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Hace no muchos años, cuando comenzaba a vislumbrarse en el horizonte el bicentenario de la guerra de la Independencia, el profesor José Manuel Cuenca Toribio reclamaba, en un incisivo artículo titulado «Defensa e incluso apología de una conmemoración: 1808-1814», una preocupación real de las instituciones políticas y culturales para proporcionar un marco libre de estudio y debate sobre este acontecimiento de gran magnitud para el devenir de España como nación. A continuación, apostillaba: «Es por entero infructuoso conjeturar acerca del signo de la fuerza o fuerzas que para entonces ocupen el poder estatal y autonómico. Sean las que fueren, sería muy de desear que la tan cacareada independencia de la sociedad civil fuese por dichas calendas una incontestable realidad y que el gobierno o los gobiernos limitaran su importante protagonismo a estimular y respaldar las iniciativas nacidas de la comunidad académica e instancias civiles interesadas por una decorosa y rentable —cultural y socialmente— conmemoración del descollante acontecimiento » (Cartas a un joven historiador. Estudios historiográficos, Ediciones Encuentro, Madrid, 2005, págs. 143-144). A tenor de la coyuntura actual, la incertidumbre sobre qué se hará de dicha conmemoración continúa e incluso se acrecienta. Por fortuna, libros como el que ahora presentamos infunden esperanzas a la hora de crear un clima de discusión apropiado.

Como la mayor parte de los momentos trascendentales en la historia contemporánea de España, la guerra de la Independencia no ha sido ajena al interés analítico del profesor Cuenca. Especialista de reconocido prestigio en la historia de la Iglesia en España, sus incursiones en la investigación de campo de los años comprendidos entre 1808 y 1814 han dejado en las últimas décadas un reguero de publicaciones completamente renovadoras que explican la actitud e implicaciones del episcopado español en la Guerra del Francés. Otro tanto ha ocurrido con su sólida producción historiográfica acerca de su tierra natal, Andalucía, donde nos ha dejado páginas imborrables para acercarnos a lo que esta región supuso social, económica y culturalmente para el transcurso y la conclusión de la guerra.

Con este profundo conocimiento, tanto empírico como de la vasta bibliografía dedicada a la época, Cuenca está perfectamente pertrechado para abordar una síntesis, en el mejor sentido de la palabra, sobre los orígenes de la contemporaneidad en España; y decimos «en el mejor sentido de la palabra» porque Cuenca no se limita a una mera recopilación, revisión y actualización de los trabajos vertidos sobre aquellos años trágicos para el país —labor de por sí meritoria—, sino que, como ya demostró al abordar el otro gran conflicto que ha sacudido el solar patrio (la guerra civil), es capaz de conjugar lo más sustantivo del quehacer investigador previo con su aportación personal, todo ello dentro de una coherente interpretación de tan decisivo periodo. Se adelanta así al previsible aluvión de obras y opúsculos surgidos al calor del bicentenario que, sin lugar a dudas, abarrotarán los anaqueles de las librerías pero que en gran parte —y esperamos equivocarnos— apenas contribuirán al debate historiográfico.

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Con la profundidad de análisis y el rigor conceptual característicos de su extensa aportación a la Historia, Cuenca Toribio despliega su estudio a partir de un eje articulador: la evolución política de aquellos años en el contexto del infausto reinado de Carlos IV. Es una elección arriesgada si consideramos las dificultades de mantener un hilo conductor del discurso entre los vaivenes institucionales tanto de la España josefina como de la alzada en armas, pero las resuelve con pericia gracias a su capacidad para engarzar los acontecimientos en la cadena explicativa. Unido a ello, la voluntad de estilo propia de este autor facilita la tarea de penetrar en las causas del enfrentamiento —entre ellas, por supuesto, la invasión; pero también los mecanismos psicológicos de la reacción popular, el deterioro de la maquinaria institucional, la influencia de las corrientes de pensamiento, etcétera— y convierte el libro en una historia integral sólo alcanzada por maestros como el profesor sevillano.

Al respecto no queremos dejar pasar otra virtud: es un trabajo histórico y a la vez ensayístico, sin que lo uno excluya lo otro; con la veta comprensiva e interpretativa que toda buena síntesis debe tener, aunque con modestia el autor lo considere «de alta divulgación». Las amplias notas bibliográficas, siempre atinadas para no dejar aseveración alguna al albur de meras especulaciones, y las generosas citas de historiadores a veces contrarios al nudo argumental y explicativo de su obra, manifiestan la valentía de los propósitos del profesor Cuenca de no ocultar otras aproximaciones a la guerra de la Independencia. Más bien sucede lo contrario: la exposición de un amplio bagaje heurístico y bibliográfico tiende a reforzar su posición entre los académicos que han estudiado la materia.

Algunos aspectos deben destacarse para aprehender el sentido de la obra, en coherencia con escritos anteriores del mismo autor: sin negar la importancia que en la victoria final sobre las tropas francesas tuvieron los ejércitos británicos, la unidad popular de acción frente al francés, dentro de la cual monarquía y catolicismo desempeñaron un papel esencial, trascendería la propia historia de la guerra para plasmarse en el origen de la nacionalidad española contemporánea. Así, más allá de gestas míticas de la guerrilla o del pueblo contadas por sagas románticas, el ideal unitario sobrepasaría el particularismo propio de años atrás. En segundo lugar, el juego de los actores liberales y afrancesados en el escenario bélico, aun reconociéndose sus aspectos positivos, no resulta exaltado hasta la saciedad como es propio de las interpretaciones ahora dominantes, sino criticado en aquellas acciones que, según el autor, terminarían por ser nocivas para el futuro del país. La lucidez expositiva de capítulos como los referidos a las Cortes de Cádiz y al regreso de Fernando VII abre puertas a una discusión seria sobre verdades que parecen inalterables en ese mismo discurso dominante. Por ello tampoco debe descuidarse el epílogo.

En definitiva, el permanente estímulo que mueve al profesor Cuenca a desentrañar la historia nacional lo ha conducido a elaborar un magnífico libro sobre la guerra de la Independencia, una de las épocas más complejas tanto por su dificultad intrínseca como por sus consecuencias para la forja de la contemporaneidad española; libro que no pasará desapercibido para la historiografía y un eslabón más en la prolífica y rigurosa trayectoria del autor.

Profesor titular de Historia Contemporánea, Universidad de Valladolid