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Nach Auschwitz ein Gedicht zu schreiben, ist barbarisch» («Escribir una poesía después de Auschwitz es bárbaro», en el sentido de «grosero» o «temerario»), opinó en su momento el filósofo Theodor W. Adorno. Pero se equivocaba. Si lo que quería decir es que nos hemos de poner serios, ahí está Paul Celan para materializarlo, por ejemplo con su «Todesfuge» (Fuga de la muerte), y de paso para mostrar que justo él, un judío que escribe en alemán, la lengua de sus verdugos, ha conseguido sintetizar en pocos versos todos los horrores del Holocausto.

Paul Celan (1920-1970), asquenazí de Czernowitz, hoy Ucrania, entonces parte del Imperio austrohúngaro, hijo de un judío sionista y ortodoxo que lo educó en hebreo, y de Fritzi (Friederike Schrager), su madre, una ávida lectora de literatura en alemán, es el prototipo de persona destrozada por los totalitarismos del siglo XX. La ruptura de su psique fue tan radical que su desequilibrio acabó llevándolo al suicidio. Sus padres, su pueblo, murieron en campos de concentración nazis. Ante una hecatombe de esa magnitud, de poco sirve que a uno le nombren entre los más grandes poetas líricos en lengua alemana. De poco sirve terminar consiguiendo una cierta celebridad en París y contar entre sus lectores a Martin Heidegger. Los recursos son de otro género, y este gran poeta no los tuvo.

El destino de Celan hubiera sido el de Franz Kafka si la tuberculosis no lo hubiera matado antes de la llegada del nazismo. Es parecido, sin suicido, al de uno de los grandes escritores rusos del siglo XX, Vasily Grossman, que con su obra Vida y destino ha sentado otro monumento literario sobre los totalitarismos del siglo XX. Es el del gran crítico literario Marcel Reich-Ranicki, recientemente fallecido, el 18 de septiembre de 2013, con más de noventa años… Denominadores comunes: judíos, hombres de letras, excepcionalmente sobresalientes, sacudidos hasta los huesos por el Holocausto.

El pueblo judío fue el pueblo elegido, por lo tanto el que tenía que dar ejemplo de ser mejor, el que tenía que vivir de tal manera que los otros descubrieran en ellos al Dios verdadero. ¿Es esta una razón de por qué con tanta frecuencia entre los judíos están los artistas, científicos y hombres de letras más brillantes? Desde luego, Celan lo es. Y lo es en concreto para entender el siglo XX.


Crédito de la imagen: Wikimedia Commons

Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.