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Los últimos veinte o veinticinco años han sido un período de grandes cambios en la estructura de los hogares y familias en toda Europa. Tales cambios se han producido en ámbitos como el social, el demográfico o el económico, por citar los tres de mayor relevancia. Las transformaciones más significativas se concretan en el tamaño medio de los hogares, con una clara reducción de los que reunían un mayor número de miembros; el aumento de los hogares unipersonales; la disminución de los hogares multigeneracionales; el incremento de los hogares sin hijos; la disminución de la cantidad de hijos por hogar; la multiplicación de las personas ancianas que viven solas, y el desarrollo de los hogares monoparentales.

Todos estos cambios tienen que ver con un conjunto de transformaciones demográficas a la vez intensas, rápidas y de algún modo preocupantes: la caída vertiginosa de la fecundidad matrimonial; la disminución de los índices de nupcialidad, el incremento del fenómeno de la cohabitación, la multiplicación de los divorcios y el crecimiento de la cantidad de hijos extramatrimoniales.

Tales procesos y efectos se han traducido en un hecho fundamental: que el hogar tradicional (el hogar que mejor se identifica con el concepto de familia), compuesto por un marido, una mujer y unos hijos, ha dejado de ser la única forma, o la norma común, de convivencia en nuestras sociedades. Hoy tiene que compartir su existencia con otras formas, con otros tipos de hogar. ¿Con otros tipos de familia? Yo creo que con otros tipos de hogar sí, pero pienso, al mismo tiempo, que el concepto de familia (antes identificado con el de hogar a través del modelo que he definido como de familia clásica) debe ser reservado para esta última acepción; es decir, el de institución constituida por los padres y los hijos; todos mis respetos a otras formas de unión (homosexuales o de otro tipo); o a las particulares características de algunas de ellas (unipersonalidad o monoparentalidad). Son en efecto formas respetables de unión, pero no son quizás familias stricto sensu. Y digo todo esto porque éste es el concepto de familia que Francisco Cabrillo emplea en su libro y sobre el que realiza su análisis. Desde esta perspectiva (y desde otras, por supuesto) el análisis de la familia tiene ya muchas investigaciones empíricas y muchos trabajos teóricos. Pero es preciso reconocer que la mayoría de los trabajos se han realizado desde el enfoque de la sociología o de la demografía.

Faltaba en nuestro país un libro que primase la «orientación económica de la familia»; que presentara, como él mismo acierta a decir en el prólogo, los «principios generales de la economía de la familia de forma global y sistemática, con especial referencia a la institución familiar española».

Como se diría en una tesis doctoral, el libro viene, por lo tanto, a colmar un gran vacío en la bibliografía española sobre el tema. Hay que destacar, por tanto, la oportunidad del libro y, por supuesto, su calidad en el tratamiento de un tema tan oportuno.

Con su lectura sabemos mucho más sobre la elección del cónyuge, sobre el juego de los emparejamientos, sobre el precio de la novia, sobre por qué la gente tiene hijos, sobre el valor de los hijos y sobre muchas cosas más. Me parecen bien todos los capítulos. Me parecen adecuados los dos niveles de lectura que el autor propone, y me parece especialmente interesante el capítulo dedicado a la protección de la familia por su interés objetivo y por su especial relevancia para la actual situación española. Tenemos la tasa de fecundidad más baja del mundo y tenemos la política de ayuda familiar más insignificante de la UE. Algo tendrá que ver lo uno con lo otro. Parece que las condiciones objetivas para una posible recuperación de la fecundidad son adecuadas: la estructura por edades es todavía favorable y la crisis económica parece haber dejado atrás sus consecuencias más negativas. Aun cuando no se establecieran con fines natalistas medidas más decididas de protección a la familia (en el sentido «cabrilliano» del término) podrían favorecer lo que yo entiendo como necesaria recuperación de la natalidad en nuestro país.

Catedrático emérito de Geografía Humana y presidente de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).