevo material. El primer capítulo, que no había visto la luz hasta el momento, constituye una introducción general a la temática tratada en los capítulos restantes desde perspectivas más especializadas. Como dice el autor en el prólogo, «el libro se ocupa fundamentalmente de la relevancia de los primeros principios para la teoría de la sustancia así como, en menor medida, para la de la acción». Es posible afirmar que se trata de una obra de filosofía fundamental, es decir, que se cuestiona por las preguntas de orden fundacional de la misma disciplina filosófica. ¿Qué posibilidades tiene la metafísica hoy? De allí, me parece, el interés por Aristóteles. El filósofo de Estagira también vivió en una época marcada por la sospecha ante la posibilidad del conocimiento y de verdad.

Si bien Fernando Inciarte fue un reconocido especialista de la filosofía aristotélica, no es éste un libro de erudición histórica, aunque es cierto que se ocupa de cuestiones altamente especializadas. Para el autor, la metafísica aristotélica no presenta sólo un interés histórico, sino que también tiene importancia para la discusión filosófica actual. Por ello, su mirada se extiende desde la filosofía clásica hasta la posmodernidad y el deconstruccionismo, pasando por las preocupaciones medievales y el idealismo trascendental. Frente a nuestros ojos desfilan, además de Aristóteles, Platón, Tomás de Aquino, Scoto, Kant, Hegel, Schelling, Heidegger, Quine… El subtítulo del libro, Studies in Aristotle and Aristotelianism, responde a la convicción de que la filosofía aristotélica pervive en todos estos grandes pensadores y que precisamente ese acervo común permite entrar en diálogo con ellos. Puede decirse que al autor le anima la pasión -reconocible en su obra- por homenajear al pensamiento allí donde éste aparece. Su juicio sobre el debate intelectual de finales del siglo XX no es, ni mucho menos, negativo. Inciarte piensa que vale la pena dialogar con los posmodernos, quienes han sabido -por utilizar una expresión de Hegel- elevar a concepto la época que nos ha tocado vivir. En clave de humor alguna vez dijo que su mayor pecado -el de los posmodernos- era el nombre. La posmodernidad ha sabido poner sobre el tapete las cuestiones filosóficas más relevantes, al haber elevado el sinsentido a sistema.

EL CONOCIMIENTO DE LA REALIDAD

La filosofía de Inciarte es máximamente contemporánea porque es una metafísica al filo del caos; del desorden lingüístico que no sólo hace imposible toda argumentación, sino también toda convivencia. Quizá no se pueda hacer hoy ninguna otra cosa que una metafísica pobre, desnuda de artificio; es posible que únicamente de ese modo se pueda salvar lo fundamental. En ese punto -como en tantos otros- Inciarte es un auténtico aristotélico. Sólo la metafísica puede darnos los mínimos necesarios para conocer la realidad como realidad, y no sólo para orientarnos y sobrevivir. El autor propone, frente a las posiciones dominantes, recuperar una metafísica de principios. Una metafísica de principios es una metafísica pobre: pero en esa pobreza está precisamente su auténtica riqueza, al liberarse de todo lo que no le es esencial.

Con ello queda claro que la metafísica no es una panacea universal, el remedio contra todos los males de la época moderna. Se espera mucho de la metafísica, pero quizá ella sólo puede enseñarnos a vivir al borde del precipicio o, en lenguaje de Inciarte, ayudarnos a aprender a morir. Estas palabras no deben interpretarse como si la tarea de la filosofía fuera prestar el piadoso servicio de consolar al moribundo en su tránsito definitivo. Más bien, la filosofía enseña a morir en el preciso sentido de que enseña a vivir: a desembarazarse de lo accidental, a buscar lo esencial en el continuo devenir de la vida y de la historia. La filosofía como ejercicio de muerte, tal como la describía Platón.

Inciarte descubre en Aristóteles ese mismo ejercicio: sólo a través de un proceso de eliminación de todo contenido específico o ideal puede buscarse aquel principio que no es nada más que su propia actividad, y que por tanto no puede no ser. Con esta tesis, el antiguo profesor de la Universidad de Münster propone una de las respuestas más interesantes a la debatida cuestión de la unidad de la metafísica aristotélica. Según Inciarte, no es casual el orden en el que hemos recibido los libros de la Metafísica: la filosofía aristotélica parte de la consideración de los primeros principios (Libro IV) a través de la exposición de la teoría de la sustancia (Libros VII-IX) hasta alcanzar aquella actividad que no tiene ningún contenido específico (Libro XII). El entreveramiento de los principios epistemológicos y la sustancia como el único principio ontológico caracteriza la unidad de la metafísica aristotélica.

RESPUESTA AL HOLISMO

Una metafísica al filo del caos supone que ella es, fundamentalmente, contestación al holismo. El holismo consecuente conlleva el caos lingüístico: el desorden absoluto, la entropía del ser. Inciarte describe este caos como aquel en el que todo significado está conectado holísticamente con todo otro significado. Si todos los significados fueran los mismos nos veríamos abocados al caos que Aristóteles descubre en Anaxágoras: todo está en todo y todo es verdadero. Si se es consecuente con una postura holista, el lenguaje resulta imposible; no se podría distinguir entre el tema del que se habla y las cuestiones incidentales, todo sería el tema principal y, por tanto, sería imposible decir nada de nada. Según el autor, hay dos maneras de ser llevado al caos sin regla: por expansión y por contracción. En el primer caso, se trata de la negación del Principio de No Contradicción, que presupone que toda palabra significa todo. En contraste, la negación del Principio de Tercio Excluso lleva al caos por contracción: toda palabra engulle en su significado el significado de todas las demás. Este caos lingüístico se presenta como una de las consecuencias de la sustitución de la ontología de la sustancia aristotélica con una ontología del proceso, verificable en corrientes tan dispares como la filosofía analítica que se desprende de Whitehead o el posestructuralismo de cuño heideggeriano de un Deleuze.

La fatalidad de toda sofística está en disolver toda la realidad en lo accidental; hoy podríamos decir, en la trivialidad. Y, con ello, también en la arbitrariedad: conectar todo con todo. Lo que está en juego en la polémica de Aristóteles contra los sofistas es la misma posibilidad de continuar la discusión. No es otra cosa la que nos jugamos ahora: si queremos seguir hablando, no podemos conculcar absolutamente las reglas del lenguaje. La defensa de los primeros principios lógico-semánticos consiste en mostrar las condiciones de posibilidad del lenguaje y de la comunicación.

En la justificación que Aristóteles hace del Principio de No Contradicción, Inciarte descubre lo que él ha llamado la deducción trascendental de la sustancia. No basta sólo con admitir la pluralidad de significaciones -que una palabra no puede significar cualquier cosa o todas las cosas-, sino que es preciso admitir también reglas de conexión entre los diversos significados. Puede hablarse por ello de la inevitabilidad de la sustancia: de un significado que pueda admitir otros significados. Esto es lo que en Aristóteles comparece como la distinción categorial básica entre sustancia y accidentes. El genuino realismo metafísico de Aristóteles radica en aceptar la inevitabilidad de las sustancias: si no aceptamos las sustancias reales como sujetos de accidentes reales, no podríamos hablar con sentido o, cuando más, nuestro discurso sería primitivo -tautológico-.

Probablemente la teoría más incomprendida de Aristóteles es su teoría de la sustancia. Suele tachársela de sustancialista, queriendo con ese epíteto reprocharle una cierta tendencia a la reificación. El pensamiento posmetafísico heredero del último Heidegger ha extendido esta crítica a toda la metafísica, al considerarla como aquella que separa los opuestos, enfrentando lo que en la realidad está unido: identidad y diferencia, unidad y pluralidad, sustancia y accidente. El presente libro contribuye a mostrar cómo en estas dos interpretaciones hay una ofuscación radical de la teoría aristotélica de la sustancia

LA SUSTANCIA COMO ÚNICO PRINCIPIO ONTOLÓGICO

Precisamente Inciarte arremete una y otra vez contra la imagen —que pasa por aristotélica— de una sustancia estática a la que se añaden accidentes, una especie de corazón desnudo sobre el que se acumulan determinaciones; vestidos y abrigos que hay que levantar para poder descubrirla. Inciarte considera que esta imagen no es aristotélica y, en este punto de acuerdo con De Lubac, tampoco tomista para más señas.  Una de las tesis centrales de la presente obra y del conjunto del pensamiento inciarteano es que la sustancia persiste precisamente por medio de sus constantes modificaciones. Que la sustancia sea el único principio ontológico significa que es ella lo único que existe, aunque en sus estados siempre cambiantes. Los accidentes no son nada distinto de la sustancia en sus diversas modificaciones. El cambio tiene límites, que son precisamente los de la identidad de la misma sustancia.

La segunda parte del libro está dedicada a los principios de la acción. Se trata de una auténtica revitalización de la verdad práctica aristotélica. El punto de unión entre ambas partes es la cuestión del tiempo, que fue una de las preocupaciones filosóficas constantes en el pensamiento de Fernando Inciarte. ¿Podemos hablar con verdad de aquello que aún no ha ocurrido? Es el famoso problema de los futuros contingentes. El clímax de la exposición aparece en el apéndice que, aunque muy especializado, constituye una de las contribuciones más originales a esta difícil cuestión. Según la opinión del autor, el Principio de Tercio Excluso aristotélico es sumamente relevante para el problema de la contingencia y, en esa medida, para la verdad práctica. La discusión arroja luces y abre caminos en torno a la crisis moderna del concepto de verdad. Si se piensa con buena parte de la filosofía moderna que la verdad y la praxis son excluyentes, la misma idea de una verdad práctica sería un sinsentido.

¿Qué tiene que decirle hoy la metafísica a la vida? ¿Qué relación hay entre estas realidades? La filosofía no es ajena a la vida. Es más real que los hechos políticos o sociales, que sólo existen en la abstracción operada por nuestra memoria. Aquello que la filosofía puede enseñarnos no es más que la constatación de que la realidad que no es Dios es inacabada, no tiene plenitud propia. En palabras del mismo Inciarte, la sustancia, así como el tiempo, «es y no es, surge al desaparecer y desaparece al surgir, es a la vez presencia y ausencia, realidad y ficción, eso, ser y no ser; un tiempo o un mundo en el que, por no tener plenitud propia, de momento y hasta la plenitud de los tiempos el hombre siempre se encuentra ante la alternativa del bien y del mal, de actuar bien o actuar mal. Y no sólo en la alternativa: también en la ambivalencia entre ambos». La idea de verdad práctica sólo cabe allí donde está lo inacabado, lo que continuamente se modifica: donde existe la posibilidad del bien y del mal, donde es posible el error.

La verdad práctica no es la verdad de las oraciones, sino la verdad de las acciones. Se entiende como recreación, renovación, reinvención en el doble sentido de descubrimiento de lo ya dado y de invención de lo no dado. La verdad práctica en Aristóteles no prescinde de sus propios condicionamientos, de su contexto. Ahora bien, así como la sustancia se modifica en el tiempo, pero sólo ella es, puede decir el autor que «las circunstancias de la vida son muy importantes, pero lo que está en juego no son ellas mismas, sino la persona a secas».

LA FILOSOFÍA COMO CAMINO DE MADURACIÓN

First Principles, Substance and Action es, ante todo, una exhibición continua de un modo de entender y de hacer filosofía. Si, con Platón, para Inciarte la tarea de la filosofía es enseñar a morir, ese aprendizaje sólo es posible a través de la propia vida; averiguar qué es lo esencial no es una cuestión que se descubra en los libros o que pueda aprenderse de otros. La filosofía se comprende así como un camino de maduración, no como un conjunto de doctrinas. La obra que surge de todo esto es precisamente una obra de madurez, un escrito lleno de matices, una pieza que conjuga magistralmente la investigación erudita con la pasión por la filosofía. La madurez comporta saber matizar, porque sólo de ese modo es posible desprenderse de aquello que no es esencial. Son muchas las virtualidades de la presente obra, que recomiendo con entusiasmo. En un nivel más especializado, constituye un auténtico impulso a la investigación seria sobre Aristóteles y el aristotelismo. En otro nivel, resulta una de las respuestas mejor fundamentadas frente al olvido de la metafísica propio de la hermenéutica y frente a la crítica posmoderna a la metafísica.

Superar el historicismo para retornar a lo real
NUEVA REVISTA

A pesar de sus limitaciones, el método de la filosofía analítica permite un acercamiento a los problemas clásicos de la metafísica, con el rigor científico característico de la mejor tradición del pensamiento occidental: de esta convicción ha surgido la obra del catedrático de Metafísica, Alejandro Llano, que publica en inglés una prestigiosa colección internacional de filosofía. En ella, se reivindican las potencialidades de este importante capítulo del pensamiento contemporáneo para superar las limitaciones de otras orientaciones, tal vez mejor publicitadas por el comentario de lo políticamente correcto pero lastradas por sus servidumbres ideológicas, por sus apelaciones meramente retóricas a una inefabilidad cuasi mística, o por la renuncia que en ellas encontramos al rigor en nombre de un género mal entendido, como es el ensayo. Lo que un estudio en profundidad de la estructura lógico-lingüística de la Filosofía Primera pone de manifiesto, según Llano, es que cabe trascender las consideraciones puramente históricas —historicistas— y retornar a las cosas y casos reales, para lograr desde ellas no una colección de reliquias del pasado, sino un pensamiento vivo y por tanto lleno de actualidad.

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Los cuatro capítulos de Metaphysics and Language recuperan otros tantos temas fundamentales de la Filosofía Primera, como son la filosofía analítica en su relación con la metafísica clásica y la tradición crítica kantiana (cap. I); una consideración desde el análisis del lenguaje del principio aristotélico: «El ser se dice de muchas maneras» (cap. II); existencia pensada, existencia real y existencia verificada (cap. III); y finalmente, una consideración renovada de las modalidades de la predicación —actualidad, posibilidad, necesidad— (cap. IV). Metaphysics and Language muestra, en definitiva, que el camino de vuelta a la metafísica vuelve a ser practicable a comienzos del nuevo siglo.

Profesora de Filosofía, Universidad de la Sabana, Bogotá (Colombia)