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Libertad económica, capitalismo y ética cristiana es una colección de ensayos de Martin Rhonheimer, presidente del Instituto Austriaco de Economía y Filosofía Social. En esta obra el autor confronta principios centrales del pensamiento social cristiano, como la dignidad, el bien común, la justicia social y el principio de subsidiariedad, con las ideas y autores de la tradición liberal clásica.

Martin Rhonheimer: “Libertad económica, capitalismo y ética cristiana” Rhonheimer reflexiona sobre la importancia de proteger y potenciar la libertad y la responsabilidad de los ciudadanos y critica las tendencias expansivas de los Estados de bienestar contemporáneos. Para ello analiza, como afirman los editores del volumen, «la relación entre la libertad económica y la acción gubernamental, el impacto que tiene sobre la solidaridad ciudadana la estructura burocrática del Estado de bienestar, el valor de la economía de mercado como un potencial marco institucional canalizador de la justicia social, la potencial armonía entre la economía libre o capitalista y las bases antropológico-morales de la tradición judeo-cristiana, y la importancia del Gobierno limitado y la economía libre para la consecución del bien común en una sociedad libre.» Los trabajos incluidos en el presente volumen, añaden los editores, «ofrecen un punto de vista tan sólido como desafiante frente al pensamiento dominante en temas de economía, política y sociedad». De ello dan cuenta las citas que ofrecemos en esta entrada.

Tanto el índice de Libertad económica, capitalismo y ética cristiana como el primer capítulo los ofrece la editorial en su página web. Enlazamos a ellos aquí:

Índice Primer capítulo: «El malvado capitalismo». La forma económica del dar  A continuación reproducimos una serie de citas de la pluma de Martin Rhonheimer procedentes de este primer capítulo: «El capitalismo es en esencia la forma económica del dar: el capitalista invierte, y para ello pone su riqueza a disposición de los demás. Los primeros beneficiados son quienes perciben un salario gracias a los puestos de trabajo así creados» (Martin Rhonheimer, p. 40). «Una cosa son el capitalismo y la economía de mercado -que constituyen el único camino que lleve a la “riqueza de las naciones”- y otra las condiciones históricas concretas y los frecuentes fallos humanos que han acompañado la configuración y la evolución del capitalismo moderno» (Martin Rhonheimer, p. 41). «En el siglo XIX existía en las zonas agrícolas una increíble presión demográfica… la tierra no podía alimentar a sus habitantes… la emigración… el capitalismo industrial salvó de morir a esas masas de desempleados» (Martin Rhonheimer, p. 42). «La I Guerra Mundial y los años posteriores dieron al traste con muchos de esos logros. La guerra forzó al Estado a convertirse en el principal agente económico. En muchos lugares comenzó así la fatídica coalición del Big Government y el Big Business. Hoy en día llamamos a eso “capitalismo clientelista”, una perversión del capitalismo“ (Martin Rhonheimer, p. 43). «Por primera vez aparece en ese contexto (encíclica «Quadragesimo Anno», publicada en 1931) la expresión “justicia social”, la poco clara expresión de “justicia social” como tarea del Estado para corregir las fuerzas del mercado. El mercado fracasa como principio regulador y el Estado debe hacer justicia: así se dijo fatídicamente desde ese momento en adelante.» (Martin Rhonheimer, p. 44).

La responsabilidad por el desempleo

«La crisis financiera de 2008 nunca se habría producido si solo hubiesen entrado en juego las fuerzas del mercado y la mentalidad empresarial hubiese determinado la marcha de los acontecimientos… La crisis no fue consecuencia del capitalismo, de la economía de mercado y del espíritu emprendedor, sino, al contrario, consecuencia de un gigantesco fracaso de los responsables políticos y del Estado» (Martin Rhonheimer, p. 45). «También el euro fue un proyecto meramente político que no seguía ninguna lógica de mercado» (Martin Rhonheimer, p. 45). «La responsabilidad por el elevado desempleo que sufren muchos países de la eurozona también recae en parte en los sindicatos, que, llevados del egoísmo y poseídos por el afán de conservar su propio poder, impiden la desregulación del mercado de trabajo. Así, junto con la exigencia de salarios mínimos, de programas públicos de estímulo de la coyuntura y de numerosas otras intervenciones del Estado, obstaculizan con una carga tributaria exorbitante el dinamismo creador de riqueza de la libre empresa. Es decir, del capitalismo» (Martin Rhonheimer, p. 45). «La economía no es un juego de suma cero: la prosperidad de los ricos no tiene su causa en que se les haya quitado algo a los pobres» (Martin Rhonheimer, p. 46). “Allí donde reinan condiciones capitalistas, y no como sucede en diversos en diversos países de Iberoamérica condiciones postcoloniales y feudales, la riqueza de los ricos ha sido “creada”, y no a costa de los pobres. Si no la hubiese, todos, también los paupérrimos, serían más pobres. El capitalismo no quieta nada a nadie -según afirma el marxismo-, sino que crea nueva riqueza” (Martin Rhonheimer, p. 46). «Existe, obviamente, desigualdad injusta, basada en la exclusión sistemática de grupos sociales y étnicos de las posibilidades de acceder a la educación y al trabajo. Pero la desigualdad no es «eo ipso» injusta, sino que precisamente en una economía dinámica y en auge resulta inevitable» (Martin Rhonheimer, pp. 46-47). «En una economía nacional dinámica, el bienestar de las clases bajas aumenta, pero al principio (a causa de la acumulación de capital necesaria para el desarrollo económico) también lo hace la desigualdad. De lo contrario, no se crearían puestos de trabajo y no habría innovación. Y es que tampoco existirían los correspondientes estímulos: ¿quién va a invertir y asumir riesgos sin la perspectiva de, al hacerlo, obtener una ganancia y enriquecerse?» (Martin Rhonheimer, p. 47). «El intento de hacer justicia social con medidas estatales ha causado más males que bienes, tanto en la política de ayuda al desarrollo como en la política social de los distintos países. Ha sido el “malvado” capitalismo el que, en realidad, ha creado la riqueza que el Estado redistribuye después en nombre de la justicia social» (Martin Rhonheimer, p. 50). «El Estado del bienestar «consume» riqueza, además es improductivo, obstaculiza la economía a la hora de crear más riqueza, es decir, a la hora de hacer que aumente el pastel de tal modo que a todos les toque una parte mayor» (Martin Rhonheimer, p. 51). «Si no fuese por la desaforada redistribución y por el endeudamiento estatal resultante de ella, todos seríamos más ricos, también los más pobres” (Martin Rhonheimer, p. 51). «Sin la burocracia estatal dedicada a la beneficencia y a la redistribución, la sociedad también sería más solidaria: habría menos pobres, pero quienes lo fuesen necesitarían realmente la ayuda de sus conciudadanos. Ya no podríamos escudarnos en que al pagar nuestros impuestos ya hemos cumplido nuestra obligación. El principio de subsidiaridad desplegaría todo su potencial» (Martin Rhonheimer, p. 51). «La actual crisis moral y el galopante consumismo no son consecuencia del “capitalismo individualista”, sino de un Estado del bienestar repartidor de dinero y de estímulos equivocados, cuando no perversos» (Martin Rhonheimer, p. 51). «La justicia social -¡cuántas veces ha servido este concepto para justificar políticas que atacan el bien común!- no consiste en disminuir la desigualdad haciendo más pobres a los ricos… sino en hacer más ricos a los pobres … con el aumento de oportunidades de trabajo» (Martin Rhonheimer, pp. 51-52). «El modelo de “Estado social” que conocemos hasta ahora ha quedado obsoleto, y no solo no podemos pagarlo, sino que todos sufrimos las consecuencias de sus erróneos estímulos económicos y morales. Ese modelo solo puede funcionar porque el Estado cuenta con la posibilidad, gracias a su monopolio del dinero, de sufragar el cada vez mayor endeudamiento mediante la constante inflación de la masa monetaria y las bajadas de los tipos de interés, lo cual, por otra parte, equivale a expropiar a los ahorradores. De ese modo los políticos hacen constantemente nuevas y caras promesas» (Martin Rhonheimer, p. 52).
Director de «Nueva Revista», doctor en Periodismo (Universidad de Navarra) y licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid). Ha sido corresponsal de «ABC» y director de Comunicación del Ministerio de Educación y Cultura.