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lcdlm_img1.jpgFinalizadas, en la década de los años noventa del siglo pasado, las tensiones entre los dos bloques, capitalista y comunista, el tema de las novelas de espionaje parecía haber llegado a su fin. Sin embargo, John Le Carré que, junto a lan Fleming y Frederick Forsyte, fue uno de los más destacados representantes del género, ha mantenido su fidelidad hacia las intrigas de los Servicios Secretos, a los que suele fustigar con energía y decisión como ocurre en su último relato.

La acción se traslada al África Central, el antiguo Congo belga, agitado por oscuros intereses económicos de grandes empresas que aspiran a ejercer su dominio en unas tierras todavía inexploradas. Protagoniza la intriga Bruno Salvador un joven y bienintencionado mulato, oriundo de aquella región y residente en Londres, que ejerce de traductor en lenguas africanas.

Salvador, decidido a servir a la patria de adopción, presta sus servicios al departamento de Inteligencia británico y recibe con orgullo el encargo de participar en una arriesgada misión de espionaje, con peligro para su vida. Se trataba, en definitiva, de llegar a un pacto definitivo entre grupos congoleños rivales, que garantizara definitivamente la paz y el desarrollo en la zona.

Cuando las gestiones parecían orientadas en sentido favorable, surgen graves inconvenientes que hacen prever el fracaso de las negociaciones. Bruno se ve implicado, sin quererlo, en los turbios manejos tanto de los agentes ingleses como de los gestores de multinacionales sin escrúpulos y de políticos corruptos.

A través de las confidencias de los personajes quedan al descubierto las razones que mueven crueles guerras entre las etnias africanas, la miseria de los pueblos bajo dominio de reyezuelos ambiciosos y el egoísmo de las grandes potencias, dispuestas a intervenir sólo en defensa de sus intereses económicos.

De modo paralelo, se desarrolla la trama argumental, densa y minuciosa en los detalles, que refleja el mundo sórdido y deshumanizado del espionaje, que rodea a los protagonistas en un clima misterioso y, en ocasiones, cruel.

En el lado opuesto, Bruno Salvador representa la imagen del buen africano, víctima inocente de ciertas decisiones que se toman al margen de sus intereses. Dentro de este clima, el proyectado acuerdo entre facciones opuestas resulta ser, pura y simplemente, la tapadera de un fraude, que el joven traductor acaba por descubrir y se niega a secundar.

Pone el asunto en conocimiento de los estamentos superiores para descubrir que, también ellos, aparecen implicados en la conspiración. Tras sufrir acusaciones de traición y padecer cárcel y malos tratos, decide, finalmente, asentar su vida en África y crear allí su nueva familia, lejos de una civilización que, bajo capa de libertad y democracia esconde el feo rostro de la hipocresía y la falsedad .