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AVIVA DORON

CATEDRÁTICA DE LITERATURA MEDIEVAL, DIRECTORA DE LA UNIDAD DE INVESTIGACIÓN DE LAS CULTURAS DE ESPAÑA Y DE LA CÁTEDRA DE LA UNESCO PARA EL DIÁ LOGO INTERCULURAL, UNIVERSIDAD DE HAIFA, ISRAEL

Yo resumiría en tres los valores principales que la cultura española aporta a la sociedad internacional. En primer lugar, el diálogo intercultural. La contribución de la cultura española tiene sus raíces, en mi opinión, en el mismo terreno en el que fructificó: el del diálogo que se desarrolló en la España medieval entre tres culturas —la musulmana, la judía y la cristiana—. La tradición española constituye uno de los puntos culminantes de la historia cultural de la humanidad, que sirve hasta hoy de modelo y de ejemplo de coexistencia de grupos humanos con culturas y religiones distintas. Yo resumiría en tres los valores principales que la cultura española aporta a la sociedad internacional. En primer lugar, el diálogo intercultural. La contribución de la cultura española tiene sus raíces, en mi opinión, en el mismo terreno en el que fructificó: el del diálogo que se desarrolló en la España medieval entre tres culturas —la musulmana, la judía y la cristiana—. La tradición española constituye uno de los puntos culminantes de la historia cultural de la humanidad, que sirve hasta hoy de modelo y de ejemplo de coexistencia de grupos humanos con culturas y religiones distintas.

En segundo lugar, destacaría la lengua española como puente entre pueblos. Este idioma y su estudio están construyendo en la actualidad puentes de interacción entre pueblos distintos, de lo cual es ejemplo el diálogo que se desarrolla entre investigadores de Israel y de los países árabes, sobre la base del estudio de la cultura española y que utiliza como vehículo una lengua común, el español.

Por último, debemos hablar de la aportación que el español realiza en el entorno de los valores humanos. Quienes estudian la literatura española, entran en contacto con un mundo de valores humanos y de dilemas morales en mayor grado que en cualquier otra literatura. En gran parte de las obras maestras de la literatura española, el hombre, sus problemas y la trama de sus relaciones con su entorno son los que ocupan el núcleo de la narración. Tanto si se trata de enamorados o del soñador caballeresco, como de un complejo de celos, desengaños y prejuicios o de las relaciones entre madres e hijas, los escritores españoles, desde Fernando de Rojas, pasando por Miguel de Cervantes y García Lorca hasta los autores de nuestros días, se ocupan con atención especial del hombre, con sus pasiones, sus ambiciones y sus debilidades, y se enfrentan a los dilemas de la humanidad.

Debido a la contribución singular de la cultura y la lengua española que acabo de especificar y tal como tengo oportunidad de observar entre los investigadores de Israel, los estudiantes y el público en general, estoy convencida de que el interés por el hispanismo seguirá creciendo en el nuevo milenio.

JEAN-PIERRE ÉTIENVRE

CATEDRÁTICO DE LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLA DE LA UNIVERSIDAD DE PARÍ S – SORBONA

La pregunta es de las que uno no se atrevería a formular y, sin embargo, se atreve a contestar, precisamente porque le provoca. La cuestión del presente y futuro del hispanismo en el mundo es oportuna para el hispanista porque le invita a justificarse en cuanto estudioso (las más veces apasionado) de lo español; y le obliga a hacerlo sin rizar el rizo, sin los deliciosos matices de su práctica académica.

Yo diría que el estado actual del hispanismo en el marco internacional es impresionante por el número de investigadores (empezando por la propia España); tanto que, en el futuro, corre el riesgo de un productivismo repetitivo (menos conmemoraciones, más tiempo y más espacio para la eclosión de síntesis originales).

¿Tiene valores propios la cultura española? Creo que sí, a pesar de los clichés que puedan surgir: no puedo asegurar que los «aporte» a la sociedad «universal», pero por lo menos, sí los propone a través de unas cuantas palabras clave, que convendría registrar. Esos valores están principalmente fundados en una relación peculiar con el tiempo y con la imagen «del otro». Una doble actitud, contradictoria en los dos casos: un gran respeto por la tradición y un enorme interés por la innovación; una melancolía activa, un desengaño con la fe; la soledad y la sociabilidad; el pudor y la ostentación; el ego radical y la imprescindible familia. En fin, con el tiempo y con los demás, un saber estar. Y un saber decir (que es casi lo mismo).

MAKOTO HARA

PROFESOR EMÉRITO DE LINGÜISTICA HISPÁNICA EN LA UNIVERSIDAD DE ESTUDIOS EXTRANJEROS DE TOKIO

Hoy día el chino es el idioma que ocupa el primer lugar en cuanto al número de hablantes, el inglés el segundo y el español el tercero, a pesar de lo cual —al menos en Japón— se cree que el inglés es la lengua más internacional, quizás desde el punto de vista político, económico y militar. Aunque reconozcamos esta tendencia, cabe preguntarse si lo sería también desde el punto de vista cultural. Y a esto nadie contestaría afirmativamente. Yo diría que el español ha alcanzado el nivel cultural más alto del mundo y en ese aspecto ocupa una posición muy original. La literatura española tiene por representantes a Cervantes, Pérez Galdós, Baroja, Unamuno, Antonio Machado, García Lorca, etc. El Greco, Velázquez, Goya, Ruiz Picasso, Dalí, etc. conservan fama mundial. Falla, Albéniz o Granados son compositores número uno en la historia musical. La característica especial de la cultura española, en mi opinión, es que está llena de humanidad, sensibilidad y de la influencia de la cultura oriental, aunque le falta algo de lógica. Los españoles viven la versión más humana del mundo. La sensibilidad original hispánica ha hecho posible el nacimiento de genios como los enumerados. Es necesario tener en cuenta, además, que la permanencia de los musulmanes en la Península Ibérica durante casi ochocientos años ha engrandecido enormemente su patrimonio cultural, cuya presencia física se mantiene, por ejemplo, en mezquitas e iglesias de estilo mudéjar. Si desapareciera la cultura española en el mundo, quedarían pocas cosas. Y dentro de esta cultura, el enlace más eficaz es la lengua española, cuyo papel de difusión no podrá sino seguir creciendo en los días venideros.

HENK HAVERKATE

CATEDRÁTICO EMÉRITO DE LINGÜISTICA ESPAÑOLA DE LA UNIVERSIDAD DE AM5TERDAM

La importancia mundial del hispanismo queda reflejada en la rica variedad de revistas sobre ensayos lingüísticos que se publican en los países más diversos del mundo. De modo complementario, los congresos organizados por asociaciones de hispanistas nacionales e internacionales contribuyen a la difusión oral del conocimiento de la cultura española. El contenido tanto de las revistas como de los congresos suele consistir en estudios dedicados de forma más o menos exclusiva a uno de los focos de interés tradicionales: lengua, literatura y sociedad. Lo que se echa de menos, en general, es la aproximación interdisciplinaria a los objetos de investigación. Un valioso reto para el futuro del hispanismo, por tanto, será crear marcos de referencia que posibiliten la elaboración de soluciones polifacéticas a los problemas que estarán en el centro del interés de los hispanistas del siglo XXI.

Concretamente, cabe pensar en enriquecer los estudios dedicados al análisis literario con la aportación de recientes teorías pragmalingüísticas, entre las que destacan la teoría de la cooperación conversacional, la teoría de la cortesía verbal y la teoría de la relevancia. Si se parte del supuesto de que las culturas del mundo se caracterizan básicamente por un complejo patrón interaccional de los que participan en ellas, la aplicación empírica de dichas teorías puede contribuir también a arrojar nueva luz sobre la idiosincrasia de la cultura española.

No comparto la concepción romántica que establece una relación esencia lista e intraducible entre éstas (las lenguas), la cultura y la organización política J e un pueblo. A pesar de todo, las culturas pueden ser traducidas —cierto que con mayor o menor fidelidad— y la comunidad de la lengua nía implica la unidad política. Esta última, a su vez, puede desarrollarse y hacerse bien hunda en la conciencia de un pueblo que cuente con diferentes lenguas maternas.

La lengua española constituye la savia de nuestra cultura y de nuestra nacionalidad y es, además, el fundamento de nuestra proyección universal, pensando, lógicamente, en términos iberoamericanos».

PILAR DEL CASTILLO, «RIQUEZA Y PATRIMONIO: EL ESPAÑOL EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO. NUEVA REVISTA Nº74, PÁG. 5.

 

BERNARD POTTIER

CATEDRÁTICO EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD DE PARÍS – SORBONA, MIEMBRO DEL INSTITUTO DE FRANCIA

La cultura española es conocida en el mundo por la riqueza de su patrimonio monumental, la calidad de sus artistas y la fama de sus escritores.

La gran ventaja que tiene es la universalidad de su lengua, fundamentalmente unitaria a pesar de las variedades en particular americanas, sin que existan realmente dificultades de intercomprensión. La literatura o la prensa de cada uno de la veintena de países hispanohablantes puede leerse en cualquiera de ellos con un mínimo de adaptación al léxico local, y las lenguas habladas no varían más entre México y Chile que entre Aragón y Andalucía.

Por todas estas razones, la enseñanza del español en Europa, según mi propia experiencia, sigue siendo intensa y extensa. Instituciones como la Sociedad Internacional de Hispanistas y los Institutos Cervantes ayudan eficazmente a la difusión del idioma. Es notable a este respecto la cantidad de publicaciones en español realizadas por la UNESCO.

La lengua española, en definitiva, abre el camino de la América multiétnica a los demás pueblos y participa de este modo en el desarrollo de los contactos entre los ciudadanos del mundo.

GUSTAV SIEBENMANN

CATEDRÁTICO EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD DE SANKT GALLEN (SUIZA). MIEMBRO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Y DE LA HISPANIC SOCIETY OF AMERICA

La sociedad universal es una abstracción. Es en la cultura nacional, en un ámbito cultural homogéneo donde acontece el reconocimiento y acaso la recepción de valores procedentes de otras culturas. Por ello la recepción es cada vez una operación selectiva, distinta según la cultura receptora. Y cuando decimos valores, damos por entendido que además existen nonvaleurs, que se desprecian o repudian, o que no se comprenden y se ignoran. La recepción sólo se efectúa en determinadas condiciones: acontece cuando algún valor de una cultura foránea resulta no ser ajeno a lo propio y se basa en conformidad, en deseos, en admiración, en alguna atracción que puede provenir incluso de una otreidad (el exotismo). La receptividad depende en gran medida de la imagen que se forman las etnias y las naciones, recíprocamente, lo que significa a la vez que queda sujeta a cambios con el pasar del tiempo. Hubo hispanofilias e hispanofobias.

Hablando del ámbito cultural germano (en el que estoy inmerso) y de la actualidad, mi respuesta a la pregunta de esta encuesta se da en un momento de gran afirmación. La razón básica de ello es la estupefacta admiración ante lo pacífico, rápido e incontestado de la transición política en España y los cambios (para bien) de toda índole que resultaron. He recorrido mucho mundo, pero jamás he podido observar, dentro de un plazo tan breve, que en una sociedad, que además pasaba por extremadamente tradicionalista, haya acontecido algo que podríamos llamar una mutación. Y no se trata sólo de un fenómeno político, sino mucho más general, y por ende cultural. Es como si se hubiera abierto una brecha. Así desaparecieron ciertos prejuicios estereotipados y dieron lugar a una enorme curiosidad ante el fenómeno. Los hispanistas lo notamos por el mero hecho del aumento que conoce la opción por el idioma español a nivel escolar, y el auge de los estudios hispánicos a nivel universitario. Y el público no especializado queda admirado ante valores que existían hace tiempo, pera ahora redescubiertos —Antonio Machado y García Lorca (con una gran exposición en Zurich el otoño pasado), Picasso, Miró, Tapies— y también ante los que actúan en la actualidad: los nuevos novelistas (inmediatamente traducidos), los arquitectos y tos cineastas premiados por doquier, los músicos, etc. En fin, los que hemos dedicado nuestra vida profesional a la difusión de la cultura española, y eso en tiempos remotos, cuando se nos miraba en nuestra sociedad con cierto recelo y como bichos raros, ahora estamos colmados de felicidad y satisfacción.

«Afortunadamente no hay un español de España y un español de América, en el mismo sentido que hay un instes británico y un inglés norteamericano o un portugués ibérico y otro brasileño. El océano no parte el español. Hay diversas peculiaridades de español de América y más o menos las mismas de español de España, entrecruzadas entre sí y, en cualquier caso, mutuamente inteligibles sin estilen», Hay español en España y español en América, eso es lo que hay; una lengua unitaria y asombrosamente cohesionada  y homogénea para lo que suele ser el panorama fuertemente dialectizado que ofrecen otras lenguas del mundo.

GREGORIO SALVADOR, «EL ESPAÑOL EN ESPAÑA Y EL ESPAÑOL EN AMÉRICA», NUEVA REVISTA Nº74, PÁG. 60.