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El hecho de que en tomo a la Literatura se desarrollen habitualmente los mil varios acontecimientos que constituyen lo que llamamos la vida literaria —premios, presentaciones de libros, reseñas periodísticas, entrevistas, programas de radio y televisión, listas de las obras más vendidas, ferias del libro, conferencias, mesas redondas, congresos, manuales universitarios, etc.— no debería inducirnos a confundir una cosa y otra (aunque la experiencia y el sentido común enseñan que tampoco sería sensato separarlas de modo tajante). La vida literaria es en gran medida multitud, agitación, ruido, espectáculo y, a menudo, negocio. La Literatura, si de verdad es tal, es hija del silencio y la soledad. Para triunfar en la vida literaria es condición imprescindible ser listo; para la Literatura basta con ser inteligente.

La participación de los escritores en una y en otra son cosas entre las que no hay necesariamente correspondencia: hay quien interviene de forma muy destacada en la vida literaria de su país o su ciudad, y sin embargo en el otro ámbito, el de la Literatura, es objetivamente insignificante (aunque esto, como es obvio, suele tardar algún tiempo en percibirse con la debida nitidez); hay autores que participan considerablemente en los dos terrenos; y, por último, los hay que en la Literatura encarnan un papel mucho más importante que el que hacen en la vida literaria.

Uno de éstos es, sin la menor duda, el poeta Vicente Sabido, nacido en Mérida en 1953, pero residente en Granada desde hace ya más de un cuarto de siglo. Su carrera comenzó en 1975 con el libro Aria, y ha continuado con Décadas y mitos (1977), Sylva (1981), el folleto Adagio para una diosa muerta (1988) y Aunque es de noche (1994).

Los dos primeros, editados por la Universidad de Granada, pasaron casi absolutamente inadvertidos; apenas un poco menos el tercero, que publicó la Diputación Provincial de aquella ciudad en su colección Genil, y el cuarto, impreso con el sello de la Editora Regional de Extremadura. Sólo Aunque es de noche, que editó la casa Renacimiento, ha tenido una difusión normal, si puede llamarse normal a la que en España alcanzan los contados libros de poesía que no circulan únicamente en el entorno familiar y amical de su autor. Estos hechos, unidos a la incapacidad orgánica de Vicente Sabido para la intriga y la escalada, y quizá también al polifacetismo temático, tonal y formal, que dificulta el etiquetado de su obra para el consumo crítico y didáctico (pues, como dice el prologuista de este volumen: «En Sabido coexisten un intimista elegíaco neorromántico, un poeta descriptivo —a veces casi un parnasiano—, un lírico metafísico, un poeta social de agudo sentido ético y un autor metapoético, con un estilo que, según las necesidades expresivas de cada momento, recurre también a una gama de registros que va desde el prosaísmo realista a cierto irracionalismo visionario, pasando por la entonación de alto coturno de ciertas composiciones con empaque de oda clásica»), explican que el poeta de Mérida haya tenido una circulación casi secreta. Fue incluido, es cierto, por Elena De Jongh Rossel en su antología Florilegium (Espasa-Calpe, colección Austral, 1982) y por algún otro antologo, antologista o antologizador en algún que otro panorama de la poesía extremeña o la granadina, y el propio Sabido recopiló en 1990 una Antología poética propia, editada por el Ayuntamiento de Mérida; pero, aun así, la obra del poeta extremeño ha tenido pocos lectores, y sobre todo, ya en el orden cualitativo, no ha tenido los lectores debidos. Quiero decir los que en nuestro país y ahora mismo están preparados para disfrutar más de ella y apreciarla mejor en lo que vale, o sea los aficionados —nada escasos, por cierto, desde mediados de los años ochenta— a la lírica figurativa o de línea clara. En su poema «Sylva», y dirigiéndose a la amada, durante mucho tiempo cercana y desconocida a la vez, escribió Sabido: «Pensar que por tus huellas / andaba sin saberlo. / Pensar que tantas veces he tocado / el hueco de tu cuerpo. / Pensar que he compartido tanto abril/ a un paso de tus ojos. / Pensar que te soñaba desde niño / y estábamos despiertos y tan cerca». Palabras que bien podrían aplicarse a esta especie de juego del escondite entre los poemas de Sabido y sus lectores más idóneos. Esta otra antología, también de elaboración propia, que ahora sale en la colección Maillot Amarillo de la Diputación granadina, debería servir para que al fin se produjese el encuentro. A ver.

MIGUEL D’ORS