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Desgraciadamente, este 2012 ha pasado sin pena ni gloria por una efeméride importante: el segundo aniversario del nacimiento de Kierkegaard. Algunos han publicado obras dignas de relevancia que reflexionan sobre la actualidad de la obra de Kierkegaard; otras editoriales han aprovechado para desempolvar viejos ensayos sobre la figura del jorobado danés. Pero la conmemoración ha sido reducida.

El libro de Kierkegaard, coordinado por Antonio Lastra y José María Carabante, es una forma original de rendir tributo al pensador existencialista y, sobre todo, pensar a partir de él. Así pues, no se centra tanto en estudios eruditos sobre la obra, sino en lecturas, reales o ficticias, que se han hecho sobre la misma: repasar los lectores que ha tenido; repasar asimismo el papel de Kierkegaard como lector. Es importante, a juicio de los editores, resaltar ese aspecto de lectura, pues como indican en la breve introducción que abre el libro es extraño el ejercicio de la verdadera lectura filosófica en una época dominada por la psicología convencional.

Ahora bien, pretender recuperar ciertas lecturas de Kierkegaard solo tiene sentido si, como indica M. Garrido en el primer capítulo, Kierkegaard, como un antecedente del posmodernismo, estuviera rejuveneciendo. A ello pretende contribuir este libro que, alejado del academicismo, no rehúye el compromiso con la seriedad y el rigor. Tal vez porque toda lectura filosófica solo pueda responder a una verdadera vocación filosófica y la vocación, si es veraz, es exigente.

Las lecturas de Kierkegaard, desde Abraham a Tarkovsky, son personales y, por ello mismo, no pueden resumirse en una breve reseña. Se repasan lecturas supuestas y superpuestas —Kierkegaard leyendo a algunos autores, como Sócrates, pero también en ese gesto se percibe a Sócrates leyendo a Kierkegaard—. Aparecen pues, junto con Abraham, Sócrates, Pascal, Lessing, Mozart, Thoreau, Unamuno, Benjamin, Adorno, Peterson, Löwith, Sartre, Steiner y Dreyer, además del mencionado Tarkovski.

Cada uno de los capítulos es personal, como indicábamos, como personales los intereses a los que responde. Pero todos ellos subrayan la pertinencia de un homenaje que va más allá de lo superficial o anecdótico para adentrarse en lo significativo de la relectura kierkegaardiana. Así, en el caleidoscopio que conforman estas lecturas, unas veces resplandece la categoría de la existencia; en otras, la crítica al mundo moderno o el concepto de decisión… De esa forma, los temas propios de la filosofía de Kierkegaard se superponen en este juego de voces y lectores.

Más allá de la calidad de los textos, algo innegable, una cosa resulta más sorprendente: el excelente resultado de una empresa que nació de una forma desinteresada y que con ese mismo desinterés se ofrece al público. Por terminar siendo kierkegaardianos, son las cosas de la vocación propia de cada uno, que se cumple contra viento y marea. Sirva todo ello para honrar la memoria de un autor que, si este libro está en lo cierto, todavía tiene mucho que decirnos.

Profesor de Filosofía