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«Ahora, con el cambio de milenio, crece la moda de señalar cánones y elaborar listas, con el afán de hacer balance de períodos que terminan. Esta Guía de lecturas contemporáneas no tiene la pretensión de fijar ningún canon, sino la más modesta de orientar y servir de pista para que el lector siga su propio camino por su cuenta». Esta declaración de intenciones, extraída de la Presentación del libro, parece llamar a la vasta legión de lectores que desconfían, ignoran o desprecian la función esencial de la crítica literaria, que no es otra que separar el trigo de la paja, labor si cabe más necesaria que en otras expresiones artísticas debido a la ingente cantidad de material que se lleva a las imprentas.

También es cierto que los lectores no son tontos, y que sus juicios difieren a veces de forma alarmante de lo que apunta la crítica, en ocasiones adocenada y enferma por oscuros intereses. Por eso, es importante saber de quién se puede uno fiar a la hora de invertir tiempo y dinero en un libro. De entrada, puede afirmarse sin miedo que Pedro de Miguel y Ángel Peña son críticos fiables. Pedro de Miguel ha combatido en casi todos los frentes de la escritura literaria y periodística. De sus manos, y junto a las de José Luis González Urbiola, nació la extinguida editorial Hierbaola, que dejó trece joyas—ni una más ni una menos— que aún pueden encontrarse a precio de ganga en algunas ferias del libro, obras que ponían de manifiesto el exquisito gusto literario de sus editores, y también su olfato, siempre despierto para dar una oportunidad a talentos nuevos y soterrados. Ahora, se pueden leer sus críticas en las páginas de El Mundo y de Nuestro Tiempo, revista que ha dirigido durante varios años. Por su parte, Ángel Peña escribe en la sección de Cultura y crítica de libros de La Gaceta de los Negocios, firme en la voluntad de dar calor a las siempre escurridizas páginas asalmonadas.

Esta Guía de lecturas contemporáneas aúna a doscientos veintitrés autores de los dos últimos siglos, escritores que sobresalen como novelistas, poetas, cuentistas o dramaturgos. Como es inevitable en este tipo de libros, se podría caer en una discusión peregrina sobre el número de los elegidos, apuntar ausencias y borrar nombres, aunque pocos en ambos casos. Ordenados de forma alfabética, se suceden prácticamente todos los clásicos de las literaturas rusa, francesa, española, latinoamericana, británica, estadounidense, italiana, alemana, irlandesa, checa, suiza, austríaca, noruega, danesa, india, y también los que pertenecen a los rincones del mundo: Kadaré, Mansfield, Pessoa, Strindberg… Pero junto a los «imperdonables» se adivina la libertad de criterio con la que se ha confeccionado la lista en la presencia de escritores actuales, a los que el tiempo juzgará, y en la recuperación de algunos «olvidados ». Entre los primeros, bastan como ejemplo los nombres de Echenoz, Jiménez Lozano, Landero, Millán Miñana, Vila-Matas, Canin, Cormac McCarthy, Del Giudice, Metter o Achebe. Entre los segundos, Ross MacDonald, Walter M. Miller Jr., Leo Perutz o Julián Ayesta.

De Miguel y Peña reseñan solamente una obra de cada escritor, no siempre la más celebrada, sino la que consideran que puede servir mejor de «gancho» para interesarse por su universo literario. Con esta decisión, se pone otra vez de manifiesto la voluntad de los autores de servir a los lectores, al margen de la tiranía de los cánones. Así, por ejemplo, optan por Madame de Treymes en lugar de La edad de la inocencia o de Etham Frome en el caso de Edith Wharton, por El hombre que corrompió a Hadleybourgh en vez de Las aventuras de Huckleberry Finn en el de Twain, o, claro, por Las armas secretas en vez de Rayuela y en lugar de Ulises.

La reseña, que viene acompañada por unas breves indicaciones biográficas y la cita de otros títulos de interés, resume en el espacio de una página el argumento del libro y apunta las claves para iniciar su lectura y atisbar su naturaleza imperecedera. El esfuerzo de síntesis es grande y preciso, y se suceden los juicios acertados en el más sencillo de los lenguajes, sin asomo de las más mínimas pretensiones académicas o de pedanterías elevadas. De Miguel y Peña hacen justicia a la concepción del libro como guía útil de acceso a los grandes nombres de la literatura contemporánea y llegan a donde pretenden: al lector que «agradece un buen consejo y lamenta, en algún momento de su vida, no haber tenido alguien al lado en aquel momento en el que necesitaba alimentarse de otras vidas, quizá para olvidar un poco la propia o para distraerla o mejorarla».

Profesor de Comunicación