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José Manuel Cuenca, catedrático de Historia Contemporánea desde hace muchos años —la mayoría de ellos en la Universidad de Córdoba—, es un universitario de dotes excepcionales, con una memoria y una capacidad de lectura de tintes menendezpelayescos. Sus trabajos iniciales sobre la Iglesia del Antiguo Régimen descubrieron a un investigador exigente que siempre supo traducir en trabajos científicos su permanente compromiso con la sociedad que le ha tocado vivir: Andalucía, la historia del presente, o la vida parlamentaria recuperada tras la democracia son buena muestra de esa permanente inquietud por arrojar una clave de   humanista sobre realidades que habían atraído la atención de sus contemporáneos. Soledad Miranda, su abnegada compañera de tantos ellos, y profesora titular de la Universidad de Córdoba, ha participado plenamente de esos ideales y, no pocas veces, le ha acompañado en la aventura de buscar el contacto con los lectores, aportando una especial sensibilidad para el uso de las fuentes literarias.

Ambos han venido ofreciendo, desde comienzos de los años noventa, una serie de publicaciones sobre la sociología ministerial de diversos periodos que respondían, si no a un proyecto cerrado, sí a una voluntad unitaria, en lo metodológico y en lo conceptual, que ha permitido la confección del grueso volumen que ahora llega a nuestras manos.

Bien es verdad, desde luego, que esta publicación de ahora no es el resultado de la simple acumulación de los trabajos anteriores, pero éstos han proporcionado los materiales básicos para poner en pie el sugerente monumento de erudición que ahora se queda a disposición de los investigadores y de cualquier persona culta, que disfrutará con la lectura del enjundioso contenido de estas páginas.

Los estudios de prosopografía —como investigación retrospectiva de las características comunes de un grupo de protagonistas históricos— son, sin duda, uno de los aspectos más relevantes de la recuperación de la historia política que tuvo lugar a finales de los años ochenta de la mano de algunos historiadores ingleses, como Lawrence Stone, y que alcanzó, entre nosotros, el pleno reconocimiento canónico cuando recibió el respaldo de los historiadores franceses que se movían en el entorno de René Remond.

Se trata de investigaciones de primerísima necesidad que, en pura lógica, tendrían que haberse abordado desde hace mucho tiempo entre nosotros y tendrían que haber precedido obras de interpretación de conjunto que, sin esta base, derivaron en interpretaciones esperpénticas que han distorsionado el trabajo historiográfico durante muchos años. El estudio que ahora presentan se hace, por el contrario, con un claro sentido de lo que significa el fenómeno del poder en la comprensión de la historia política y nos brinda claves muy sugerentes para comprender casi tres siglos de vida española.

Un trabajo que trata de brindar información sobre casi mil doscientos ministros parecería el lugar idóneo para el despliegue de modernas técnicas informáticas, pero los autores, que se declaran coaccionados por lo cuantitativo, han sabido enriquecer el  uso de estas técnicas con una movilización de bibliografía sencillamente abrumadora.

El estilo del libro revela, sin duda, la ya conocida preocupación del profesor Cuenca por la precisión y variedad del lenguaje —incluso con la incorporación de palabras que aún no han tenido la suerte de ser incluidas en el Diccionario de la Real Academia— y permite que disfrutemos de una imagen llena de riqueza y contrastes sobre las diferentes circunstancias personales que incidieron sobre los ministros que ha habido en España desde los inicios de la casa de Borbón hasta la actualidad, y a pesar de las dificultades que se derivan de la utilización del término «ministro» para situaciones políticas bien diferentes. Los resultados tal vez sean algo previsibles —una mayoría abrumadora habían recibido enseñanza religiosa; predominio de militares y personas de formación jurídica, etc…—, pero el libro está repleto de matices y de relaciones llenas de sugerencias.

El enjundioso texto, de más de trescientas páginas, viene acompañado de otras quinientas con un apéndice prosopográfico al que tal vez sería conveniente hacer alguna revisión para próximas ediciones. En este tipo de apéndices, la precisión absoluta es exigencia mínima.

El lector cuenta, en definitiva, con un instrumento de primerísima calidad, por la riqueza de su información y por lo bien articulada que aparece ésta, para la comprensión de las condiciones reales en las que se ha ejercido una responsabilidad clave en la vida política, como es la de ser ministro.